lunes, 1 de abril de 2019

DIAS DE MASAR EL PAN

"Mozos de Cea no quedan/ tradiciones que has vivido/ la de cocer en los hornos/ el pan que muchos comimos"...Estos versos son parte de  romance (poema)  que escribí hace unos cuantos años y el cual está dedicado a Mozos de Cea. Obviamente en estos versos indico que ha desaparecido en el pueblo la tradición de amasar el pan. Efectivamente  hace ya muchísimos años que desapareció  y  que según mi criterio   resultó ser transcendental  durante aquellos tiempos remotos. Prácticamente  la totalidad de los vecinos del  pueblo se autoabastecían con su propio pan amasado en aquellos rudimentarios hornos de adobe y ladrillos refractarios que había  en casi todas   las casas del pueblo.  Y si se daba el caso de que algún vecino, más bien vecina, no disponía de horno en su casa,   lo normal era que amasara el pan en el horno de otra vecina. Por entonces había un buen "filing" vecinal  en lo referente a  este tipo favores.   Desde la calle era fácil conocer en que lugar de la casa estaba situado el horno, porque salía hacia el exterior la parte abombada del mismo. El espacio dentro de la casa donde estaba su ubicación   se conocía como "La hornera". Por cierto, durante la temporada de verano, era una tradición el que  la cotidianidad de la vida diaria, se desarrollara en esta parte de la casa indicada.
 
Y ahora trataré de comentaros como era por entonces una jornada de hornear el pan, siempre  tomando como referencia los recuerdos que tengo archivados  en  mi memoria sobre este asunto. No dudo de que  algún que otro patinazo mi memoria cometa por que lo escrito no concuerda  con la realidad. Pero bueno, al margen de excusas, comentaros que por aquellos remotos años,  para que  las mujeres  del pueblo pudieran amasar  era necesario que dispusieran  de la suficiente harina para este cometido. Los hombres eran quienes se encargaban de aprovisionarlas de la necesaria harina    para amasar la hornada de pan correspondiente. Para este cometido, los hombres, o mozos,  cargaban en sus carros de vacas los necesarios costales llenos de trigo y se encaminaban con destino al molino de Santa María del Río. Allí los dejaban llenos del cereal  a la espera de que en su momento la piedra de aquel viejo molino convirtiera  en harina ese  trigo. También una parte de aquella molienda quedaba    convertida en   salvados. Por entonces,    para las personas  aquellos salvados resultaban  incomestibles,  en cambio eran ideales para alimenta a los animales de tracción, a  los perros y a los cerdos en especial. Una vez que en el molino ya había echo su función,    el molinero  introducía esa harina  normalmente en unos sacos de telas estrechos y largos  a los que se les conocía como "hundas". El nombre popular que tenía la carga del interior de  la hunda se la conocía como "zaquilada". Los salvados en cambio  por su condición de marginados se le introducía dentro de los costales. Unas veces era el molinero Maximín quien personalmente se trasladaba con su carro a Mozos de Cea para entregar a sus dueños las "zaquiladas" y los costales llenos de los salvados; otras en cambio había que ir personalmente a recoger la harina y salvados.   No estoy muy seguro, pero creo que como pago por esta labor, el molinero se quedaba con parte del producto. Por cierto, también venían por entonces para hacer esta misma función, Heraclio y Benito,  dos molineros de Velilla de Valderaduey. Ambos se encargaban de recoger a los vecinos del   pueblo los costales de trigo para moler y ellos mismos les  traían la harina  y los salvados a su casa.   Nunca supe  porque razón este molino de Velilla de Valderaduey tuvo mucha menos aceptación que el de Santa María del Río. 







 ( En esta imagen podéis observar la hunda de la que hablo. Más o menos como la que aparece en la imagen eran las hundas de tela utilizadas en Mozos de Cea para transportar dentro de ellas la harina. Una vez llenas como arriba indico en el argot popular se decía "zaquilada")

Y bien, una vez que ya se tenía la harina en casa, lo siguiente era comenzar al proceso de amasar y lógicamente después hornear el pan . Para poner en marcha  el proceso, lo primero que había que tener  en  casa  era una pequeña porción de levadura madre, o  "recentadura" como en el argot popular se la conocía. Cuando por un casual la recentadura se enmohecía,( o se ponía "mosa" como se decía por entonces),  y no servía para su utilidad, era un hábito el que  las mujeres fueran  a casa de alguna vecina  para que  les prestara la recentadura que tenían ellas guardada. Todas las mujeres que amasaban en el pueblo  reservaban una pequeña porción de la masa fermentada a fin de  ser utilizada en su próxima hornada. Recuerdo que la noche anterior a cocer el pan, se solía mezclar la recentadura, con la harina, la sal y el agua, y soba que te soba hasta conseguir una porción de masa considerada al  que se conocía con "urgüento".  Una vez en su punto la masa, se la envolvía en un lienzo y se dejaba que fermentara toda la noche. Por cierto, era del "urgüento"  de donde procedía la recentadura.   Al día siguiente esa  misma masa fermentada se depositaba dentro de una artesa y   se añadían los mismos ingredientes pero en mayor cantidad, luego  se iba agregando de forma progresiva mas harina hasta conseguir  elaborar la suficiente masa  para hornear las correspondientes hogazas.  Una vez elaborada, se solía dejar reposar un tiempo. Momento en que se aprovechaba para encender el horno.   Para este cometido,  se introducía en su interior  gran cantidad de leña de roble para que ardiera a fin de   que lograra alcanzar los grados de calor necesarios. No  os podéis imaginar con que fuerza tan violenta  desprendía sus llamaradas  la leña ardiendo.   Los mayores decían que aquello se parecía a "Las calderas de Pedro Botero".  Se solía tapar la boca del horno  mientras se iba quemando con esa vehemencia  la leña  mientras que a su vez  iba aumentado los grados   de calor  en su interior.  A la vez  que el horno se iba poniendo en su punto,  era el momento de que  la masa compacta que se hallaba en el interior de la artesa , manos expertas  lograran darla por partes forma de  las tradicionales hogazas.  Como era lógico, había unas mujeres más diestras que otras, tanto en la elaboración de  la masa  como el  darle forma a las hogazas. Porque exclusivamente era lo que se elaboraba por entonces, no existía por aquella época toda esa variedad de  barras de pan como  hoy en día. Bueno, alguna que otra torta azucarada  también se hacía. Y bien, una vez  que progresivamente la leña  se había  convertido en brasas y  el    horno había cogido la temperatura ideal, era el momento de introducir en su interior las hogazas.  Pero antes de llevar a cabo esta acción,  era necesario quitar las brasas del interior y limpiar a conciencia la base del horno. Y era esta labor la que se llevaba a cabo. Primero con el "mazagatos"  ( un palo largo y en su punta una tabla encorvada al estilo rastrillo)  se arrastraban todas las brasas hacia el exterior y se las depositaba dentro de una  hornacha que estaba situada debajo  de la misma  boca del horno y tenía un fondo amplio.  Se las depositaba allí dentro con la finalidad de que  conservara mejor  el calor del interior. Una vez que desaparecían todas la  las brasas, había que lavar a conciencia el suelo del horno. Para este cometido se utilizaba "las trapas", que no era otra cosa que un palo largo, o varal en el argot popular, y en cuya punta se ataban unos cuantos  trapos viejos. Y luego  frota que te frota con agua y jabón.  Y cuando  se suponía que  estaba  óptimas condiciones su limpieza, sobre la tradicional pala que utilizan los panaderos, se colocaban una por una aquellas hogazas y tortas y sobre la base del horno se depositaban. Y luego a es esperar el tiempo necesario de  cocción. La verdad es que  no se cuanto tiempo era el  suficiente para que estuviera  horneado en su justa medida el pan.  Supongo que las expertas y circunstanciales panaderas de entonces lo conocerían sobradamente. El caso es que una vez cocidas en su punto las hogazas, para su mejor conservación se acostumbraba a guardarlas dentro de los típicos y antiguos arcones de madera  que había en todas los hogares del pueblo. Se solían hacer hornadas de pan para que duraran de dos o tres semanas, por lo tanto,  los últimos días  no resultaba extraño que aquellas  hogazas estuvieran duras como piedras, o parecido. Pero no había más remedio que hincarle el diente porque  hasta la próxima hornada no había más pan que echarse a la boca. 






( En esta imagen podéis ver una artesa de madera que como se ve está bien conservada; por tanto en condiciones perfectas para su utilidad. Parecida a la de la imagen eran aquellas artesas que la mujeres de Mozos de Cea empleaban para elaborar la masa de hacer pan. Os cuento una anécdota asociada a la artesa. Veréis. Creo que nadie me negará que su forma tiene un pelín parecido a una barca, o más bien barquichuela. Pues eso  fue  lo que yo creí ,o lo  pensaba allá por  mi lejana infancia. Por tanto una tarde le eché coraje y  arrastrando con una cuerda la artesa que teníamos en casa, me fui decidido a las barreras con el fin de surcar aquellas aguas subido en mi "artesa-barca".  Cierto que me adentré unos pocos metros barrera adentro, pero sin poder navegar ni un mísero metro, ya que de la misma por las innumerables grietas y agujeros que tenía en su base la artesa, comenzó a entrar agua de continuo y triste de mí sin poder achicarla. Con lo cual se llenó por completo y quedó varada entre el barro. Todo un fracaso resultó mi intento de navegar por la barrera. Oye, pero la intención era buena, ¿ no os perece?. El añorado Luis Pacho Rodríguez, como distante  espectador que fue de mi navegantes propósitos, solía recordarme  con su particular socarronería este original y nostálgico hecho. )


No quiero olvidarme de comentaros  que aprovechando la hornada de pan  para el  consumo de personas, también se amasaba una especie de pan que servía para  alimentar a los perros. Este pan estaba elaborado  con los mencionados salvados y   una vez cocido su color era más bien negruzco. Parecido un poco al pan integral que se hace hoy en día, pero obviamente aquel era de mucha peor presencia. El nombre que popularmente se le daba a este pan era el de "caniego". De ahí la razón de  el por qué cuando el  pan cocido salía de mala calidad o tenía mala  presencia, la mujer responsable de   su elaboración decía de forma despectiva: ¡ Esta vez en vez de pan, me han salido  caniegos para los perros! También se daba la casualidad  de que alguna  mujer  aprovechaba que el horno estuviera aún con la temperatura ideal, una vez horneadas la hogazas, para elaborar   la típica y exquisita repostería casera en forma de: sequillos, magdalenas, roscas, etc. Una de aquellas mujeres a las que me refiero  era "La Tía Esperanza" ( Esperanza Vallejo) Recuerdo que era muy experta en este tipo de repostería; es más,  hacía hasta caramelos caseros.  




(  Esta labor de elaborar  poco a poco  la masa dentro de la artesa que lleva a cabo la mujer que aparece en  la imagen, es idéntica a la que  desarrollaban  con mucha solvencia en tiempos remotos  las mujeres de Mozos de Cea en sus horneras cuando  tenían que amasar el pan. )


Como era lógico, debido a la   evolución y a los inevitables cambios que  de forma progresiva fue imponiendo  el tiempo,   paulatinamente la tradición de amasar fue despareciendo. A mi juicio yo creo que también  un poco   por la comodidad de disponer del pan necesario para consumir sin tener que  soportar el cansino y atosigante  trajín  que suponía  tenerlo que amasar por obligada necesidad, sobre todo   en verano cuando arreciaba la canícula de narices.  Cuando se dejó de amasar, fueron los panaderos que disponían de su  "particular y humilde panadería industrial" los encargados de ir a Mozos de Cea para suministrar el pan a sus vecinos. Recuerdo que por entonces venían dos panaderos: uno era Senén, natural  de Villaverde de Arcayos.  Éste transportaba el pan   en un carro  tirado por un mulo; por cierto,  siempre venía acompañado por  un enorme perro mastín blanco. El otro, o más bien los otros, ya que eran dos hermanos los que venían de Sahelices del Río  transportando el pan en su Land Rover Santana. Estos hermanos panaderos tenían una forma muy peculiar de cobrar el pan a algunos vecinos de recursos limitados.   Solían apuntarles en una libretas todas las hogazas que les compraban durante el año y al llegar septiembre, estos  vecinos pagaban su deuda  con los correspondientes kilos del  trigo  recogido  en la última cosecha. Por cierto, a principios de los setenta del siglo pasado todas aquellas humildes panaderías que había por los pueblos limítrofes, formaron una cooperativa  en Sahagún. Luego fueron los panaderos de  " Industrias Holsan S. L." ,  este fue el  nombre comercial con que registraron a la susodicha   cooperativa panadera,  quienes desde entonces, y  hasta día de hoy, han ido proveyendo    de pan a los vecinos de Mozos de Cea. Bueno,  también en la actualidad de este cometido se encarga la panadería Gorrona, ubicada en Santa María del Río.  No quiero que se me olvide comentaros que también en Mozos de Cea hubo en su día una rudimentaria panadería industrial, o algo similar.  No estoy muy seguro de los años que corresponde a su existencia, pero creo que fuera por la década de los cincuenta del siglo pasado. Guillermo Díaz Arroyo, "El panadero", como se le nombraba  popularmente, era el dueño y quien amasaba en esa panadería.   ( Por cierto, este señor, genio y figura,  era todo un personaje que sin duda se merece en exclusiva un texto para él solo. Hoy de momento no, pero con el tiempo todo se andará) Lo que yo tengo mis dudas es acerca de si le sería rentable o no  su rudimentaria tahona.  Por entonces,  lo normal era que todos las vecinas del pueblo amasaran su propio pan, razón por la cual se generan  mis dudas. Clientes de otros pueblos si que debían venir a comprarle pan;  como por ejemplo uno de Valdescapa. Según he oído, este señor al que apodaban "Pepuca", y  que al parecer fue maestro, venía con su mujer, Goya,   y se llevaban sacos enteros de hogazas. La panadería de la que os hablo estuvo en un parte de la casa que hoy día es de mi propiedad situada   en el nº 4 de la Plaza San Pelayo.  Aún recuerdo  los dos hornos que tenía aquella rudimentaria tahona  de "El panadero" .  Por entonces,  presentaban ambos un aspecto  de total abandono, casi en ruinas, pero en cambio se percibía claramente que se trataba de hornos aparentemente industriales. Cuando en 1970 se hizo  la primera reforma de esa casa  desaparecieron ambos hornos y todo cuanto a ellos estaba vinculados. Y desgraciadamente  lo mismo que estos, por una u otra razón, fueron despareciendo paulatinamente el resto de los hornos que había en el pueblo. Estoy convencido de que ya no queda ni un vestigio que pueda indicarnos en que parte de la casa  estuvieron situados en su día.  Lo mismo ocurre con aquellos  artilugios que fueron necesarios para amasar el pan, los cuales arriba os he nombrado. Supongo que junto a  los antiguos aperos de la labranza también estarán almacenados todos ellos  en el rincón del olvido. Por eso de vez en cuando resulta  muy emotivo rescatarlos por un tiempo de tan deprimente rincón a fin  de  darles luz, vida, aire...a través de la memoria. Es una forma simbólica de agradecer la utilidad que prestaron en su día y la cual resultó  ser una parte fundamental y necesaria  en nuestras vidas. Es obvio que esa utilidad que nos dieron, en su momento, tanto  los utensilios para amasar, como los aperos de la labranza,    ha posibilitado el que generación tras generación nacida en  Mozos de Cea, o vinculada directamente al pueblo por determinados  lazos sanguíneos,  tengamos  la oportunidad  de continuar sintiendo cada día   todo el dolor y la belleza de estar vivos. Como por supuesto  espero y deseo que  sigan teniendo   esa misma oportunidad todas  las generaciones que a nosotros nos precedan

Y esto fue todo. Si el texto puede resultar excesivamente largo, mis disculpas. La ocasión así lo requería. Trato de resumir al máximo, pero se ve que no lo consigo. En fin....Serafín.

Largos días y plácidas noches a todos y a todas ( Y a seguir luchando por ser felices)

Rafael






( Aprovechado que el "Pisuerga pasa por Valladolid",... aquí os dejo este video donde podréis escuchar la archiconocida y popular jota de que Melitona no puede amasar porque tiene la levadura en Pamplona. El enunciado dice que es jota castellana, supongo que será castellana, pero también leonesa, porque desde tiempos ancestrales se ha cantado en León. Seguro que muchos de vosotros en algún momento la habéis   canturreado. O escuchado. Si no es así, ahora tenéis la ocasión de hacerlo. ) 


 
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