Volvemos a reencontrarnos de nuevo en este espacio. Otra vez la palabra en forma de recuerdo toma su protagonismo. Y sin más dilación comencemos a hablar del nostálgico asunto que aquí me trae, y que no es otro que hablaros un poco en síntesis de los de la forma en que nos divertíamos jugando los niños de Mozos de Cea cuando la ocasión lo requería durante mi época infantil, la cual como supongo ya conoceréis transcurrió allá por la remota década de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado. Es obvio que suena muy repetitivo y bastante cansino el referirse constantemente el que los niños de hoy en día no saben jugar, o tienen una forma nada convencional a la hora de divertirse jugando; y sobre todo muy individual. Cosa que considero muy cierto esto último ya que normalmente siempre están solos jugando con cualquiera de esos dispositivos tecnológicos porque normalmente no se requiere más que una persona para manejarlos. Resulta palmario que esta circunstancia resulta muy diferente a mi época infantil ya que por necesidad teníamos que asociarnos a otros niños con el fin de compartir la mayoría de aquellos juegos. Es evidente que la forma de diversión jugando se ha transformado. No sé si aquella manera nuestra de jugar en grupo resultaba más divertida que el individualismo que impera hoy entre los niños a la hora de jugar. Ni quiero, ni pretendo enjuiciar o valorar cual de ambas maneras pude resultar mejor o peor, simplemente doy mi opinión. Y punto. Tan sólo si tuviera que elegir, me quedaría con aquella relacionada con mi época infantil, aunque careciera de todo ese sofisticado glamur que desprende todos estos juegos que pertenecen a la era digital. Al menos psicológicamente considero que resultan más sanos para el niño, porque no creaban ni aislamiento ni adición a los videojuegos.
Lo que si quiero dejar bien claro, es que teníamos que ser muy imaginativos para disponer de los adecuados artilugios que nos sirvieran para jugar. Por consiguiente éramos unos expertos "autodidactas" diseñando y construyendo nuestros propios juguetes. La necesidad o la obligación de construirlos era más bien un imperativo impuesto por la situación de aquellos años. Por entonces las mayoría de las familias del pueblo trataba de vivir con la mayor dignidad posible basándose en una economía familiar, pongamos que de supervivencia, donde obviamente no se podía permitir dispendios como el de comprar juguetes, de ahí como ya he indicado, la imaginación y la maña para construirlos. Está claro que siempre había los típicos niños que tenían mayor destreza para la confección de los mismos, pero todos los artilugios de juego que construíamos, con arte o sin él, acababan sirviendo para la utilidad que se le requería. Aunque la tendencia era de que los niños jugaran sólo entre ellos, y las niñas lo mismo , siempre había alguna excepción, con lo cual en más de una ocasión en diferentes juegos se participaba de manera mixta. Como por ejemplo al juego de Civiles y Ladrones. ¿Algún lector o lectora lo recuerda? En este juego se hacían dos grupos. Primero había que hacer la elección de a que grupo le tocaba a cada participante. Nos poníamos en corro los presentes. Alguien se encargaba de soltar una especie de cantinela para ir designado a quien le correspondía ser civil y a quien ladrón. Así era la letra de aquella cantinela:
"Madre e hija
fueron a misa
se encontraron
con un francés
y le dijeron
que hora es:
la una, las dos,
las tres, las cuatro,
las cinco, las seis,
las siete, las ocho,
con pan y bizcocho,
liebre y cazador
civil y ladrón."
Una vez elegidos los civiles en un grupo y los ladrones en el otro, los segundos se iban a esconderse y los primeros debían de encontrarlos como es obvio. Cuando los ladrones se habían alejado y ya se les había perdido de vista, éstos gritaban: -¡"Tres navíos en un mar"!- de la misma les contestaban quienes hacían de civiles, los cuales no se habían movido del sitio de donde se hizo la selección: .-¡Y otros tres en busca van!. Entonces empezaba la busca de los lugares donde se hallaba escondidos. Una vez descubiertos todos, se cambiaba el rol. Otro juego parecido a éste era el que se conoce como el escondite pero que nosotros le llamábamos "jugar a la maya". Por entonces había varios lugares muy recónditos para esconderse, sobre todo aquellas casas viejas y vacías, casi en ruinas alguna de ellas, en especial la que pertenecía a Clementino, (En ese mismo solar Adolfo tiene construida su casa) En todas ellas nos metíamos dentro, sin temer a peligro alguno. Osados e inconscientes que éramos por entonces, sin duda. También jugamos a "los corros" siempre lo hacíamos en la que se puede considerar como "Plaza del pueblo", donde otrora estuvo situada la vieja y derruida escuela y hoy se ubica el consultorio médico. Este juego de los corros era una versión muy nuestra, surgida del conocido deporte del beisbol a la que imponíamos nuestras particulares reglas. Por cierto, en vez de darle con el bate a la pelota, lo hacíamos con la mano. No se si alguien recordará el juego aquel que decía: "Declaro la guerra contra... (el país que nombrara uno de los participantes que se ponía en el centro de un gran círculo marcado en el suelo ) A cada participante le correspondía una parte del círculo donde escribía el nombre del país que quisiera. Quienes no tenían el nombre del país mencinado salía de estampida del círculo, sin embargo quien había elegido ese nombre de la misma, gritaba -¡Pies quietos!. Y todos quedaban inmóviles. Se trataba de conquistar terreno a los países participantes. Ya veis, a pesar de nuestra supuesta inocencia infantil, también nosotros ya andábamos con los juegos bélicos, pero en nada se parecían a esos tan violentos y desagradables que aglutinan las videoconsolas, móviles, tabletas, etc. Para no cansaros ni aburriros, no seguiré explicando más normas de "jueguecitos" de este tipo. Así que cambiaré de guión.
Como ya os comento, todos estimulábamos al máximo la imaginación para fabricarnos aquellos rudimentarios juguetes. Como por ejemplo "las rodajas", las cuales confeccionábamos con las típicas latas de conserva, en especial de escabeche de un kilo, o de 5 kilos, y también utilizábamos sus tapas, que lógicamente habíamos recortado. Las clavábamos a un palo dejado su holgura para que éstas rodaran. Algunos se las curraba con mucha destreza, ya que hasta freno las colocaban. No veas que carreras a diario nos dábamos por las calles del pueblo haciendo rodar ese artilugio. También estaban los aros. Había dos tipos de éstos: los que provenían de los toneles donde se envasaba el vino y el de una parte de la rueda de los carros. Estos últimos eran más pequeños y su forjado era más consistente. Para conseguir que se mantuvieran en pie y hacer que rodaran había que hacerlo a través de una guía. Esta consistía en una alambre previamente acondicionada para sujetar y guiar el aro. Una vez ajustada la alambre, se introducía la parte sin arreglar dentro de un palo para que sirviera de agarradero. La misma función que hacían las rodajas, la hacían los aros, por lo tanto todo el santo día andábamos correteando, con mayor o menor habilidad, calle arriba y calle abajo con ese artilugio. Y por cierto, nada de asfalto en las calles por entonces. ¿Su pavimentación?: baches, socavones, piedras de diferente tamaño y grosor...Vamos que siempre había que estar atentos para esquivar los "contratiempos" de su pavimentación natural, pero era difícil esquivarlos todos y no veas los saltos que pegaban los aros. Luego estaba la "chaguaza". No era otra cosa que un palo de sauco que traíamos de Villeza, el cual vaciamos su interior. Una vez hueco y hecho sus correspondientes arreglos, tanto nos podía servir como si fuera una pistola de agua, o con "balas", en este caso las balas eran de estopa. Conseguíamos que a través de un mecanismo de impulsión saliera uno de los tacos despedido con fuerza y sonoridad. Arte y maña, sin duda. A nadie le faltaba el tirachinas, o el "ramal" como popularmente le nombrábamos. Como escaseaban por entonces los neumáticos de las bicicletas tan utilizados para esta "arma", nos servíamos de las botas de goma rotas. Obviamente al ser una clase de goma bastante dura, al lanzar la piedra, la distancia que alcanzaba era muy corta. ¿Y los "picojos"? Así era como llamábamos a una especie de zancos que confeccionábamos con las ramas de los robles, o rebollos como se les conoce popularmente. Todo un desafío era mantenerse en pie y avanzar con aquellos aparatos. Luego estaba el "pinche", un palo al que le habíamos elaborado una afilada puta y su cometido era hincarlo en el suelo con las reglas establecidas para ese juego. Otros artilugios fueron la "bufadera", no veas que forma de bufar tenía aquella tabla, normalmente con picos tipo sierra, entre dos cuerdas. La "chavalita", pequeña pieza de madera tipo peonza pero con cuatro caras donde estaban escritas también cuatro letras: P, (de pon), D (de deja) S (de saca) C (de coge). Según que letra saliera una vez que la chavalita dejara de bailar, tenías que contribuir, bien aportando o sacando el material que se jugaba: perras, cartones, piñones, fréjoles, etc. Por cierto del juego de los piñones ya os hablé con anterioridad, por tanto está demás reiterarme en lo mismo. Sólo decir que con las misma reglas que se jugaba a los piñones, se hacia con los fréjoles y los cartones que agenciábamos de las antiguas cajas de cerillas , aunque estos últimos para sacarlos del cuadro marcado en el suelo, utilizábamos una goma redonda, la cual habíamos recortado de la suela de una zapatilla vieja y rota. Estaba también la "rana", confeccionada, bien con una caja de cerillas o con la mitad de una cáscara de nuez y un trozo de la "pedorra" (vejiga) seca del cerdo. A ambas había que ponerlas un fino y pequeño palo acondicionado y también las "serdas" (pelos) del rabo de una vaca. En el fondo se trataba de una especie de sonajero y si hacías los movimientos adecuados su ruido podía parecerse al croar de la rana. De ahí su nombre. También estaba el "chiflo". Para hacer este instrumento sonoro se empleaba un trozo de rama verde de sauce. Se le hacia un corte alrededor del palo y luego se daban suaves golpes con el mango de la navaja o cuchillo que habíamos utilizado. Esto se hacia para que "sudara" el palo y así poder desprender la corteza sin el menor daño posible. Mientras se daba esos suaves golpes se entonaba una especie de cantinela, que según la leyenda urbana resultaba ser más efectivo. Decía lo siguiente: "Suda cañuda/ con unto de rana/ sino sudas hoy/ sudarás mañana". Y así una y otra vez se repetía la cantinela hasta que prácticamente habíamos conseguido extraer la corteza. Una vez ya fuera, en esa parte del palo desnudo se le hacia una especie de boquilla y ranura, semejantes a las que tiene la flauta dulce, y en la corteza se hacia un agujero que era por donde iba a surgir el sonido. Terminado el acondicionamiento, se volvía a colocar la capsula en el lugar de donde salió y ya podíamos disponer de un instrumento musical, aunque la verdad su sonido... ¡¿Qué puedo deciros al respecto?! Melódico, pues no; más bien estridente Recuerdo algún otro más como: la matraca y carranca, instrumentos de percusión hechos de madera y utilizados durante la semana santa para anunciar por las calles los actos a celebrar en la iglesia ya que no se podía tocar las campanas porque supuestamente estaban de "luto". Los arcos con los que lanzábamos las varillas de los paraguas bien afiladas que servían como flechas porque ingenuamente nos creíamos que saldrían con mas fuerza impulsadas y así conseguiríamos con mayor facilidad clavarlas en el lugar adecuado. Como podéis comprobar, todo se aprovechaba. Cuando algo estaba en desuso, nosotros los niños lo reciclábamos para darle la utilidad que fuera menester.
Prácticamente la totalidad de los artilugios que he reseñado eran los que empleaban los niños en sus juegos y desde luego que las niñas también tenían sus propios y juegos y aparatos. Pero como veo que el texto es excesivamente largo, no quiero excederme más contándoos por ahora más "batallitas" de este tipo por temor a resultaros cansino y acabéis por abandonar su lectura. Así que continuaré en la próxima hablándoos de esa forma de divertirse que tenían las niñas que coincidieron conmigo durante mi época infantil y también de algún que otro juego que de forma mixta en él participábamos. De momento queda esta primera parte publicada. Seguiremos en la próxima con la segunda parte. Ahora me conformaré con que no os disguste lo que aquí queda escrito.
Saludos a todas y a todos
Rafael
"Madre e hija
fueron a misa
se encontraron
con un francés
y le dijeron
que hora es:
la una, las dos,
las tres, las cuatro,
las cinco, las seis,
las siete, las ocho,
con pan y bizcocho,
liebre y cazador
civil y ladrón."
Una vez elegidos los civiles en un grupo y los ladrones en el otro, los segundos se iban a esconderse y los primeros debían de encontrarlos como es obvio. Cuando los ladrones se habían alejado y ya se les había perdido de vista, éstos gritaban: -¡"Tres navíos en un mar"!- de la misma les contestaban quienes hacían de civiles, los cuales no se habían movido del sitio de donde se hizo la selección: .-¡Y otros tres en busca van!. Entonces empezaba la busca de los lugares donde se hallaba escondidos. Una vez descubiertos todos, se cambiaba el rol. Otro juego parecido a éste era el que se conoce como el escondite pero que nosotros le llamábamos "jugar a la maya". Por entonces había varios lugares muy recónditos para esconderse, sobre todo aquellas casas viejas y vacías, casi en ruinas alguna de ellas, en especial la que pertenecía a Clementino, (En ese mismo solar Adolfo tiene construida su casa) En todas ellas nos metíamos dentro, sin temer a peligro alguno. Osados e inconscientes que éramos por entonces, sin duda. También jugamos a "los corros" siempre lo hacíamos en la que se puede considerar como "Plaza del pueblo", donde otrora estuvo situada la vieja y derruida escuela y hoy se ubica el consultorio médico. Este juego de los corros era una versión muy nuestra, surgida del conocido deporte del beisbol a la que imponíamos nuestras particulares reglas. Por cierto, en vez de darle con el bate a la pelota, lo hacíamos con la mano. No se si alguien recordará el juego aquel que decía: "Declaro la guerra contra... (el país que nombrara uno de los participantes que se ponía en el centro de un gran círculo marcado en el suelo ) A cada participante le correspondía una parte del círculo donde escribía el nombre del país que quisiera. Quienes no tenían el nombre del país mencinado salía de estampida del círculo, sin embargo quien había elegido ese nombre de la misma, gritaba -¡Pies quietos!. Y todos quedaban inmóviles. Se trataba de conquistar terreno a los países participantes. Ya veis, a pesar de nuestra supuesta inocencia infantil, también nosotros ya andábamos con los juegos bélicos, pero en nada se parecían a esos tan violentos y desagradables que aglutinan las videoconsolas, móviles, tabletas, etc. Para no cansaros ni aburriros, no seguiré explicando más normas de "jueguecitos" de este tipo. Así que cambiaré de guión.
Como ya os comento, todos estimulábamos al máximo la imaginación para fabricarnos aquellos rudimentarios juguetes. Como por ejemplo "las rodajas", las cuales confeccionábamos con las típicas latas de conserva, en especial de escabeche de un kilo, o de 5 kilos, y también utilizábamos sus tapas, que lógicamente habíamos recortado. Las clavábamos a un palo dejado su holgura para que éstas rodaran. Algunos se las curraba con mucha destreza, ya que hasta freno las colocaban. No veas que carreras a diario nos dábamos por las calles del pueblo haciendo rodar ese artilugio. También estaban los aros. Había dos tipos de éstos: los que provenían de los toneles donde se envasaba el vino y el de una parte de la rueda de los carros. Estos últimos eran más pequeños y su forjado era más consistente. Para conseguir que se mantuvieran en pie y hacer que rodaran había que hacerlo a través de una guía. Esta consistía en una alambre previamente acondicionada para sujetar y guiar el aro. Una vez ajustada la alambre, se introducía la parte sin arreglar dentro de un palo para que sirviera de agarradero. La misma función que hacían las rodajas, la hacían los aros, por lo tanto todo el santo día andábamos correteando, con mayor o menor habilidad, calle arriba y calle abajo con ese artilugio. Y por cierto, nada de asfalto en las calles por entonces. ¿Su pavimentación?: baches, socavones, piedras de diferente tamaño y grosor...Vamos que siempre había que estar atentos para esquivar los "contratiempos" de su pavimentación natural, pero era difícil esquivarlos todos y no veas los saltos que pegaban los aros. Luego estaba la "chaguaza". No era otra cosa que un palo de sauco que traíamos de Villeza, el cual vaciamos su interior. Una vez hueco y hecho sus correspondientes arreglos, tanto nos podía servir como si fuera una pistola de agua, o con "balas", en este caso las balas eran de estopa. Conseguíamos que a través de un mecanismo de impulsión saliera uno de los tacos despedido con fuerza y sonoridad. Arte y maña, sin duda. A nadie le faltaba el tirachinas, o el "ramal" como popularmente le nombrábamos. Como escaseaban por entonces los neumáticos de las bicicletas tan utilizados para esta "arma", nos servíamos de las botas de goma rotas. Obviamente al ser una clase de goma bastante dura, al lanzar la piedra, la distancia que alcanzaba era muy corta. ¿Y los "picojos"? Así era como llamábamos a una especie de zancos que confeccionábamos con las ramas de los robles, o rebollos como se les conoce popularmente. Todo un desafío era mantenerse en pie y avanzar con aquellos aparatos. Luego estaba el "pinche", un palo al que le habíamos elaborado una afilada puta y su cometido era hincarlo en el suelo con las reglas establecidas para ese juego. Otros artilugios fueron la "bufadera", no veas que forma de bufar tenía aquella tabla, normalmente con picos tipo sierra, entre dos cuerdas. La "chavalita", pequeña pieza de madera tipo peonza pero con cuatro caras donde estaban escritas también cuatro letras: P, (de pon), D (de deja) S (de saca) C (de coge). Según que letra saliera una vez que la chavalita dejara de bailar, tenías que contribuir, bien aportando o sacando el material que se jugaba: perras, cartones, piñones, fréjoles, etc. Por cierto del juego de los piñones ya os hablé con anterioridad, por tanto está demás reiterarme en lo mismo. Sólo decir que con las misma reglas que se jugaba a los piñones, se hacia con los fréjoles y los cartones que agenciábamos de las antiguas cajas de cerillas , aunque estos últimos para sacarlos del cuadro marcado en el suelo, utilizábamos una goma redonda, la cual habíamos recortado de la suela de una zapatilla vieja y rota. Estaba también la "rana", confeccionada, bien con una caja de cerillas o con la mitad de una cáscara de nuez y un trozo de la "pedorra" (vejiga) seca del cerdo. A ambas había que ponerlas un fino y pequeño palo acondicionado y también las "serdas" (pelos) del rabo de una vaca. En el fondo se trataba de una especie de sonajero y si hacías los movimientos adecuados su ruido podía parecerse al croar de la rana. De ahí su nombre. También estaba el "chiflo". Para hacer este instrumento sonoro se empleaba un trozo de rama verde de sauce. Se le hacia un corte alrededor del palo y luego se daban suaves golpes con el mango de la navaja o cuchillo que habíamos utilizado. Esto se hacia para que "sudara" el palo y así poder desprender la corteza sin el menor daño posible. Mientras se daba esos suaves golpes se entonaba una especie de cantinela, que según la leyenda urbana resultaba ser más efectivo. Decía lo siguiente: "Suda cañuda/ con unto de rana/ sino sudas hoy/ sudarás mañana". Y así una y otra vez se repetía la cantinela hasta que prácticamente habíamos conseguido extraer la corteza. Una vez ya fuera, en esa parte del palo desnudo se le hacia una especie de boquilla y ranura, semejantes a las que tiene la flauta dulce, y en la corteza se hacia un agujero que era por donde iba a surgir el sonido. Terminado el acondicionamiento, se volvía a colocar la capsula en el lugar de donde salió y ya podíamos disponer de un instrumento musical, aunque la verdad su sonido... ¡¿Qué puedo deciros al respecto?! Melódico, pues no; más bien estridente Recuerdo algún otro más como: la matraca y carranca, instrumentos de percusión hechos de madera y utilizados durante la semana santa para anunciar por las calles los actos a celebrar en la iglesia ya que no se podía tocar las campanas porque supuestamente estaban de "luto". Los arcos con los que lanzábamos las varillas de los paraguas bien afiladas que servían como flechas porque ingenuamente nos creíamos que saldrían con mas fuerza impulsadas y así conseguiríamos con mayor facilidad clavarlas en el lugar adecuado. Como podéis comprobar, todo se aprovechaba. Cuando algo estaba en desuso, nosotros los niños lo reciclábamos para darle la utilidad que fuera menester.
Prácticamente la totalidad de los artilugios que he reseñado eran los que empleaban los niños en sus juegos y desde luego que las niñas también tenían sus propios y juegos y aparatos. Pero como veo que el texto es excesivamente largo, no quiero excederme más contándoos por ahora más "batallitas" de este tipo por temor a resultaros cansino y acabéis por abandonar su lectura. Así que continuaré en la próxima hablándoos de esa forma de divertirse que tenían las niñas que coincidieron conmigo durante mi época infantil y también de algún que otro juego que de forma mixta en él participábamos. De momento queda esta primera parte publicada. Seguiremos en la próxima con la segunda parte. Ahora me conformaré con que no os disguste lo que aquí queda escrito.
Saludos a todas y a todos
Rafael