Aquí estamos presente de nuevo con la intención de que la lectura asociada al recuerdo os resulte una grata experiencia; tal como viene siendo habitual cada vez que nuevo párrafo aparece publicado en este blog. Sin más dilación, comencemos. Esta vez voy a hablaros de esa relación poco amistosa que ha tenido Mozos de Cea con Valdescapa desde tiempos remotos. Esta circunstancia quizá se deba a la cercanía que tienen ambos pueblos, poco más de 2 kilómetros de distancia los separa y esta proximidad puede generar cierta rivalidad encubierta. Lo que si creo estar convencido es que erróneamente hemos conceptuado a Valdescapa como un pueblo inferior, por el hecho de que su núcleo urbano es más reducido que el nuestro y esta condición siempre ha ido en detrimento del número de sus habitantes. Quizá por esta circunstancia de que Mozos de Cea siempre ha tenido más habitantes, nos hemos comportado la mayoría de veces un tanto arrogantes, y cuando no ofensivos, con nuestro pueblo vecino por antonomasia. Siempre cuando hemos hecho, o hacemos, comentarios futuristas en plan visionario sobre quien será el primer pueblo de esa zona que ha de quedar vacío, el nombre de Valdescapa es el primero que de forma despectiva se nombra. (Cuando no Villacerán) Supongo que este contratiempo vendrá precedido porque en ambos pueblos no llega a la veintena de personas los que en ellos residen de forma permanente todo el año. Por otra parte, debo reconocer que de vez en cuando ha habido su natural filing en esta relación por esa proximidad que acostumbra a ocasionar una especie de nexo envuelto en un halo de "animosidad y afecto". Cierto que hoy en día tan sólo quedan ciertas reminiscencias de aquel tiempo de "llevarse mal" y me da a mí que no están por la labor de desaparecer; es más, de forma inevitable a través de algún comentario despectivo o burlesco de manera instintiva aparecen. Y como dato curioso, comentaré algo que a priori puede resultar trivial, pero guarda relación con lo que escribo. Veréis, popularmente al número 77 se le conoce como "las dos banderas de Italia". Pues bien, cuando hace años se jugaba en Mozos de Cea su particular y tradicional lotería, de la cual ya os hablé en otra ocasión, a la mayoría de números al cantarlos se les añadía una coletilla. Cuando salía el número citado, el cantador de turno, normalmente Paulino de Lucas, en vez de nombrar las dos banderas al país que corresponden, indicaba en plan gracioso: "¡las dos banderas de Valdescapa!". Mira que tenemos pueblos colindantes para adjudicarles las banderas de marras : Velilla, Santamar, Sahelices, Renedo, etc, etc, pues no; tenía que ser Valdescapa. Parece que a la menor oportunidad estamos nombrándolo con el propósito de hacer gracia. ¿Excesiva fijación o jocosidad con el pueblo vecino más próximo? Cada uno que saque sus propias conclusiones. En fin; me temo que todo esto es algo que viene lastrado a través de las sucesivas generaciones y que como algo tradicional se sigue perpetuando en el tiempo.
( En esta imagen se pude apreciar el pueblo de Valdescapa y la estética natural de su paisaje que como podéis observar es genuinamente rural)
A continuación comentaré alguna anécdota en referencia a la tensa relación que tuvieron estos pueblos durante la época en que transcurrió mi infancia. Por aquellos años, como los niños de Mozos de Cea estábamos en mayoría con los de Valdescapa, aprovechábamos la coyuntura para convertirnos en unos auténticos abusones y hacerles la vida imposible siempre que se atrevían a venir a nuestro pueblo. Y por entonces los pobres no les quedaba más remedio que desplazarse a él si querían comprar alguna golosina, las cuales vendía en su cantina Hortensio García. Así que le echaban arrojo, y por aquel antiguo y popular atajo conocido como la "Senda de Valdescapa", - en la actualidad desaparecida por mor de la concentración parcelaria - todos ellos venían a hacer su compra de golosinas y nosotros que sabíamos más o menos el día que iban a aparecer, normalmente los domingos, les esperábamos a la entrada del pueblo para recibirlos con la hostilidad de costumbre. Y es que el hecho de estar en mayoría, y además en tu pueblo, te otorgaba un plus doble de bravuconería contra los forasteros. Así, que cuando nos veían que íbamos en plan intimidante, no decían ni mu; agachaban la cabeza y los infelices de vuelta para Valdescapa, imagino que con un enfado de tres pares de narices y "ciscándose en nuestros muertos"; en cambio nosotros todo ufanos por esa "hazaña" de hacer que volvieran de vacío a su pueblo. Recuerdo que un domingo a la mañana por la senda citada venían todos ellos y nosotros en el lugar habitual los aguardábamos para darles el habitual recibimiento, pero aquel día no se achantaron. Supongo que ya estarían hartos de irse de vacío todos los días para su pueblo a cuenta de nuestras constantes y abusivas provocaciones, así que sorprendentemente en aquella ocasión trataron de hacernos frente y respondieron airados a nuestras bravuconerías. Se me ha quedado gravado en la memoria aquellas desafiantes palabras de Secundino que enfadadísimo repetía una y otra vez:
- ¡Voy a sacar la navaja y hoy a alguno de este pueblo le voy a hacer una botonera!
Lo sorprendente de aquella tensa situación era que algunos de los acompañantes le alentaban para que la sacara por si pudiera surgir el efecto intimidatorio deseado y éramos nosotros los que nos achantábamos. Pero como allí no se mostró navaja alguna, creo que tan sólo se trataba de un farol que se marcaron por si colaba, lamentablemente tuvieron que sufrir el mismo revés de siempre, que no era otro que regresar a casa sin comprar una triste golosina. Ahora desde la cordura que me posibilita mi edad adulta, me pregunto, ¿Por qué estúpida razón les negamos por entonces a aquellos niños de Valdescapa, no sólo ya el derecho de comprar golosinas en la cantina de Hortensio, sino la entrada al pueblo? La verdad es que la niñez no resulta todo en ella cándida inocencia, también tiene su punto de crueldad, que por supuesto no tiene ese elevado grado de malicia que manifestamos las personas adultas, pero ahí está formando parte de la infancia y haciendo de vez en cuando la puñeta, como en este caso. Por cierto, que no sólo los niños andábamos a la gresca con los homólogos de este pueblo, también las niñas se apuntaban a la "bronca", aunque estas menos belicosas que nosotros: eran más sutiles en la ofensa, pero con idénticas intenciones. Ellas acostumbraban a echarles en cara sus carencias y presumiendo de que en Mozos de Cea había más tractores, más televisores, más coches...en fin; más de todo. Era obvio que así fuera porque el número de vecinos era mayor. Aunque bueno, según la versión que llega a través de la rumorología popular, a pesar de tener menos habitantes, se le puede considerar más rico que Mozos de Cea. No estoy muy seguro, por tanto pudiera equivocarme, pero creo que esa supuesta mayor riqueza radica en el mayor número de Hectáreas de cereal cultivables que posee y en la calidad agraria de las mismas. Ahora mientras escribo todo esto, me viene a la memoria, el miedo que me entraba por aquellos años remotos, cuando mi madre me mandaba a comprar gaseosas que elaboraba Eliher en su fabrica de Valdescapa. Con el miedo metido en el cuerpo caminaba solo senda adelante, pensando si al verme llegar se cobrarían su venganza los niños de este pueblo. Pero por suerte nunca me topé con represalia alguna, que estoy seguro me la hubiera merecido por ser uno de los más beligerantes a la hora de las grescas.
Pero como ya he comentado arriba, también en su momento tuvimos por entonces nuestro particular filing. Aunque la mayoría de veces andábamos de bronca, hubo días que nos relacionamos amigablemente, fruto de aquel buen rollo, fue un partido de futbol que jugamos, o tratamos de jugarlo, un día en Valdescapa. Debo reconocer que no tenían ni puñetera idea de jugar al futbol. No es que nosotros fuéramos unos dechados de virtudes jugando, pero sabíamos las reglas básicas; así como dar pases, chutar a portería...ellos en cambio, sólo correr y correr todos juntos detrás del balón sin orden ni concierto. En principio ya estaban con la mosca tras la oreja cuando les propusimos lo del partido. Temerosos de que podían hacer el ridículo, nos llevaron a jugar a unos prados alejados del pueblo para que nadie nos viera. Pero hete ahí, que cuando llevábamos poco tiempo jugando y habían encajado ya seis goles, nosotros ninguno, aparecieron tres mozuelas de su pueblo tratando de animarles, pero más que estímulo lo que les ocasionó fue vergüenza, por los goles encajados de seguido y su total nulidad para jugar al futbol, por lo cual dieron por finiquitado el partido.
A propósito del futbol, quiero comentar que hace muchísimos años, en Mozos de Cea se adjudicó a sus vecinos una parcela ubicada dentro de la cota del monte para que ésta pudiera ser cultivada. Para lograr este fin, antes había que cortar las abundantes matas de roble bajo que habían crecido en cada parcela. Aquella fatigosa labor de los vecinos del pueblo se conocía popularmente como "cavar mata", porque aparte de cortar las matas del exterior, tenían que cavar profundamente para extraer sus raíces y así poder arar la parcela sin problema alguno. Pues bien, cuando se hizo la repartición de la parcelas, se concedió una de ellas a la Iglesia. Era lógico que el sacerdote que oficiaba por aquel tiempo en el pueblo, Bernardo Pérez Gil, personalmente no se iba a encargar de cavar las matas, con lo cual ese trabajo recayó en los mozos y adolescentes del pueblo. Como gratificación por esa labor cumplida, el sacerdote les regaló un balón. Y con este mismo balón solía ir a jugar al futbol al conocido término como "Alto de Valdescapa", que en realidad era una amplia campera situada dentro de los límites de este pueblo y creo que también la concentración parcelaria se encargó de eliminarla en su día. Al parecer los jóvenes que había por entonces en Valdescapa al ver que los de Mozos de Cea se para divertirse se apropiaban de un terreno que pertenecía a su pueblo, este atrevimiento les molestaba. No se si es por que se sentían "invadidos", o por qué otra maldita razón, el caso es que desde abajo del alto, les lanzaban piedras para que se fueran de allí. Los supuestos "invasores" hacían todo lo contrario: en vez de marcharse, repelían su ataque arrojándoles piedras desde arriba. Y a cuenta de es ajetreo de pedrada va, cantazo viene, montaban unas batallas de "padre y muy señor mío". Supongo que cuando alguna de aquellas piedras daban en el blanco, se haría notar el grito de dolor de aquellos " fieros combatientes". Estos beligerantes hechos según me comentó algunos de los implicados en la refriega, datan aproximadamente de la década de los cincuenta del siglo pasado. Con lo cual podéis calcular desde que época vienen los conflictos con los jóvenes y niños del pueblo vecino. Esto convenido de que muchas personas de las sucesivas generaciones que han precedido a aquellos combatientes de piedra en mano, tendrán más que una anécdota que contar, tal como en este apartado yo he narrado, referente a esta compleja y sempiterna relación de aprecio y animosidad que siempre hemos tenido con Valdescapa.
Y aquí quedan estas palabras que forman parte de aquellos momentos vividos en común y que pertenecen ya al pasado. Simplemente he tratado de que a través de la nostalgia regresaran para quedarse en este espacio virtual y de paso quiero que conste en acta que realmente sucedió tal como os lo cuento.
Saludos a todas y a todos.
Rafael
( En esta imagen se pude apreciar el pueblo de Valdescapa y la estética natural de su paisaje que como podéis observar es genuinamente rural)
A continuación comentaré alguna anécdota en referencia a la tensa relación que tuvieron estos pueblos durante la época en que transcurrió mi infancia. Por aquellos años, como los niños de Mozos de Cea estábamos en mayoría con los de Valdescapa, aprovechábamos la coyuntura para convertirnos en unos auténticos abusones y hacerles la vida imposible siempre que se atrevían a venir a nuestro pueblo. Y por entonces los pobres no les quedaba más remedio que desplazarse a él si querían comprar alguna golosina, las cuales vendía en su cantina Hortensio García. Así que le echaban arrojo, y por aquel antiguo y popular atajo conocido como la "Senda de Valdescapa", - en la actualidad desaparecida por mor de la concentración parcelaria - todos ellos venían a hacer su compra de golosinas y nosotros que sabíamos más o menos el día que iban a aparecer, normalmente los domingos, les esperábamos a la entrada del pueblo para recibirlos con la hostilidad de costumbre. Y es que el hecho de estar en mayoría, y además en tu pueblo, te otorgaba un plus doble de bravuconería contra los forasteros. Así, que cuando nos veían que íbamos en plan intimidante, no decían ni mu; agachaban la cabeza y los infelices de vuelta para Valdescapa, imagino que con un enfado de tres pares de narices y "ciscándose en nuestros muertos"; en cambio nosotros todo ufanos por esa "hazaña" de hacer que volvieran de vacío a su pueblo. Recuerdo que un domingo a la mañana por la senda citada venían todos ellos y nosotros en el lugar habitual los aguardábamos para darles el habitual recibimiento, pero aquel día no se achantaron. Supongo que ya estarían hartos de irse de vacío todos los días para su pueblo a cuenta de nuestras constantes y abusivas provocaciones, así que sorprendentemente en aquella ocasión trataron de hacernos frente y respondieron airados a nuestras bravuconerías. Se me ha quedado gravado en la memoria aquellas desafiantes palabras de Secundino que enfadadísimo repetía una y otra vez:
- ¡Voy a sacar la navaja y hoy a alguno de este pueblo le voy a hacer una botonera!
Lo sorprendente de aquella tensa situación era que algunos de los acompañantes le alentaban para que la sacara por si pudiera surgir el efecto intimidatorio deseado y éramos nosotros los que nos achantábamos. Pero como allí no se mostró navaja alguna, creo que tan sólo se trataba de un farol que se marcaron por si colaba, lamentablemente tuvieron que sufrir el mismo revés de siempre, que no era otro que regresar a casa sin comprar una triste golosina. Ahora desde la cordura que me posibilita mi edad adulta, me pregunto, ¿Por qué estúpida razón les negamos por entonces a aquellos niños de Valdescapa, no sólo ya el derecho de comprar golosinas en la cantina de Hortensio, sino la entrada al pueblo? La verdad es que la niñez no resulta todo en ella cándida inocencia, también tiene su punto de crueldad, que por supuesto no tiene ese elevado grado de malicia que manifestamos las personas adultas, pero ahí está formando parte de la infancia y haciendo de vez en cuando la puñeta, como en este caso. Por cierto, que no sólo los niños andábamos a la gresca con los homólogos de este pueblo, también las niñas se apuntaban a la "bronca", aunque estas menos belicosas que nosotros: eran más sutiles en la ofensa, pero con idénticas intenciones. Ellas acostumbraban a echarles en cara sus carencias y presumiendo de que en Mozos de Cea había más tractores, más televisores, más coches...en fin; más de todo. Era obvio que así fuera porque el número de vecinos era mayor. Aunque bueno, según la versión que llega a través de la rumorología popular, a pesar de tener menos habitantes, se le puede considerar más rico que Mozos de Cea. No estoy muy seguro, por tanto pudiera equivocarme, pero creo que esa supuesta mayor riqueza radica en el mayor número de Hectáreas de cereal cultivables que posee y en la calidad agraria de las mismas. Ahora mientras escribo todo esto, me viene a la memoria, el miedo que me entraba por aquellos años remotos, cuando mi madre me mandaba a comprar gaseosas que elaboraba Eliher en su fabrica de Valdescapa. Con el miedo metido en el cuerpo caminaba solo senda adelante, pensando si al verme llegar se cobrarían su venganza los niños de este pueblo. Pero por suerte nunca me topé con represalia alguna, que estoy seguro me la hubiera merecido por ser uno de los más beligerantes a la hora de las grescas.
Pero como ya he comentado arriba, también en su momento tuvimos por entonces nuestro particular filing. Aunque la mayoría de veces andábamos de bronca, hubo días que nos relacionamos amigablemente, fruto de aquel buen rollo, fue un partido de futbol que jugamos, o tratamos de jugarlo, un día en Valdescapa. Debo reconocer que no tenían ni puñetera idea de jugar al futbol. No es que nosotros fuéramos unos dechados de virtudes jugando, pero sabíamos las reglas básicas; así como dar pases, chutar a portería...ellos en cambio, sólo correr y correr todos juntos detrás del balón sin orden ni concierto. En principio ya estaban con la mosca tras la oreja cuando les propusimos lo del partido. Temerosos de que podían hacer el ridículo, nos llevaron a jugar a unos prados alejados del pueblo para que nadie nos viera. Pero hete ahí, que cuando llevábamos poco tiempo jugando y habían encajado ya seis goles, nosotros ninguno, aparecieron tres mozuelas de su pueblo tratando de animarles, pero más que estímulo lo que les ocasionó fue vergüenza, por los goles encajados de seguido y su total nulidad para jugar al futbol, por lo cual dieron por finiquitado el partido.
A propósito del futbol, quiero comentar que hace muchísimos años, en Mozos de Cea se adjudicó a sus vecinos una parcela ubicada dentro de la cota del monte para que ésta pudiera ser cultivada. Para lograr este fin, antes había que cortar las abundantes matas de roble bajo que habían crecido en cada parcela. Aquella fatigosa labor de los vecinos del pueblo se conocía popularmente como "cavar mata", porque aparte de cortar las matas del exterior, tenían que cavar profundamente para extraer sus raíces y así poder arar la parcela sin problema alguno. Pues bien, cuando se hizo la repartición de la parcelas, se concedió una de ellas a la Iglesia. Era lógico que el sacerdote que oficiaba por aquel tiempo en el pueblo, Bernardo Pérez Gil, personalmente no se iba a encargar de cavar las matas, con lo cual ese trabajo recayó en los mozos y adolescentes del pueblo. Como gratificación por esa labor cumplida, el sacerdote les regaló un balón. Y con este mismo balón solía ir a jugar al futbol al conocido término como "Alto de Valdescapa", que en realidad era una amplia campera situada dentro de los límites de este pueblo y creo que también la concentración parcelaria se encargó de eliminarla en su día. Al parecer los jóvenes que había por entonces en Valdescapa al ver que los de Mozos de Cea se para divertirse se apropiaban de un terreno que pertenecía a su pueblo, este atrevimiento les molestaba. No se si es por que se sentían "invadidos", o por qué otra maldita razón, el caso es que desde abajo del alto, les lanzaban piedras para que se fueran de allí. Los supuestos "invasores" hacían todo lo contrario: en vez de marcharse, repelían su ataque arrojándoles piedras desde arriba. Y a cuenta de es ajetreo de pedrada va, cantazo viene, montaban unas batallas de "padre y muy señor mío". Supongo que cuando alguna de aquellas piedras daban en el blanco, se haría notar el grito de dolor de aquellos " fieros combatientes". Estos beligerantes hechos según me comentó algunos de los implicados en la refriega, datan aproximadamente de la década de los cincuenta del siglo pasado. Con lo cual podéis calcular desde que época vienen los conflictos con los jóvenes y niños del pueblo vecino. Esto convenido de que muchas personas de las sucesivas generaciones que han precedido a aquellos combatientes de piedra en mano, tendrán más que una anécdota que contar, tal como en este apartado yo he narrado, referente a esta compleja y sempiterna relación de aprecio y animosidad que siempre hemos tenido con Valdescapa.
Y aquí quedan estas palabras que forman parte de aquellos momentos vividos en común y que pertenecen ya al pasado. Simplemente he tratado de que a través de la nostalgia regresaran para quedarse en este espacio virtual y de paso quiero que conste en acta que realmente sucedió tal como os lo cuento.
Saludos a todas y a todos.
Rafael