Seguimos inmersos en el cometido de costumbre. Como ya sabéis, no es otro que el intento de transformar a la memoria en palabra escrita. Por esta razón a continuación voy a escribiros un texto que lleva implícitas remembranzas del pasado. Algo que de forma habitual lo vengo haciendo. Por consiguiente, otra vez acudo a mi cita con la nostalgia con el fin de comentaros algunos de los momentos que me tocó vivir y que guardan relación con la Semana Santa que se celebraba en tiempos muy remotos en Mozos de Cea. Uno de aquellos momentos que mi memoria guarda con mucho interés son los que están vinculados a la ancestral Cofradía del Cristo de la Vera Cruz, o "Cofradía de La Cruz" como popularmente se la nombraba. En la actualidad desgraciadamente ha perdido toda vigencia por no existir ya cofrade alguno, pero por aquellos lejanos años su cometido era parte fundamental de la Semana Santa en el pueblo. Yo desde que tuve uso de razón he sabido de su existencia; como también he conocido personalmente a diversos miembros de esta congregación, todos ellos ya fallecidos. Según datos recogidos y publicados en la desaparecida revista "Concejo Abierto", cuya edición corrió a cargo de Félix Pacho Pacho entre los años 2000 y 2002, es concretamente el año 1613 la primera fecha que consta en el antiquísimo libro de cuentas de la citada Cofradía. Por consiguiente, habrá que pensar que fue aproximadamente por esta fecha cuando se fundó la Cofradía de el Cristo de la Vera Cruz en Mozos de Cea. Pero bueno, yo no voy ahora a retrotraerme a tantos siglos atrás para hablaros de cuales fueron las razones que llevaron a su fundación, o cual fueron las ordenanzas y el conjunto de normas legales englobadas en el antiquísimo estatuto por el cual se regían sus asociados. Si alguien tiene la posibilidad de leer el número 3 de la revista nombrada, podrá conocer al detalle los pormenores de este interesante asunto. En cambio de lo que sí voy ha hablaros es de algo más próximo en el tiempo. Bueno relativamente cercano, porque ya han transcurrido alrededor de cincuenta años de todo cuanto viví in situ durante la Semana Santa de mi niñez en Mozos de Cea y que está vinculado estrechamente a las actividades litúrgicas que por entonces llevaba a cabo la Cofradía de La Cruz.
(Esta es la portada del número 3 de la revista "Concejo Abierto", la cual citó arriba. En la misma podréis comprobar la imagen del Cristo de la Vera Cruz de Mozos de Cea)
Una de esas actividades que recuerdo con cierta emotividad es la procesión nocturna que organizaban bajo las órdenes del párroco que oficiaba por entonces los actos religiosos en el pueblo y supongo que ya sabéis a quien me estoy refiriéndome, por nombrarlo por activa y por pasiva siempre que el texto que escribo va por derroteros eclesiásticos. Efectivamente es Bernardo Pérez Gil de quien os hablo, al que por cierto durante aquellos días de tanto ritual y solemnidad, se le duplicaba su labor sacerdotal. Pero él sabia bien campear el temporal con la mayor puntualidad posible. Comentaros, que durante las procesiones nocturnas, uno de los miembros de la Cofradía portaba la imagen del Cristo de la Vera Cruz y otro una cruz grande de madera sin imagen alguna y una tela blanca colgando de sus aspas. Tanto los cofrades como la mayoría de personas que acompañaban la procesión portaban una vela encendida en sus manos. Por entonces las procesiones estaban muy concurridas debido a que por aquella remota época había más de un centenar de personas que residían todo el año en el pueblo y la mayoría de ellos guardaban una devoción extrema tocante a los preceptos de la religión cristiana. La verdad ahora que recuerdo aquellos momentos durante el recorrido nocturno me parecen un tanto tenebrosos. Y es que con los faroles y las velas encendidas y la conmovedora imagen de Cristo en cuyo rostro se reflejaba el drama de la muerte, luego caminando por las antiguas y rudimentarias calles del pueblo que se encontraban en pésimo estado su pavimentación, uno no puede dejar de considerar que aquellos momento resultaban de una notoria tenebrosidad. Como era lógico, saetas no se cantaban a lo largo del recorrido, pero en cambio lo que sí se entonaban eran los tradicionales cánticos religiosos apropiados para la ocasión. Año tras año nunca dejó de entonarse durante aquella procesión nocturna ese tradicional canto litúrgico que tan adecuado resulta para estos solemnes días como es el:
(Esta es la portada del número 3 de la revista "Concejo Abierto", la cual citó arriba. En la misma podréis comprobar la imagen del Cristo de la Vera Cruz de Mozos de Cea)
Una de esas actividades que recuerdo con cierta emotividad es la procesión nocturna que organizaban bajo las órdenes del párroco que oficiaba por entonces los actos religiosos en el pueblo y supongo que ya sabéis a quien me estoy refiriéndome, por nombrarlo por activa y por pasiva siempre que el texto que escribo va por derroteros eclesiásticos. Efectivamente es Bernardo Pérez Gil de quien os hablo, al que por cierto durante aquellos días de tanto ritual y solemnidad, se le duplicaba su labor sacerdotal. Pero él sabia bien campear el temporal con la mayor puntualidad posible. Comentaros, que durante las procesiones nocturnas, uno de los miembros de la Cofradía portaba la imagen del Cristo de la Vera Cruz y otro una cruz grande de madera sin imagen alguna y una tela blanca colgando de sus aspas. Tanto los cofrades como la mayoría de personas que acompañaban la procesión portaban una vela encendida en sus manos. Por entonces las procesiones estaban muy concurridas debido a que por aquella remota época había más de un centenar de personas que residían todo el año en el pueblo y la mayoría de ellos guardaban una devoción extrema tocante a los preceptos de la religión cristiana. La verdad ahora que recuerdo aquellos momentos durante el recorrido nocturno me parecen un tanto tenebrosos. Y es que con los faroles y las velas encendidas y la conmovedora imagen de Cristo en cuyo rostro se reflejaba el drama de la muerte, luego caminando por las antiguas y rudimentarias calles del pueblo que se encontraban en pésimo estado su pavimentación, uno no puede dejar de considerar que aquellos momento resultaban de una notoria tenebrosidad. Como era lógico, saetas no se cantaban a lo largo del recorrido, pero en cambio lo que sí se entonaban eran los tradicionales cánticos religiosos apropiados para la ocasión. Año tras año nunca dejó de entonarse durante aquella procesión nocturna ese tradicional canto litúrgico que tan adecuado resulta para estos solemnes días como es el:
"Perdona a tu pueblo Señor,
perdona a tu pueblo,
perdónale señor.
No estés eternamente enojado
perdónale señor...."
Por entonces había en el pueblo dos vecinos, ambos cofrades también, que durante la Semana Santa cantaban los tradicionales calvarios y rosarios (el de la aurora y el de la buena muerte) y algún que otro canto de carácter religioso, pues bien en aquel recorrido nocturno no faltaban cada año sus voces entonando con esa cadencia especial que necesita todo cuanto está relacionado con los episodios evangélicos que narran la pasión y muerte de Cristo. Estas dos personas a las que me estoy refiriendo son Fausto Conde y Epifanio Moran; aunque lo políticamente más correcto sería decir fueron porque ambos fallecieron hace ya hace unos cuantos años. Otra de las actividades litúrgicas que llevaba a cabo esta cofradía en Semana Santa era de la de "Velar a Santísimo" dentro del recinto de la iglesia. Era por voluntad propia, y también por su condición de fervientes devotos, las personas que se encargaban de custodiar durante toda la noche al supuesto cuerpo de cristo expuesto en el Sagrario. La custodia comenzaba la noche del Jueves Santo y finalizaba la madrugada del Viernes Santo. Estoy en duda ahora acerca de si eran las mismas personas quienes permanecían en su fervorosa vigilancia toda la noche, o se iban turnando. Respecto a este asunto, según cuenta la rumorología popular algunos de los allí presente, para honrar al Señor, se bebían sus tragos de aguardiente. Yo pienso que más que para honrarle, sería para calentarse ellos el cuerpo , por que a altas horas de la madrugada el frió que haría dentro del gélido recinto de la iglesia se haría insoportable si no se le metía un "traguín de orujo" al cuerpo. Bueno, como he dicho esto pertenece a la leyenda popular y su consustancial rumorología, ya que nunca conoceremos con exactitud lo que harían aquellos fervientes hombres durante sus largas y tediosas noches de custodia. Otra imagen que al respecto tengo grabada en mi memoria es a Eleuterio Castellanos (Luter) debajo del coro con una cesta rectangular de mimbre y de amplia cabida repleta de velas con un sencillo candelabro incorporado a ellas. Desde ese lugar iba repartiendo las velas a cada cofrade en el momento de entrar a la iglesia y de recogerlas a su salida. Que yo recuerde, este señor siempre fue el encargado de esta función. Supongo que en algún rincón del olvido permanecerá inactiva a perpetuidad aquella vieja cesta de mimbre y en su interior probablemente aún se conserven alguna de las velas que se emplearon para la ocasión.
Otro hecho relacionado con la susodicha Cofradía está relacionado con la celebración de la fiesta de La Cruz y que corresponde al día 14 de septiembre. Se trata, o más bien se trataba, de una fecha muy significativa para los cofrades por razones obvias. Ese día la costumbre era celebrar una misa en honor a la Cofradía y procesión con la imagen de Cristo crucificado . A la finalización de esta misa matinal, todos los miembros de la Cofradía se reunían en la casa de algún congregante para hacer balance de cuentas y elegir los cargos para el siguiente año. Los cargos correspondían al de Abad y Mayordomo. También aquella reunión servía para conceder la admisión a nuevos miembros. Resultaba muy peculiar la forma que tenían para decidir si aceptaban o no su admisión. Os cuento. Los allí presentes en secreto elegían bien un garbanzo o un tito y lo depositaban dentro de un recipiente ( El tito era una planta leguminosa que servía para alimentar al ganado y que popularmente se la nombraba muela por tener la forma de esa pieza dental. ) Una vez que todos "votaban" de esta forma tan original, si en el recuento salían más garbanzos que titos, quedaba aceptada la admisión del nuevo miembro. Como dato anecdótico comentaros que fue Enemesio López la última persona que pasó esta prueba de elección y paradójicamente también fue este mismo señor el último miembro de la cofradía que murió. Tradicionalmente, una vez finalizado el nombramiento de cargos y la admisión de nuevos cofrades, en placentera compañía comían pimientos con pan y se echaban sus tragos de vino. Por cierto, aquel vino normalmente su denominación de origen era autóctona porque lo habitual era que cada vecino del pueblo elaborara su propio vino en sus rudimentarias y particulares lagares.
Y esto es todo cuanto en resumidas cuentas os puedo comentar a cerca de la Cofradía de La Cruz de Mozos de Cea, la cual como ya os explico al comienzo del texto hoy en día su vigencia es inexistente por la falta de cofrades. En apariencia resulta como un vestigio del pasado. Lo único que da fe de que existió tiempo atrás en todo su apogeo, es la antigua y solemne imagen de Cristo clavado en la cruz donde como ya he comentado en su rostro queda reflejado todo el drama y la amargura de su muerte. Está imagen está actualmente ubicada en el "Altar del Santo Cristo". Que por cierto, según consta en los archivos parroquiales, el retablo donde está ubicada lo construyó alrededor del año 1613 un vecino de Almanza de nombre Juan Gutiérrez y la cofradía pagó por este retablo 400 reales.
(En esta imagen se puede apreciar el retablo, o "Altar del Santo Cristo" donde está ubicada La Cruz, tal como indico arriba)
Desconozco si algún interés os podrá causar todo cuanto aquí queda escrito. En cambio, de lo que estoy plenamente convencido es que nueva información relacionada con el pasado de Mozos de Cea vais a tener la oportunidad de almacenar el en "disco duro" de vuestra memoria. Y esto es algo que habrá que tener en cuenta.
Saludos a todas y a todos.
Rafael