Regresamos a este espacio. Con más de lo mismo; o sea, otra breve dosis de recuerdo para consumo de los nostálgicos. Por que yo creo que nostálgicos, como las meigas, "habelos, hailos". ¿No os parece?
Pongámonos en marcha. Es evidente que ha comenzado el mes de noviembre el cual está vinculado estrechamente con los muertos . Un claro ejemplo de ello es que hoy día 2 de noviembre se celebra el "Día de los difuntos". Tanto ayer como hoy a lo largo y ancho del país, y allende nuestras fronteras, el trajín de entrar y salir de los cementerios está siendo una constante. Como es lógico en el pequeño y solitario cementerio de Mozos de Cea ubicado en el término de la "Era el alto", también habrá habido su particular ajetreo de entradas y salidas: sin duda, otra cita anual de rezos por los fieles difuntos y de flores depositadas sobre los nichos y tumbas con el fin de recordar y conmemorar a los seres queridos de nuestro pueblo que físicamente dejaron su vida terrenal.
( En estas dos imágenes podréis observar el exterior y parte del interior del cementerio vecinal de Mozos de Cea. Su construcción data del año 1955 cuando era presidente de la Junta vecinal de Mozos de Cea, Epifanio Cuesta Rodríguez. Su reforma y ampliación finalizó en el año 2003. Por esta fecha el cargo de presidente de la Junta vecinal correspondió a Jesús María Pacho Pacho. Como dato anecdótico comentaros que la primera persona que enterraron en este cementerio fue la señora Gregoria Gago, es de suponer que en el año de su construcción)
Con referencia a este mortuorio asunto del que os hablo, voy a comentaros una tradición litúrgica que durante mi lejana niñez todos los años se llevaba a cabo en Mozos de Cea por estas fechas. Aunque ahora que lo recuerdo, lo que a continuación voy a comentaros creo que ya lo escribí con anterioridad tiempo atrás. Seguro que disperso por algún archivo o entrada se hallará publicado. Pero bueno, tampoco vendrá mal volver a recordarlo. Os comento. Por aquellos remotos años durante los días 1 y 2 de noviembre era costumbre que las mujeres del pueblo como ofrenda para honrar a los difuntos y a los santos, llevaran a la iglesia una hogaza de pan, normalmente amasadas por ellas mismas en sus particulares hornos, o también un escriño lleno de trigo. Quienes no disponían de este recipiente fabricado con paja, acostumbraban a llevar una lata grande donde en su día se conservó el escabeche, llena con el mismo cereal claro está. A la hogaza solían acoplarla en el centro una vela y sobre el trigo que había en el interior de los recipientes introducían otro cirio. Todas ellas permanecían encendidas hasta la finalización del acto religioso que se celebraba para la ocasión. Una vez apagadas las velas, el sacerdote que oficiaba aquel acto religioso, Bernardo Pérez Gil, (¿y quién iba a ser si no?) se dirigía hasta donde se hallaban situadas todas aquellas mujeres arrodilladas, la mayoría de ellas en su particular reclinatorio y con sus ofrendas al lado, y a cada un de ellas les iba rezando un responso en latín. Al acabar aquellos monótonos e idénticos rezos, cuyo soniquete parecía un cansino mantra por el repetitivo final del "Domine Deus noster. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen", los monaguillos éramos quienes nos encargábamos de recoger el trigo y las hogazas y almacenarlo todo ello en el trastero de la iglesia. Luego, el cereal se lo llevaba a su panera el sacerdote para alimentar a los conejos y gallinas que tenía en su corral. Con alguna de las hogazas lo normal era que se quedara para su particular consumo; en cambio el resto acostumbraba a cortarlas en pequeños trozos. Un día o dos después de la festividad de los difuntos, todos los niños del pueblo una vez que terminaba la misa matinal, íbamos la mar de contentos a su casa para que nos diera a cada uno de nosotros un trozo de aquel pan que con gran apetito nos comíamos. Esto se conocía popularmente como "ir a casa del cura a por el picacho".
(En esta imagen se puede apreciar en primer lugar el escriño del que os hablo y que es semejante a los que por entonces se utilizaban en Mozos de Cea para la ofrenda que arriba cito. En segundo lugar aparece una hogaza que es idéntica a las que amasaban por aquel tiempo en los rudimentarios hornos del pueblo. Por tanto, esta misma hogaza sin problema alguno hubiera servido para proporcionarnos el recordado picacho.)
Otra de las costumbres que por entonces se llevaba a la práctica durante el mes de noviembre era el "Tocar a las ánimas". El objetivo de aquel toque era la de rogar por las almas del purgatorio según los preceptos de la religión cristiana . Este toque de campana siempre se practicaba por la noche. A pesar de que han transcurrido más de cincuenta años desde la última vez que escuché este singular tañido, aún tengo retenido en mi memoria aquel sonido de las campanas tocando a las ánimas. Recuerdo aquellos momentos en torno familiar porque estábamos todos recogidos en nuestra rudimentaria cocina al calor de la lumbre que ardía detrás de la "hornacha" durante aquellas fría noches de noviembre. Con frecuencia los allí presentes daban su opinión acerca de si tocaba con destreza o no el campanero de turno. La verdad es que aquel toque de campana al practicarse de noche y con aquella misión tan esotérica que tenía, resultaba un tanto estremecedor. Yo se de una persona que le producía auténtico pavor oírlo. Si por casualidad se encontraba en la calle en el momento de sonar la primera campanada, se iba disparado para su casa. Me temo que ésta será otra tradición más que ya ha pasado a formar parte del pasado. ¿ Acaso queda alguien en el pueblo dispuesto a retomar esa costumbre? A pesar de que habrá más de una persona que no tendría problema alguno en ponerla nuevamente en práctica por conocer perfectamente como se toca, estoy plenamente convencido de que ya nunca más se oirá en Mozos de Cea durante las frías noches de Noviembre ese misterioso y fúnebre tañido de las campanas tocando a ánimas.
Cementerio vecinal de Mozos de Cea.
( En estas dos imágenes podréis observar el exterior y parte del interior del cementerio vecinal de Mozos de Cea. Su construcción data del año 1955 cuando era presidente de la Junta vecinal de Mozos de Cea, Epifanio Cuesta Rodríguez. Su reforma y ampliación finalizó en el año 2003. Por esta fecha el cargo de presidente de la Junta vecinal correspondió a Jesús María Pacho Pacho. Como dato anecdótico comentaros que la primera persona que enterraron en este cementerio fue la señora Gregoria Gago, es de suponer que en el año de su construcción)
Con referencia a este mortuorio asunto del que os hablo, voy a comentaros una tradición litúrgica que durante mi lejana niñez todos los años se llevaba a cabo en Mozos de Cea por estas fechas. Aunque ahora que lo recuerdo, lo que a continuación voy a comentaros creo que ya lo escribí con anterioridad tiempo atrás. Seguro que disperso por algún archivo o entrada se hallará publicado. Pero bueno, tampoco vendrá mal volver a recordarlo. Os comento. Por aquellos remotos años durante los días 1 y 2 de noviembre era costumbre que las mujeres del pueblo como ofrenda para honrar a los difuntos y a los santos, llevaran a la iglesia una hogaza de pan, normalmente amasadas por ellas mismas en sus particulares hornos, o también un escriño lleno de trigo. Quienes no disponían de este recipiente fabricado con paja, acostumbraban a llevar una lata grande donde en su día se conservó el escabeche, llena con el mismo cereal claro está. A la hogaza solían acoplarla en el centro una vela y sobre el trigo que había en el interior de los recipientes introducían otro cirio. Todas ellas permanecían encendidas hasta la finalización del acto religioso que se celebraba para la ocasión. Una vez apagadas las velas, el sacerdote que oficiaba aquel acto religioso, Bernardo Pérez Gil, (¿y quién iba a ser si no?) se dirigía hasta donde se hallaban situadas todas aquellas mujeres arrodilladas, la mayoría de ellas en su particular reclinatorio y con sus ofrendas al lado, y a cada un de ellas les iba rezando un responso en latín. Al acabar aquellos monótonos e idénticos rezos, cuyo soniquete parecía un cansino mantra por el repetitivo final del "Domine Deus noster. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen", los monaguillos éramos quienes nos encargábamos de recoger el trigo y las hogazas y almacenarlo todo ello en el trastero de la iglesia. Luego, el cereal se lo llevaba a su panera el sacerdote para alimentar a los conejos y gallinas que tenía en su corral. Con alguna de las hogazas lo normal era que se quedara para su particular consumo; en cambio el resto acostumbraba a cortarlas en pequeños trozos. Un día o dos después de la festividad de los difuntos, todos los niños del pueblo una vez que terminaba la misa matinal, íbamos la mar de contentos a su casa para que nos diera a cada uno de nosotros un trozo de aquel pan que con gran apetito nos comíamos. Esto se conocía popularmente como "ir a casa del cura a por el picacho".
(En esta imagen se puede apreciar en primer lugar el escriño del que os hablo y que es semejante a los que por entonces se utilizaban en Mozos de Cea para la ofrenda que arriba cito. En segundo lugar aparece una hogaza que es idéntica a las que amasaban por aquel tiempo en los rudimentarios hornos del pueblo. Por tanto, esta misma hogaza sin problema alguno hubiera servido para proporcionarnos el recordado picacho.)
Otra de las costumbres que por entonces se llevaba a la práctica durante el mes de noviembre era el "Tocar a las ánimas". El objetivo de aquel toque era la de rogar por las almas del purgatorio según los preceptos de la religión cristiana . Este toque de campana siempre se practicaba por la noche. A pesar de que han transcurrido más de cincuenta años desde la última vez que escuché este singular tañido, aún tengo retenido en mi memoria aquel sonido de las campanas tocando a las ánimas. Recuerdo aquellos momentos en torno familiar porque estábamos todos recogidos en nuestra rudimentaria cocina al calor de la lumbre que ardía detrás de la "hornacha" durante aquellas fría noches de noviembre. Con frecuencia los allí presentes daban su opinión acerca de si tocaba con destreza o no el campanero de turno. La verdad es que aquel toque de campana al practicarse de noche y con aquella misión tan esotérica que tenía, resultaba un tanto estremecedor. Yo se de una persona que le producía auténtico pavor oírlo. Si por casualidad se encontraba en la calle en el momento de sonar la primera campanada, se iba disparado para su casa. Me temo que ésta será otra tradición más que ya ha pasado a formar parte del pasado. ¿ Acaso queda alguien en el pueblo dispuesto a retomar esa costumbre? A pesar de que habrá más de una persona que no tendría problema alguno en ponerla nuevamente en práctica por conocer perfectamente como se toca, estoy plenamente convencido de que ya nunca más se oirá en Mozos de Cea durante las frías noches de Noviembre ese misterioso y fúnebre tañido de las campanas tocando a ánimas.
(Aquí os dejo esta imagen donde podéis ver las actuales campanas de la torre de Mozos de Cea. Las mismas que en el pasado durante el mes de noviembre al anochecer tocaron a ánimas.)
Aprovecharé la coyuntura para daros alguna información acerca de estas campanas. Os comento. En cada una de ellas hay una inscripción grabada para indicarnos el nombre que corresponde a la campana y el año de su construcción. También en esa inscripción aparecen los nombres del alcalde pedáneo y del sacerdote de la parroquia que ostentaban sus cargos en el año que fueron colocadas en la torre, que obviamente corresponde al año de su fabricación. Sobre la campana de la izquierda que se muestra en esta imagen y que es la de mayor tamaño, aunque no se aprecie con mucha claridad, su nombre corresponde al de "Sagrado Corazón de Jesús". El año que consta de su construcción es 1960. El nombre que aparece como alcalde pedáneo es el de Don Epifáneo Cuesta Rodríguez y del párroco Don Bernardo Pérez Gil. Sobre la campana que está a la derecha de la imagen aparecen los mismos datos inscritos que en la anterior, aunque con una salvedad ya que el nombre de esta campana es el de "Corazón de María". Curiosamente sus nombres son los mismos que las dos antiguas cofradías religiosas que hay, o más bien hubo, en su día en Mozos de Cea porque dudo si aún seguirán vigentes. Es de suponer que ambos nombres fueron puestos en honor a ambas cofradías. Por otra parte, lo que se puede apreciar con escasa visibilidad es el badajo de la campana izquierda del que cuelga un trozo de cadena. La punta del final de la misma llega hasta donde se encuentra el recinto de la iglesia conocido como "El bautisterio". Desde ese lugar, se tira con fuerza de esta misma cadena- por experiencia propia lo se- para dar las campanadas que llamen a los files para que acudan al correspondiente acto religioso a celebrar en la iglesia. Quiero comentaros también que las antiguas campanas que hubo en la torre, supongo que serían las primeras, debido a su antigüedad y funcionamiento acabaron deteriorándose. Esta circunstancia hizo que tuvieran que ser remplazadas por otras nuevas. Las deterioradas campanas fueron llevadas a una fundición de Saldaña y de este modo se consiguió el suficiente bronce y otros metales necesarios para fabricar en esta misma localidad palentina las actuales campanas que hoy tan "señoriales" se las puede observar asentadas en sus correspondientes troneras en la torre de Mozos de Cea, aunque lamentablemente estén más silenciosas que en épocas pasadas.
Y colorín colorado este texto se ha acabado. A pesar de que haya muchas referencias mortuorias escritas en él, aún así, espero que os haya resultado grata experiencia su lectura.
Largos días y plácidas noches a todas y a todos.
Rafael
Prueba