Aquí estamos de nuevo haciendo acto de presencia con el propósito de continuar sumando más momentos de memoria a este espacio. Esto obviamente significa retrotraerse al pasado con el fin de rememorar antiguas costumbres, como por ejemplo aquella en que los niños de Mozos de Cea, cuando venían a vender al pueblo los pescaderos y carniceros, nos encargábamos de pregonar la mercancía que traían por las calles del pueblo. Aquellos vendedores solían tener una única parada, la cual estaba situada en la denominada "Plaza del pueblo. Para quien desconoce la ubicación de la susodicha plaza decirles que está justo enfrente del consultorio médico, aunque por aquellos remotos años era el edificio derruido de la antigua escuela quien allí se encontraba situado. Generalmente aquellos pescadores y carniceros, venían con su Citroën, conocido popularmente también como "Dos caballos, o "Cirila". Como aún no tenían instalado un equipo de megafonía en sus coches, para anunciar el género que traían teníamos que ser los niños quienes nos encargábamos de ese cometido. Recuerdo que casi sin darle tiempo a que parase el coche el vendedor de turno ya estábamos todos arremolinados ansiosos e impacientes delante de la ventanilla y con gran barullo le pedíamos que nos eligiera para ir a pregonar porque esto suponía ganarnos unas pesetillas, o un duro si alguno de estos vendedores era muy espléndido. Normalmente íbamos en pareja pregonando por las calles del pueblo el género que vendía con este soniquete: ¡Se vende pescado en la plaza!. ( o carne ) ! Y así una y otra vez gritando la misma cantinela durante todo el recorrido. Algunas mujeres al oírnos solían salir a la puerta para preguntarnos que pescado traía. La respuesta era decirlas el nombre del mismo pescado que antes de comenzar a pregonar nos había indicado que traía el pescadero. Una cosa que conocíamos de sobra era quien de aquellos pescaderos pagaba más por pregonar. Por esta razón sabíamos a cual de ellos había que ponerle más empeño e insistencia para que nos eligiera como pregoneros. Uno de aquellos buenos pagadores era un señor de Santa María del Río al que le apodaban "El perrillos de Santamar", que por cierto, venía con una moto y sobre él dentro de una caja de madera traía la pesca. Si se daba la casualidad de que estos vendedores llegaban al pueblo y los niños nos encontrábamos dentro de la escuela recibiendo las correspondientes clases lectivas, no les quedaba más remedio que llamar a la puerta de la escuela y pedir a la maestra que le hiciera el favor de dejarle dos niños para ir a pregonar. La maestra normalmente correspondía el favor y los niños seguíamos un orden de turno para este cometido con el fin de que todos tuviéramos la misma oportunidad de ganarnos las pesetillas correspondientes.
Por aquellos años de la polca, además del pescadero arriba mencionado, venían a vender al pueblo otros del mismo gremio. Uno de aquellos era natural Villazanzo de Valderaduey y de nombre Ángel. Se le conocía popularmente como "El hijo del tuerto de Villazanzo". El pescado lo traía en una vieja furgoneta DKW de color verde. Más o menos por aquellos años también veía otro pescadero a vender al pueblo al que familiarmente se le llamaba Gilio. Trasportaba el género en una "Cirila´" y su manera de ser era muy dicharachera. Recuerdo que cuando instaló el equipo de megafonía en su coche más que utilizarlo para anunciar el pescado que traía, lo empleaba para cantar canciones, mayormente de Manolo Escobar. Por esta forma de ser tan juerguista adquirió el popular mote de " El Cantamañanas". Las últimas noticias que conozco sobre ésta persona es que la patológica adicción que tenía al juego de las cartas fue su perdición. Siguiendo con este asunto, por aquellos remotos años era una costumbre el que las mujeres del pueblo cuando iban a comprar pescado fueran con el típico plato de porcelana para llevarse dentro del recipiente su compra. Como por entonces no había básculas digitalizadas, ni nada por el estilo, los pescadores pesaban la compra con las antiguas romanas. Muchas mujeres no se fiaban del pesaje y por eso era normal que sospechasen que algunos gramos les "tangaba" el vendedor de turno a la hora de pesar con aquel artilugio.
(Aquí podéis ver en esta imagen el coche Cirila del que hablo arriba y a su derecha aparece una de aquellas romanas utilizaban para pesar los antiguos vendedores que iban a Mozos de Cea)
Respecto a los carniceros que venían a vender al pueblo por aquella época, uno de ellos era natural de Las Grañeras. Se llamaba Gaudencio y también era de los que conducía una Cirila para transportar su mercancía, en este caso cárnica. Contaré algo anecdótico al respecto. Hubo una temporada por entonces que a varias personas del pueblo les dio por consumir las típicas manos de cerdo, o patos de cerdo como popularmente se les conoce por el lugar. Como este señor no traía los suficientes para abastecer a todos los consumidores, alguna de estas personas en ocasiones impacientes salían a esperarle mucho antes de que entrara con su Cirila al pueblo para no quedarse sin las ansiadas piezas del cerdo. ¡Anda que no generó polémica y conflictos los patos de marras entre los habituales consumidores! Por cierto, como el tal Gaudencio también era de los que hacían la única parada en la plaza del pueblo, necesitaba a los tradicionales pregoneros para que anunciaran su mercancía. Otros de los carniceros que venían al pueblo a vender era Natalio: natural de Villazanzo de Valderaduey y tenía cierta cojera. Era de lo más rudimentario porque venía con un caballo negro a vender. El jamelgo sobre su lomo transportaba la carne que iba dentro de unos serones de mimbre. Recuerdo que reiteradamente expresaba la misma frase y soniquete como despedida cada vez que terminaba de vender la carne a una vecina y se encaminaba hacia la puerta de otra con el mismo propósito. Esta era la frase con la que se despedía: ¡Vamos con la música a otra parte! Creo que falleció ya hace unos cuantos años, pero tengo entendido que a una edad muy longeva. Y eso que el recuerdo que de él tengo por aquella época es el de una persona que vestía chaleco y pantalón de pana negro y del mismo color era su boina. Vestimenta que era de uso habitual entre las personas mayores.
(En esta imagen aparece un burro que lleva sobre su lomo un serón de mimbre. Idéntico al de la imagen era aquel serón que llevaba sobre su lomos el caballo de Natalio)
¿Sabéis que aproximadamente a mediados de la década de los sesenta y comienzos de los setenta, de siglo pasado claro está, Laudelino Villafañe (Laude para los amigos y conocidos) también anduvo vendiendo carne en Mozos de Cea? Efectivamente es el Laude que sobradamente conocemos la mayoría y que es natural de Villamartín de Don Sancho. Todo un "pipiolo" era por entonces cuando venía al pueblo con su Cirila a ejercer su profesión de carnicero. Normalmente era carne de oveja o cordero la que vendía. A pesar de que fue una ocupación temporal que dejó hace ya un montón de años, continua aún teniendo la habilidad y el saber que requiere este oficio porque cuando las circunstancias lo requieren así lo demuestra. Ya lo dice el refrán: quien tuvo, retuvo. Por cierto, como con la bocina de su Cirila se bastaba para avisar a las vecinas de su presencia en el pueblo, no necesitaba a los tradicionales pregonaros para anunciar la venta de su carne. Estaba claro que el equipo de megafonía y las estridentes bocinas de los automóviles, acabarían "matando" a los pregoneros. Sin duda fue una muerte anunciada.
Hasta aquí este, pongamos viaje, a través de la memoria y que ha servido para hablaros acerca de las costumbres y anécdotas asociadas a los antiguos pescadores y carniceros que iban a vender a Mozos de Cea. En la actualidad, por suerte, aún lo siguen haciendo, pero en mi opinión bastante diferente a la manera en que se realizaba por entonces esta venta ambulante. En principio el medio de transporte de los vendedores está mejor acondicionado que antes para conservar en perfectas condiciones el género que comercializan y por supuesto que el pesaje está digitalizado, con lo cual se evita seguir con las antiguas sospechas de que te vayan a tangar unos cuantos gramos en el peso con las anticuadas romanas.
Largos días y plácidas noches para todas y todos
Rafael.
(En esta imagen aparece un burro que lleva sobre su lomo un serón de mimbre. Idéntico al de la imagen era aquel serón que llevaba sobre su lomos el caballo de Natalio)
¿Sabéis que aproximadamente a mediados de la década de los sesenta y comienzos de los setenta, de siglo pasado claro está, Laudelino Villafañe (Laude para los amigos y conocidos) también anduvo vendiendo carne en Mozos de Cea? Efectivamente es el Laude que sobradamente conocemos la mayoría y que es natural de Villamartín de Don Sancho. Todo un "pipiolo" era por entonces cuando venía al pueblo con su Cirila a ejercer su profesión de carnicero. Normalmente era carne de oveja o cordero la que vendía. A pesar de que fue una ocupación temporal que dejó hace ya un montón de años, continua aún teniendo la habilidad y el saber que requiere este oficio porque cuando las circunstancias lo requieren así lo demuestra. Ya lo dice el refrán: quien tuvo, retuvo. Por cierto, como con la bocina de su Cirila se bastaba para avisar a las vecinas de su presencia en el pueblo, no necesitaba a los tradicionales pregonaros para anunciar la venta de su carne. Estaba claro que el equipo de megafonía y las estridentes bocinas de los automóviles, acabarían "matando" a los pregoneros. Sin duda fue una muerte anunciada.
Hasta aquí este, pongamos viaje, a través de la memoria y que ha servido para hablaros acerca de las costumbres y anécdotas asociadas a los antiguos pescadores y carniceros que iban a vender a Mozos de Cea. En la actualidad, por suerte, aún lo siguen haciendo, pero en mi opinión bastante diferente a la manera en que se realizaba por entonces esta venta ambulante. En principio el medio de transporte de los vendedores está mejor acondicionado que antes para conservar en perfectas condiciones el género que comercializan y por supuesto que el pesaje está digitalizado, con lo cual se evita seguir con las antiguas sospechas de que te vayan a tangar unos cuantos gramos en el peso con las anticuadas romanas.
Largos días y plácidas noches para todas y todos
Rafael.
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