De nuevo haciendo acto de presencia en este espacio para seguir con el capítulo de invitados, aunque en esta ocasión lo políticamente correcto sería decir más bien Invitada por que la autora del párrafo que a continuación voy a publicar es una mujer. Su nombre es Purificación Pacho López "Puri". Se trata de un entrañable párrafo cargado de nostalgia y emotividad y la autora del mismo ha querido compartirlo con todos nosotros.
VERANOS EN MOZOS DE
CEA (1969-1974)
La aportación que pueda hacer al
blog de Rafael es tan escasa en comparación a lo que él nos aporta cada poco
sobre la historia de Mozos, que aunque me comprometí a participar en el mismo,
muchas veces me he echado hacia atrás.
Los recuerdos que tengo son de
hace varios años… Además no pude vivir las costumbres tan de cerca porque ni
siquiera me crié en Mozos y tan solo pasé casi cuatro veranos allí. Luego he
regresado en contadas ocasiones. Pero lo que sí tengo muy claro en mi memoria
son los maravillosos veranos que pasé en Mozos… estaba deseando que se acabara
el curso para regresar. Así que mi pequeño relato es más bien
sentimental, con los ojos y recuerdos de
una chica de 13 a 16 años y que posiblemente tan sólo reflejen eso, las
vivencias de una adolescente. Tal vez sea un relato demasiado personalizado. He
releído lo escrito. Se trata de de eso,
del día a día de una chavalina y de cómo lo vivió. Pero da pistas para entender
cómo se pasaban esos días.
Para los detalles históricos es
mejor leer el blog de Rafael, una verdadera joya; a mí se me han olvidado
muchos nombres, pero lo esencial siempre queda. Me presentaré: soy la nieta
mayor del tío Alejandro y la tía Aquilina. Familiarmente me llaman Puri. Nací
en Lima, Perú. Fui la primera de mi
familia en venir a tierras españolas; los inviernos los pasaba en Madrid y en
verano…en Mozos. Llegaba justo para celebrar San Pelayo. Y a partir de ahora
intentaré ser lo más escueta posible…, que
lo dudo.
El verano, con toda la vorágine
que suponía el trabajo de campo, casi se inauguraba prácticamente con la fiesta
de San Pelayo. Me acuerdo mucho de D. Bernardo que siempre venía a comer a casa
de mis abuelos por esa fecha; un exquisito plato de arroz con de “todo”… mis
tías se encargaban de prepararlo; venía la familia de Zamora, los de León… por
supuesto antes habíamos oído misa y cada uno ocupábamos en la iglesia nuestro
sitio, si mal no recuerdo. Mi abuela tenía su reclinatorio a la izquierda, las
mujeres creo que nos poníamos en los primeros bancos y así sucesivamente hasta
llegar a los “mozos” que tenían reservado el coro. Repito, son recuerdos muy
lejanos.
Luego se jugaba a los bolos y ya
por la tarde la “fiesta popular” propiamente dicha; por aquellos entonces me enseñó a bailar mi
tío Ireneo. Ya más detalles de cómo se
celebraba San Pelayo no me acuerdo.
Me rio porque estos recuerdos me
vienen a “trompicazos”. Después de
celebrar las fiesta, empezaban los trabajos: primero a las muelas, luego a
arrancar las lentejas, la hierba de Valdavida… a darle vuelta. Y claro, luego había que guardarla con sal
para que al ganado no le faltara comida en invierno. Yo casi no viví la siega
con la máquina esa tan grande para mí que era arrastrada por las vacas. Lo que
sí recuerdo como un gran avance fue la entrada de la primera cosechadora. Luis
y Virgilio junto con mi tío Ireneo se arriesgaron … y ese primer verano se
incendió… afortunadamente todo tiene arreglo y la siega tuvo que hacerse al
modo tradicional.
A continuación llegaba la época
de las eras. Trillar (que me tocó un
montón de veces porque era la más pequeña), amontonar, aventar… Emiliana me
ensenó a moverme con la criba, pero como típica adolescente lo que yo quería
era aventar y, claro, el consabido
enfado de mi abuelo… “que de lo que se trata es de separar el grano de la
paja…” y yo a lo loco. Entrañables momentos, ahora, claro, que por entonces…
Entremedias se hacían otras
labores. Las vacas de todos los vecinos había que llevarlas al campo a
pastar; tocaban las campanas después de
comer. Apenas lo recuerdo; creo que había
como turnos para cuidarlas. Íbamos a Campofrío… y allí toda la tarde con ellas;
se jugaba, hablábamos y reíamos. Supongo que irían a otros sitios… ahora es
cuando tenía que decir… Rafael, échame una mano… Como veréis son pequeños trozos de recuerdos.
Ah, nunca pude aprender a ordeñar muy a pesar de mi abuelo; fui una negada. Sin
embargo sí que me gustaba enredar en la cuadra con los “jatines” o qué se yo.
Fui una privilegiada porque mi
abuelo tenía un precioso huerto con un estanque tan grande como para poder
darme como cuatro o cinco brazadas de largo. Él era un gran hortelano y tenía
de todo. Árboles frutales, hortalizas, flores y también abejas. Y “las maíces”
que cuando las cortaba para las vacas me hacía una carga que me ponía sobre la
espalda para que la llevara a la cuadra… y cómo se reía. El estanque servía
para regar, para lavar y para divertirse. En esa época era un lugar de
encuentro. Lo malo era pasar por las colmenas que estaban a la entrada, sobre
todo para aquellos que tenían miedo a las abejas, pero lo cierto es que no
recuerdo que a nadie le picaran. Y anécdota fue para mí que en una ocasión que
había un par de colmenas buscando sitio, mi abuelo con un par de cantos
haciendo ruido las atrajo hacia su colmenar; en mi mente de casi niña-
adolescente aquello me parecía mágico.
Eran días de mucho trabajo. Los
hombres siempre en el campo, pero las mujeres también lo tenían complicado. No
había agua corriente; se lavaba a mano. Algunos teníamos cocina de gas y si no,
la lumbre. Había que ir a por leña y se criaban los gochos para el resto del
año. Las gallinas, el que tenía conejos, y…. ¿las tiendas? Siempre pendiente
del vendedor ambulante de turno (que por cierto en uno de tus capítulos,
Rafael, haces mención). Productos frescos, pocos, salvo lo que podía dar el
terreno. Y hablando de gochos, jamás se me olvidará el día que fuimos a comprar
unos gochines mi tía Satur y yo a las
Ventas… la vuelta fue de cuento. Entre gruñido y gruñido, “caquita”; el olor insoportable, y cuando llegamos a casa mi
abuela había hecho un cocido… es que ni pudimos probarlo. Cuánto nos reímos.
Y claro, para el descanso de día
no podía faltar la radionovela famosa, muy muy famosa de la época. “SIMPLEMENTE
MARÍA”, aquello fue todo un
acontecimiento. Ya podías estar lo cansada que pudieras, las faenas pendientes…
pero la novela, vamos que no nos la perdíamos…
Los fines de semana, si no había
fiesta en los pueblos cercanos, las chicas nos dábamos por la tarde un paseo
por la carretera comiendo pipas y luego en casa de Hortensio
comiendo más pipas, que no dejaba de ser un portal con una pequeña barra. Yo el
teleclub apenas lo pude disfrutar. Y de vez en cuando, íbamos con Vina a pescar
cangrejos; cubos y cubos de cangrejos. Creo que era en el nacimiento del río
Valderaduey. Entonces había de todo… Por
ejemplo si poníamos veinte reteles, terminabas de poner el último cuando ya en
el primero había dos o tres cangrejos, y no de los americanos que no tienen más
que pinzas, eran de los autóctonos.
Otra figura entrañable de aquella
época era mi tío Valérico, hermano de mi abuelo, y tía Juana, su esposa.
Siempre tenía la sonrisa en los labios. Matrimonio entrañable. Tenía un terreno
frente a las eras, más o menos, y empezó
a plantar pinos. Desconozco si aquello se habrá convertido en un pinar. Y
me enseñó cómo se hacían los adobes, que por aquel entonces era la materia básica para
levantar muros y paredes. Era todo un experto. La técnica, si ahora me pusiera,
la recuerdo perfectamente.
Veranos de madrugones, de
acarreos, de eras, de trabajos de casa… , pero siempre había momentos de risas
y desahogos. Cada día se aprendía una cosa más; yo aprendí a segar con hoz y
con guadaña, y mi abuelo era el que se encargaba de picarla y afilarla …
sentado en el corral… ,a ver, me llevaba
los cantos que me encontraba por el camino… y ya por último llegaba la
vendimia. Qué pena, me tocaba volver a Madrid. Ese ambiente no pude vivirlo
pero sí que me han llegado noticias de las gamberradas que se hacían por esas
fechas.
Y en fin, esos fueron mis veranos
que recuerdo con todo mi cariño. Me he saltado muchas situaciones buenas y malas, pero lo esencial creo que lo
he podido plasmar. Lamento que en concreto no he alimentado la memoria
histórica profunda del pueblo, pero creo
que es una pequeña historia del día a día de una adolescente.
Un saludo para todos.
En esta imagen podéis ver a la autora del texto que como arriba indico se trata de Purificación Pacho López ("Puri") Nació en Lima (Perú). En la actualidad reside en Madrid.
Los vínculos que unen a esta mujer con Mozos de Cea son paternos. Su padre fue Isaac Pacho Díez. Sus abuelos paternos fueron: Alejandro Pacho y Aquilina Díez.
La fotografía está sacada en Perú. Al fondo se puede ver el lago Titicaca el cual se encuentra ubicado en el altiplano andino.
prueba