Es evidente que seguimos, digamos que"persiguiendo recuerdos", con la finalidad de atraparlos y así poder acercarles al presente. En mi opinión es la forma de conseguir que por unos momentos se hagan presencia cercana y de algún modo reencontrarse de manera emotiva con esas sensaciones que únicamente el pasado tiene la potestad de otorgarnos. Desde luego que por intentar perseguirlos que no quede. Sin más preámbulos vayamos al asunto, nostálgico por supuesto. En esta ocasión voy a hablaros de algo que quizá os resulte un tanto intranscendente como es la pesca de ranas, una práctica que se llevó a cabo en el pueblo en tiempos remotos. A mi juicio como esta antigua práctica está vinculada estrechamente a las tradiciones populares de Mozos de Cea, puede que esta circunstancia haga que no resulte insignificante del todo. Es obvio que la antigua pesca de ranas en el pueblo ha desaparecido, principalmente porque hoy en día resultaría ilegal llevarla a cabo debido a que la rana se la ha declarado especie protegida por estar en peligro de extinción. Resulta irrefutable que por tal motivo está prohibido su pesca. También hay que reconocer que actualmente el lugar donde en aquellos lejanos años se las pescaba, como era la laguna de La Barrera, cuando se hallaba en su estado original, apenas se puede ver batracio alguno. No se si es debido a las reformas que se han hecho en la laguna, o por que los patos domésticos o salvajes que a lo largo de estos últimos años la han frecuentado y se han ido comiendo las crías de las ranas, el caso es que apenas si se oyen esos sonidos tan chirriantes, y de continuo, que emiten las ranas cuando croan, sobre todo en esas noches calurosas de verano en el pueblo.
Por aquellos distantes años, no existía prohibición alguna que impidiera su pesca. Por cierto, la temporada de pesca solía comenzar aproximadamente a principios de primavera y finalizaba con la llegada del otoño. Coincidiendo con las temperaturas elevadas porque es cuando las ranas acostumbran a asomar sus cabezas fuera del agua. Y bien, os comento que personalmente fueron muchas las horas que me pasé pescándolas con aquellas rudimentarias cañas que fabricaba para este fin. Que conste en acta que no he sido yo únicamente el que se pasó mogollón de horas capturándolas. Quizá uno de los más constantes sí que fui. ¡Que se le va a hacer, era lo que tocaba por entonces! Aunque bueno, ahora que recuerdo, Javier Morán en lo concerniente a las horas que gastó pescándolas, va a la par conmigo, con el añadido de que él empezó años antes por ser de mayor edad que yo. Como he comentado, la caña era de lo más rudimentaria. Consistía en un simple palo delgado de "zalce" de dos o tres metros aproximadamente al que le atábamos a su punta un hilo negro. Siempre de este color, muy importante. Se trataba de aquel hilo que utilizaban nuestras madres o abuelas para coser; por consiguiente a escondidas solíamos sisarlas unos cuantos metros del canutillo correspondiente que se hallaba dentro de su "medester" de costura. De cebo, solíamos poner, bien un trozo pequeño de carne, o un trapo rojo; también algún que otro insecto, como el tábano, el saltamontes, el grillo... De todos los cebos utilizados, es incuestionable que el grillo resultaba ser el más eficaz. No se si por su olor o por el sabor de la sustancia que este insecto muerto desprendía, el caso que las ranas "picaban" de maravilla. Motivo por lo que el pobre animalejo era víctima propiciatoria der ser utilizado para este fin. Obviamente antes había capturarlo dentro de la hura donde se escondía (por cierto, cuando no teníamos agua que echar dentro de su agujero, para obligar al grillo a que saliera al exterior, acostumbrábamos a mear dentro de su hura -ocurrencias de niños, está claro-) Y bien, una vez que la caña estaba en óptimas condiciones para su uso, ahí estábamos nosotros con ese utensilio en mano y de pie tras los juncos para no dejar mucho al descubierto nuestra presencia, no sea que a verla huyeran despavoridas. Continuamente de atrás hacia adelante impulsábamos la caña con dirección al agua y con nuestra particular técnica la movíamos con el fin de que alguna rana tragara aquel cebo que flotaba sobre el agua. También acostumbrábamos a imitar su croar creyendo que así picarían mejor. Y cuando la ilusa tragaba el cebo y comprobamos que ya no lo soltaba, tirábamos hacia fuera la caña y la rana que seguía apretando el cebo con su boca salía por los aires hacia el exterior del agua. Quienes tenían buena maña, la dirigían hacia su mano y sin problema alguno la atrapaban al vuelo, en cambio los negados para esta pericia, se veían en la obligación de impulsarla con fuerza hacia atrás. Cuando esto ocurría, se dejaba en el suelo la caña y se iba a toda prisa a atrapar la rana, ya que ésta una vez que tocaba tierra, de ipso facto soltaba el cebo de su boca y veloz se ponía a dar saltar con dirección al agua. Raudos corríamos tras ella y lo normal era que la echáramos mano antes de que lograra su ansiado objetivo. Confieso que en mis comienzos me tocó hacer muchas de éstas raudas carreras en pos de ellas; luego con el tiempo acabé logrando la pericia de a atraparlas en el aire y no veas que tranquilidad y que descanso resultaba aquello. Y bien, una vez que la teníamos en nuestras manos, violentamente las lanzábamos contra el suelo para matarlas. Las que cogíamos al vuelo, solíamos golpearlas contra el palo de la caña hasta que morían. Desde luego que crueldad con estos animales ejercíamos y mucha. En fin; una vez muertas, lo habitual era coger un junco e introducírselo por un ojo para que quedara amarradas a él. Y así sucesivamente lo hacíamos con todas las pescadas. Por cierto, a las ranas de un tamaño considerable se las nombraba popularmente como "padráncanos". Era lógico que por su gran tamaño, siempre dirigíamos el cebo hacia donde estaba situado alguno de éstos tratando de capturarlos. Pero era difícil hacer que picaran. Supongo que eran ya "perros, o perras, viejas" y se mostraban indiferentes al engaño. Pues bien, con el junco repleto de ranas muertas y ensartadas a través del ojo, nos íbamos felices y contentos para casa. El grado de felicidad dependía mucho del número de piezas pescadas o de los "padráncanos" conseguidos. Una vez cortadas sus ancas y ya peladas, se las cocinaba a gusto del comensal, bien en tortilla, fritas, o asadas a la brasa. Reconozco que por entonces resultaba un manjar muy apetecible. Aunque la verdad, si os soy sincero, en estos momentos sería incapaz de matar con aquella brutalidad las ranas y dudo si me decidiera en probar bocado de las mismas. También quiero comentaros que no siempre se pescaba para luego degustarlas en la mesa propia. Alguna persona del pueblo al que le apetecía comer ranas, y bien por problemas de salud, o por falta de tiempo o de ganas, no quería, o no podía ir a pescarlas, acostumbraba a comprarte las ranas, sí tú querías vendérselas, claro está. Este tema Javier Morán lo conoce sobradamente, y seguro que lo recuerda bien, porque tenía la costumbre por aquellos años de que las ranas que pescaba se las vendía a una persona del pueblo que falleció hacen ya un montón de tiempo (48 años para ser exacto) por el módico precio de un cinco pesetas, o un duro, y unos cuantos tragos de vino del porrón. Supongo que con lo del vino aprovecharía. Aunque tampoco abusaría el pobre, por su corta edad, digo. Cuento esto del colega Javier como una anécdota relacionada con el tema, sin más.
(Idénticas, en color y estructura corpórea a la rana que aparece en esta imagen, eran aquellas que pescábamos en la laguna La Barrera. Observándola parece trasladarme a la época de la que os hablo)
Os comento que otra forma de poder capturar ranas para degustarlas en aquella época, era la de esperar agazapado tras los juncos y cuando alguna rana estaba lo bastante cerca de donde se encontraba la persona emboscada, contra ella descargaba el palo con gran virulencia. Si la acertaba a dar de lleno, la rana quedaba tiesa y espatarrada sobre el agua y pieza al canto. Como podéis ver, otra nueva crueldad añadida contra aquellos pobres batracios. Pero yo creo que el sumun de la brutalidad ejercida contra ellas surgió a raíz de la aparición de las carabinas de perdigón. En principio normalmente esta arma era utilizaba para cazar gorriones, pero a algún desaprensivo se le ocurrió la descabellada idea de utilizarla para matar también a las ranas. ya que si tenías buena puntería, era presa fácil. Creo que aquella facilidad con que se las mataba con esta arma en buena medida contribuyó a que fueran disminuyendo de manera considerable el número de ranas en la laguna La Barrera. A esto también hay que añadir que la laguna cada equis años acostumbra a secarse y me temo que esto resulta un contratiempo a tener en cuenta a la hora de volver a repoblarse su agua de ranas. No quiero omitir una circunstancia al respecto, como fueron aquellos años correspondientes a la década de los ochenta del siglo pasado, cuando el indefinible e inconfundible Ramón (Ramoncín) le dio por pescar ranas para luego venderlas. Dentro de la laguna se metía con sus botas de goma el bribón y nada de rudimentaria caña, ni carabina para pescarlas, se apañaba perfectamente para atraparlas con sus propias manos. No cabe duda de que por aquellos años se debió convertir en una especie de "exterminador de ranas". Acostumbraba a vendérselas a un restaurante de Sahagún; "El camino de Santiago", se llama, o llamaba, porque desconozco si aún permanece abierto. Os podéis imaginar la demanda de ranas que precisaría por entonces ese restaurante de marras y el Ramoncín siempre dispuesto a satisfacer la demanda. Está claro que esta circunstancia debió obligarle, no sólo a atrapar los batracios en la barrera, sino que también tendría que ir en busca de ellos en cualquier otro espacio acuático ubicado en Mozos de Cea o pueblos alrededores. Como por ejemplo en la laguna de Villacerán que está, o estuvo, situada enfrente de la iglesia y que por entonces según la rumorología popular, creo que veraz, tenía abundantes ranas. Razón por lo cual acudían con frecuencia a pescarlas personas de otros pueblos. Lamentablemente en la actualidad debido a su abandono, la maleza que allí crece en abundancia, es la causa de que hoy en día aparentemente no exista aquella laguna. En fin; casta y figura del Ramocín éste, sin duda. Por cierto, también en la barrera del pueblo, en ocasiones algún forastero venía a pescar. Recuerdo a uno de ellos que solía venir de vez en cuando y que tenía mucha destreza pescando por la enorme cantidad de ranas que capturaba. Pues bien, este individuo mostraba una crueldad supina a la hora de matarlas. Por su habilidad, sin problema alguno las cogia al vuelo. De la misma sacaba las tijeras que llevaba dentro del zurrón, o nasa, que colgaba sobre su hombro y en vivo las cortaba las ancas y posteriormente arrojaba al agua el cuerpo. Aquellos cuerpos mutilados aún seguían moviéndose sobre el agua un rato. Sin palabras.
Como ya comenté al principio, el tema escrito en esta ocasión en apariencia puede resultar insignificante por el simple hecho de que hasta yo mismo pongo en duda si habrá algún lector que considere mínimamente interesante aquella forma de cómo pescábamos las ranas en Mozos de Cea en el pasado, por mucho que a mi juicio estime que forma parte consustancial de sus tradiciones. La verdad, ahora viendo esa forma de parque en que se le ha dado a la laguna, quien no vivió in situ aquella situación, dudo mucho que se convenza de que esa antigua práctica pudo llevarse a cabo en ese mismo lugar por la inexistencia de ranas hoy en día. Aunque a muchos de vosotros os pueda parecer inverosímil, fue muy cierto que se llevó a cabo en ese mismo lugar la práctica de pescarlas. Dejo constancia veraz de ello con todos los recuerdos que en referencia a este asunto aquí he narrado, al margen de la transcendencia o el interés de todo cuanto al respecto queda escrito os pueda suscitar.
Saludos a todas y a todos
Rafael
(Idénticas, en color y estructura corpórea a la rana que aparece en esta imagen, eran aquellas que pescábamos en la laguna La Barrera. Observándola parece trasladarme a la época de la que os hablo)
Os comento que otra forma de poder capturar ranas para degustarlas en aquella época, era la de esperar agazapado tras los juncos y cuando alguna rana estaba lo bastante cerca de donde se encontraba la persona emboscada, contra ella descargaba el palo con gran virulencia. Si la acertaba a dar de lleno, la rana quedaba tiesa y espatarrada sobre el agua y pieza al canto. Como podéis ver, otra nueva crueldad añadida contra aquellos pobres batracios. Pero yo creo que el sumun de la brutalidad ejercida contra ellas surgió a raíz de la aparición de las carabinas de perdigón. En principio normalmente esta arma era utilizaba para cazar gorriones, pero a algún desaprensivo se le ocurrió la descabellada idea de utilizarla para matar también a las ranas. ya que si tenías buena puntería, era presa fácil. Creo que aquella facilidad con que se las mataba con esta arma en buena medida contribuyó a que fueran disminuyendo de manera considerable el número de ranas en la laguna La Barrera. A esto también hay que añadir que la laguna cada equis años acostumbra a secarse y me temo que esto resulta un contratiempo a tener en cuenta a la hora de volver a repoblarse su agua de ranas. No quiero omitir una circunstancia al respecto, como fueron aquellos años correspondientes a la década de los ochenta del siglo pasado, cuando el indefinible e inconfundible Ramón (Ramoncín) le dio por pescar ranas para luego venderlas. Dentro de la laguna se metía con sus botas de goma el bribón y nada de rudimentaria caña, ni carabina para pescarlas, se apañaba perfectamente para atraparlas con sus propias manos. No cabe duda de que por aquellos años se debió convertir en una especie de "exterminador de ranas". Acostumbraba a vendérselas a un restaurante de Sahagún; "El camino de Santiago", se llama, o llamaba, porque desconozco si aún permanece abierto. Os podéis imaginar la demanda de ranas que precisaría por entonces ese restaurante de marras y el Ramoncín siempre dispuesto a satisfacer la demanda. Está claro que esta circunstancia debió obligarle, no sólo a atrapar los batracios en la barrera, sino que también tendría que ir en busca de ellos en cualquier otro espacio acuático ubicado en Mozos de Cea o pueblos alrededores. Como por ejemplo en la laguna de Villacerán que está, o estuvo, situada enfrente de la iglesia y que por entonces según la rumorología popular, creo que veraz, tenía abundantes ranas. Razón por lo cual acudían con frecuencia a pescarlas personas de otros pueblos. Lamentablemente en la actualidad debido a su abandono, la maleza que allí crece en abundancia, es la causa de que hoy en día aparentemente no exista aquella laguna. En fin; casta y figura del Ramocín éste, sin duda. Por cierto, también en la barrera del pueblo, en ocasiones algún forastero venía a pescar. Recuerdo a uno de ellos que solía venir de vez en cuando y que tenía mucha destreza pescando por la enorme cantidad de ranas que capturaba. Pues bien, este individuo mostraba una crueldad supina a la hora de matarlas. Por su habilidad, sin problema alguno las cogia al vuelo. De la misma sacaba las tijeras que llevaba dentro del zurrón, o nasa, que colgaba sobre su hombro y en vivo las cortaba las ancas y posteriormente arrojaba al agua el cuerpo. Aquellos cuerpos mutilados aún seguían moviéndose sobre el agua un rato. Sin palabras.
Como ya comenté al principio, el tema escrito en esta ocasión en apariencia puede resultar insignificante por el simple hecho de que hasta yo mismo pongo en duda si habrá algún lector que considere mínimamente interesante aquella forma de cómo pescábamos las ranas en Mozos de Cea en el pasado, por mucho que a mi juicio estime que forma parte consustancial de sus tradiciones. La verdad, ahora viendo esa forma de parque en que se le ha dado a la laguna, quien no vivió in situ aquella situación, dudo mucho que se convenza de que esa antigua práctica pudo llevarse a cabo en ese mismo lugar por la inexistencia de ranas hoy en día. Aunque a muchos de vosotros os pueda parecer inverosímil, fue muy cierto que se llevó a cabo en ese mismo lugar la práctica de pescarlas. Dejo constancia veraz de ello con todos los recuerdos que en referencia a este asunto aquí he narrado, al margen de la transcendencia o el interés de todo cuanto al respecto queda escrito os pueda suscitar.
Saludos a todas y a todos
Rafael
No hay comentarios:
Publicar un comentario