Con las mismas intenciones de siempre vuelvo a este sitio con mi rutina habitual. Una vez dicho este comentario que sirve de introducción al nuevo párrafo, vayamos al asunto que no es otro que hablar de ciertas costumbres que en un pasado muy lejano se llevaban a la práctica en Mozos de Cea. Costumbres que lamentablemente ya han desaparecido por no darse las circunstancias propicias para seguir manteniéndolas en activo. El tema del que voy a hablaros en esta ocasión está relacionado con las bodas y noviazgos. Como viene siendo habitual tiro de memoria para escribir sobre cualquier asunto, por tanto no es de extrañar que algunas veces me equivoque. Espero que lo menos posible en esta ocasión. Algunas de las cosas que cuento aquí las he vivido yo in situ; otras en cambio ha sido posible el narrarlas merced a la información que he recogido a través de las personas mayores del pueblo por haberlas vivido ellos personalmente. Por esta razón considero que son fuentes de información muy fidedignas. Empecemos.
Cuando se celebraba una boda en el pueblo, cosa que allá por los años de la polca se hacia con frecuencia debido a que había muchos jóvenes de ambos sexos residiendo de forma permanente en Mozos de Cea, el padrino y la madrina tenían sus obligaciones. El padrino debía encargarse de dar una cantidad de dinero a todos los mozos de pueblo. La madrina en cambio a todas las mozas tenía que darlas el capillo. Para quien no sepa de que va esto del capillo, les diré que era algo así como una especie de cucurucho lleno de almendras. En referencia al dinero que les entregaba el padrino a los mozos voy a comentaros algo anecdótico. Por aquellos años que se practicaba la mencionada tradición, había en el pueblo dos bandos de mozos distanciados. A un bando le llamaban "Los moranes". Llevaban este nombre, o mote, porque en este grupo predominaban los mozos con el apellido Morán. En el otro bando más minoritario se agrupaban el resto de mozos. El dinero entregado por el padrino se lo repartía la mitad cada grupo. Siempre había polémica y discusiones a la hora de repartirlo porque los moranes exigían más cantidad de dinero por ser el grupo mayor. Lo normal era que sus exigencias siempre quedaran en nada. Cada grupo gastaba el dinero recibido en la cantina que frecuentaban asiduamente: los moranes en la de Abundio Bueno Fernández; el otro grupo en cambio lo hacía en la de "Cayo Telares".
En el supuesto de llegar a celebrarse en la actualidad una boda en el pueblo, circunstancia improbable por razones obvias, en nada se parecería a aquellas celebradas en tiempos remotos. No tengo la menor duda de que hoy en día en la celebración de un evento de este tipo en el pueblo predominaría toda esa ostentación que es habitual mostrar actualmente en las bodas y que viene obligado por seguir el guión que la sociedad de consumo impone y también por las apariencias, no nos engañemos. Que distinto a entonces por que los enlaces matrimoniales se hacían dentro de la más estricta humildad. Carentes de cualquier exceso. Está claro que por entonces el guión lo imponía las penurias que se vivían, o en su defecto, se sufrían. Por esta razón el banquete de bodas lo normal era que se hiciera en casa de la novia. Las viandas para el convite la mayoría de ellas procedían de los productos de cultivo propio y de animales mejor cebados que se criaban en el hogar de las familias de los contrayentes. Lo mismo ocurría con la repostería ya que ésta resultaba ser de elaboración casera. Por supuesto que el vino a consumir también era de aquel que se elaboraba artesanalmente en las lagares del pueblo. También corría durante el banquete el orujo del Truébano, así como algún que otro licor de los que se vendía por entonces a granel. Lo que no faltaba nunca era la tradicional canción que le cantaba a la novia alguno de los presentes en el convite. Otra costumbre que había por entonces era que parte de los invitados volvían al día siguiente a la misma casa para comerse las sobras del día anterior. Este hecho se conocía como "retornabodas". Los recién desposados lo normal era que no disfrutaran de luna de miel, ni nada por el estilo. Es más, si la boda se celebraba en verano, época de recolectar la cosecha, al día siguiente no les quedaba más remedio que ir a faenar al campo. Supongo que con el "regusto" de su primer noche de bodas (¿o no?) Por cierto, también era una costumbre que el día de la boda al atardecer se organizara un gran bailoteo en plena calle y siempre delante de la puerta de la casa de la novia. Duraba el bailoteo hasta bien entrada la noche y a él solían acudir también algunos mozos y mozas de los pueblos limítrofes.
Todo cuanto conocía sobre las tradiciones relacionados con el noviazgo y el casorio, aquí se queda publicado. Al menos mientras continúen en este espacio escritas permanecerán al margen del olvido que es sin duda donde suele acabar la mayoría de veces todo cuanto está vinculado a las tradiciones populares. Cuando no se tiene el más mínimo interés de hacerlas un sitio en la memoria, por mucho que pasen a formar parte de acervo popular, el olvido acabará por borrarlo todo.
Largos días y plácidas noches a todas y a todos
Rafael
En el supuesto de llegar a celebrarse en la actualidad una boda en el pueblo, circunstancia improbable por razones obvias, en nada se parecería a aquellas celebradas en tiempos remotos. No tengo la menor duda de que hoy en día en la celebración de un evento de este tipo en el pueblo predominaría toda esa ostentación que es habitual mostrar actualmente en las bodas y que viene obligado por seguir el guión que la sociedad de consumo impone y también por las apariencias, no nos engañemos. Que distinto a entonces por que los enlaces matrimoniales se hacían dentro de la más estricta humildad. Carentes de cualquier exceso. Está claro que por entonces el guión lo imponía las penurias que se vivían, o en su defecto, se sufrían. Por esta razón el banquete de bodas lo normal era que se hiciera en casa de la novia. Las viandas para el convite la mayoría de ellas procedían de los productos de cultivo propio y de animales mejor cebados que se criaban en el hogar de las familias de los contrayentes. Lo mismo ocurría con la repostería ya que ésta resultaba ser de elaboración casera. Por supuesto que el vino a consumir también era de aquel que se elaboraba artesanalmente en las lagares del pueblo. También corría durante el banquete el orujo del Truébano, así como algún que otro licor de los que se vendía por entonces a granel. Lo que no faltaba nunca era la tradicional canción que le cantaba a la novia alguno de los presentes en el convite. Otra costumbre que había por entonces era que parte de los invitados volvían al día siguiente a la misma casa para comerse las sobras del día anterior. Este hecho se conocía como "retornabodas". Los recién desposados lo normal era que no disfrutaran de luna de miel, ni nada por el estilo. Es más, si la boda se celebraba en verano, época de recolectar la cosecha, al día siguiente no les quedaba más remedio que ir a faenar al campo. Supongo que con el "regusto" de su primer noche de bodas (¿o no?) Por cierto, también era una costumbre que el día de la boda al atardecer se organizara un gran bailoteo en plena calle y siempre delante de la puerta de la casa de la novia. Duraba el bailoteo hasta bien entrada la noche y a él solían acudir también algunos mozos y mozas de los pueblos limítrofes.
Otra de las tradiciones que se practicaba por aquella época con relación al tema del que hablo, era cuando un joven de otro pueblo, pongamos por ejemplo de Velilla de Valderaduey, quería ennoviarse con alguna de las mozuelas de Mozos de Cea, el cortejador tenía la obligación de pagar la cuartilla si no quería tener serios problemas con los mozos del pueblo. Máxime cuando les molestaba hasta la ofensa el que un mozo forastero viniera a cortejar o bailar con las mozas de su pueblo. Con referencia a este asunto voy a comentaros que por aquellos remotos años los mozos de nuestro pueblo y los de Valdavida se llevaban a matar. Y para agravar más la situación, debido a que el popular "Cayo Telares" se había ennoviado con una mozuela de Valdavida (la que luego sería su esposa), los mozos de nuestro pueblo aprovechaban la coyuntura para entrar por la cara al salón de baile del pueblo mencionado. Sin duda, una fanfarronada que encorajinaba a los mozos de Valdavida. Este hecho provocaba a menudo enfrentamientos verbales entre ambos pueblos hasta que al final se desafiaron para darse de ostias en Velilla de Valderaduey el día de San Martín. Parece ser que los mozos de Valdavida no se presentaron, por tanto se evitó una lamentable gresca colectiva. Siguiendo el hilo de este asunto, quiero comentaros otra de las obligaciones que tenía que cumplir el novio. Se trataba de obsequiar con un cigarrillo a cada mozo del pueblo una vez que se había leído la primera velación que anunciaba su próximo enlace matrimonial. Al parecer hubo por entonces un novio que se puso en plan chulesco y en principio se negó cumplir con la obligación tradicional de entregar el cigarrillo y el dinero. Os cuento. La persona a la que me refiero ya ha fallecido por tanto omitiré su nombre. Lo único que os puedo decir es que era natural de Santa María del Río y que contrajo matrimonio con una mozuela del pueblo, fallecida también. Pues bien, según me comentaron este casamiento se llevó a cabo en Sahagún para que nadie se enterase del día del casorio. Pero ya se sabe que al final por activa o por pasiva de todos uno acaba enterándose. Y es lo que ocurrió. Por tanto, cuando los recién casados venían hacia el pueblo montados en un carro por el antiguo camino de Villacerán, actualmente conocido como camino vecinal, los mozos del pueblo con cencerro en mano salieron a su encuentro con la intención de darles la cencerrada para que cumpliera con la tradición. Y esto es lo que hicieron durante el recorrido: agitar estruendosamente los cencerros hasta que los recién casados llegaron a su casa. Pero el novio ni se inmutó con el aquel ensordecedor ruido. Seguía en su negativa. Como los mozos tampoco estaban dispuesto a ceder, un día tras otro cencerrada delante de su puerta con las mismos requerimientos. Un familiar del afectado no le quedó más remedio que denunciar este molesto episodio en el cuartel de la Guardia Civil de Cea. Cuando en cuartel le preguntaron al denunciante a que se debía toda esa escandalera, al comentarles lo sucedido, la Guardia Civil le dijo si la tradición así lo ordenaba, debe cumplirse. No hay más que hablar. Al final desconozco si la cumplió o no el afectado. Supongo que lo haría para poner fin a aquel molesto alboroto delante de su casa. Todo cuanto conocía sobre las tradiciones relacionados con el noviazgo y el casorio, aquí se queda publicado. Al menos mientras continúen en este espacio escritas permanecerán al margen del olvido que es sin duda donde suele acabar la mayoría de veces todo cuanto está vinculado a las tradiciones populares. Cuando no se tiene el más mínimo interés de hacerlas un sitio en la memoria, por mucho que pasen a formar parte de acervo popular, el olvido acabará por borrarlo todo.
Largos días y plácidas noches a todas y a todos
Rafael
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