Estamos en el mes de octubre y uno de los emotivos recuerdos que tengo asociados a este mes es el de la tradicional vendimia que en tiempos remotos se practicaba en el pueblo. Porque aunque pueda parecer inverosímil, hace alrededor de unos cincuenta años en Mozos de Cea hubo mucho viñedos. Por entonces había en el pueblo unos parajes donde se concentraban la mayor parte de los mismos. Me estoy refiriendo a : "El Chopo y El Anillo", ambos estaban unidos por los viñedos, y el otro corresponde a "Las Quemadas". También a lo largo y ancho del páramos se hallaban en menor medida dispersos otros majuelos con una variedad de uvas que crecían en sus cepas, mayormente las conocidas en el pueblo como "uvas de híbrido". De mala calidad para elaborar con ellas el vino, sin duda. También crecían en aquellas cepas, aunque en menor medida, otra variedad de uvas obviamente de mejor calidad como era la "uva americana", la "uva del tintorro", el tempranillo, etc. Todas ellas una vez vendimiadas, se mezclaban para la elaboración del vino. Respecto a la uva blanca el tempranillo, comentaros que era, o es, muy exquisita al paladar y además la primera en madurar. Por esta razón, muchos días antes del comienzo de la vendimia, se iba a menudo a la viña con una cesta para traer a casa uvas de esta clase. Era típico por entonces dar de merendar a los niños un pedazo de pan y un racimo de estas uvas. Por otra parte, comentaros que todos los viñedos fueron desapareciendo progresivamente poco antes de la concentración parcelaria. Algunos vecinos los desceparon sabedores de que la viña de su propiedad pasaría a serlo del dueño de la nueva parcela que le había correspondido. Luego también sucedió de que el Estado pagaba cierta cantidad de dinero a los labradores que desceparan los viñedos donde crecía la "uva híbrida". Por consiguiente, al haber dinero de por medio, a los últimos viñedos que habían sobrevivido a la concentración parcelaria les arrancaron sus cepas de raíz. Por este motivo en Mozos de Cea se extinguieron prácticamente en su totalidad todos los terrenos plantados de vides.
Antes de la extinción de todos aquellos viñedos dispersos a lo largo y ancho del páramo de Mozos de Cea, cada año se llevaba a cabo en el pueblo la recolección de la uva. Una actividad que lo habitual era que comenzase con la llegada del otoño. El antes y el después de la vendimia, así como la elaboración del vino, tenia un largo y complejo proceso. De entrada, días antes de iniciar la recolección de la uva, había que lavar a conciencia las barricas, o "pipas" como se las conocía popularmente y que estaban fabricadas con madera de roble. Se sacaban estos recipientes fuera de la bodega y en algunos de los lugares del pueblo donde había agua se lavaban. El lugar preferentemente para llevar a cabo esta tarea de lavado era la charca de "Las Barreras". Aunque también el agua de: "La fuente de Antocil", " "La poza del Campo del Río"; "La charca de Mesteruelo", y algún que otro acuíferos más cercano al casco urbano, sirvieron en su día para este cometido. Se las solía dejar llenas de agua unos cuantos días con el fin de que su madera hinchara y de este modo se cerraran las grietas que podrían tener. Recuerdo que dentro de la bodega había una barrica muy grande, desconozco la capacidad de litros, o cántaros, que hacia este recipiente. Lo único que puedo deciros es que popularmente se la conocía como "volcoi". Como se trataba de una barrica de enorme tamaño, era difícil y complicado sácalo al exterior para proceder a su lavarlo, por lo tanto esa tarea se desarrollaba dentro de la propia bodega.
Antes de la extinción de todos aquellos viñedos dispersos a lo largo y ancho del páramo de Mozos de Cea, cada año se llevaba a cabo en el pueblo la recolección de la uva. Una actividad que lo habitual era que comenzase con la llegada del otoño. El antes y el después de la vendimia, así como la elaboración del vino, tenia un largo y complejo proceso. De entrada, días antes de iniciar la recolección de la uva, había que lavar a conciencia las barricas, o "pipas" como se las conocía popularmente y que estaban fabricadas con madera de roble. Se sacaban estos recipientes fuera de la bodega y en algunos de los lugares del pueblo donde había agua se lavaban. El lugar preferentemente para llevar a cabo esta tarea de lavado era la charca de "Las Barreras". Aunque también el agua de: "La fuente de Antocil", " "La poza del Campo del Río"; "La charca de Mesteruelo", y algún que otro acuíferos más cercano al casco urbano, sirvieron en su día para este cometido. Se las solía dejar llenas de agua unos cuantos días con el fin de que su madera hinchara y de este modo se cerraran las grietas que podrían tener. Recuerdo que dentro de la bodega había una barrica muy grande, desconozco la capacidad de litros, o cántaros, que hacia este recipiente. Lo único que puedo deciros es que popularmente se la conocía como "volcoi". Como se trataba de una barrica de enorme tamaño, era difícil y complicado sácalo al exterior para proceder a su lavarlo, por lo tanto esa tarea se desarrollaba dentro de la propia bodega.
( Aquí tenéis en esta imagen una panorámica típicamente de la vendimia. En blanco y negro, tal como transcurrían por entonces los días de la vendimia en Mozos de Cea, de los cuales os hablo en este párrafo. En esta imagen, aparte de las vendimiadoras y vendimiadores, se ven canastos en primera fila y detrás esos cestos de gran capacidad conocidos como cuévanos. No falta tampoco el carro, de vacas o de mulos. No se precisa en la imagen a que ganado pertenece. Pero lo que no hay duda de que estos utensilios también estuvieron muy presentes durante aquellos años de vendimia en Mozos de Cea)
Y una vez puestos en su punto los tonales, empieza la recolección de la uva. Ahora serían, o son, los carros de vacas, los cestos y canastos, o los cuévanos (recipiente de mimbre de doble capacidad que el cesto), y por supuesto los vendimiadores y vendimiadoras, los principales protagonistas de esta historia. Por cierto los susodichos cestos de mimbre y también cuévanos muchos de ellos estaban fabricados en Mozos de Cea. Había por entonces dos vecinos en el pueblo, Áureo Modino y Paulino de Lucas, auténticos artesanos en la elaboración de los cestos. Los fabricaban con las ramas de un árbol llamado "Balsa". Por otra parte, comentaros que cada vecino tardaba aproximadamente una semana en recolectar todas sus uvas. En ocasiones se ayudaban entre vecinos a vendimiar y en otras solía arrimar el hombro algún pariente de la familia. Lo habitual era que se estuviera todo el día vendimiando, con los descansos correspondientes claro está. Por esta razón, se llevaba un buen suministro de viandas para alimentarse por que hasta el atardecer no se regresaba a casa. La vuelta al pueblo se hacía una vez que los carros estaban prácticamente llenos de las uvas recolectadas. La verdad es que se creaba un agradable ambiente durante el tiempo de la vendimia, sobre todo si estaban presentes en la tarea personas ajenas a los miembros de la familia: Los chascarrillos, el humor y las risas no solían faltar nunca. Lo que también se daba por aquel tiempo era la tradicional broma de "echar la lagareta". Broma que consistía en reventar las uvas de la variedad llamada tintorro delante en cara del que tenías enfrente. Al ser el jugo de esta uva muy oscuro, te puedes hacer una idea de que color te dejaba el rostro. Al menor descuido, te iba "tintorrazo a la cara". Esto se daba con frecuencia por entonces entre las mozuelas y los mozuelos que siempre andaban tan jocosos ellos. Otra costumbre era el que si algún vecino disponía de muchos viñedos, no tenía más remedio que echar mano de algún vendimiador, al que tenía que pagarle un jornal, claro está. Quiero comentar también, que otra costumbre era cortar de las cepas alguna de las ramas donde crecían los racimos de uvas de notoria calidad. Una vez cortadas aquellas ramas a las que popularmente se conocía como vástigas, se llevaban a casa. Alunas veces se colgaban aquellas ramas, otras en cambio se las quitaban sus racimos y se les extendía sobre pajas de centeno para su mejor conservación. Tenían que estar en un lugar oscuro y ventilado. Como permanecían mucho tiempo protegidas, aquellos racimos acababan teniendo la apariencia de uvas pasas. Aunque muchos otros se pudrían.
Al atardecer, una vez que se llegaba al pueblo, aquella uva que se había recolectado durante toda la jornada y que se hallaba almacenada en el carro, había que descargarla con una horca y depositarla dentro en una lagar que estaba situada en el interior de la bodega. Unos días antes de la vendimia se acondicionaba y lavaba a conciencia el lagar para este fin. Días tras día se repetía la misma tarea del descargue hasta que finalizaba la recolección de la uva. Una vez que estaban todas uvas depositadas dentro del lagar, era el momento de comenzar con la tradicional pisada de las uvas. Se solía hacerlo normalmente descalzos y durante unas cuantas horas se pisaba todo aquel revoltijo de uvas con el fin de extraer todo el jugo de ellas. La lagar tenía un orificio a ras del suelo y por él salía el jugo de las uvas que caía sobre un foso bastante profundo y estrecho al que se conocía con el nombre de pila. Dentro de la pila aquel jugo convertido en mosto seguía su proceso de fermentación. Se trataba de una tóxica fermentación que iba liberando unos gases asfixiantes y en poco tiempo la falta de oxígeno podía matar a quienes se encontraran dentro de la bodega. De ahí la precaución y el estar siempre prevenidos contra este riesgo mortal. Aún corriendo riesgos, tenías que estar necesariamente al pie del cañón sacando con el caldero aquel mosto de la pila, una vez que ésta se llenaba, para depositarlo en el interior de las barricas. Por suerte no se dio en Mozos de Cea ningún caso de fallecimiento a cuenta de esta fatídica circunstancia, y eso que prácticamente todos los vecinos del pueblo elaboraban en su propia lagar el vino. Y bien, una vez que ya se acababa la tarea del pisado de uvas, se solía amontonar dentro de la lagar todos sus residuos: hollejos, pepitas, rabos, etc. A falta de una prensa para estrujar estos residuos, se colocaba normalmente encima de aquel montón la zarcilla que se utilizaba para el carro, y sobre este artilugio de madera, se ponían unas cuantas peñas que dieran la utilidad de una prensa con el fin de conseguir estrujar lo más posible aquella aglomeración de residuos.
( En esta otra imagen aparece el tradicional pisado de la uva. Como la anterior también pertenece esta fotografía a aquellos años de blanco y negro del siglo pasado. Aquí se puede apreciar a tres personas dentro del lagar pisando la uva, aunque estén posé fotográfico. Pero es evidente que están en plena faena del pisado de la uva. Tal como se hacía por entonces en nuestro pueblo y el lagar donde lo pisan es muy similar a los que había por entonces en las rústicas y sencillas bodegas de Mozos de Cea)
Por otra parte, el mosto fermentado de la pila ya estaba depositado en el interior de las correspondientes barricas. Se dejaba abierto el orificio por donde se llenaban las barricas durante unos días para que siguiera fermentando el mosto y liberara todas sus impurezas. Una vez transcurrido el tiempo conveniente y cesado la fermentación, se solía echar dentro de las barricas unos polvos químicos los cuales supuestamente servían para que no se avinagrara el vino. Aunque la verdad sea dicha, no resultaban muy prácticos aquellos polvos. Raro era que el vino que contenía alguno de aquellos recipientes no se avinagrara. Sobre todo cuando comenzaba la temporada del calor. Y eso que se cerraban a conciencia los orificios de las barricas para que no "respirara" por resquicio alguno, con el fin de que allí dentro aquel caldo autóctono reposara en perfecta simbiosis con la madera hasta su elaboración y consumo. Cuando ya se creía que el vino estaba listo para beberlo, se colocaba una espita en la barrica correspondiente para extraer el vino a través de ella. Esta acción de sacar el vino por vez primera de aquel recipiente se conocía popularmente como "espitar". Y una vez espitado, el trasiego de idas y venidas a la bodega con el jarro o el porrón era una constante. La verdad es que aquel "caldo de los viñedos de Mozos de Cea" te podías beber perfectamente un litro casi del tirón y para nada te ponías "piripi". Yo creo que esto se debía a los pocos grados de alcohol que tenía. Cierto que su sabor dejaba mucho que desear al paladar. La mayoría para que tuviera un saborcillo mejor acostumbraba a mezclarlo con aquellas gaseosas sin marca registrada que elaboraba Eliher del Ser en su fábrica de Valdescapa. Lo que está bien claro es que prácticamente todos los hogares del pueblo se autoabastecían con aquel vino de la tierra. Y alguna que otra persona hasta tenía excedente del mismo, razón por la cual vendía garrafones de morapio a quienes andaban faltos de él. Recuerdo que uno de aquellos vendedores era Epifanio Cuesta Rodríguez.
Como todo en la vida va evolucionando, se supone que para mejor, la rudimentaria forma de conservar el vino progresó. Los últimos años antes de que se extinguiera la vendimia en el pueblo, se llevaba a cabo el "embotellamiento del vino" para su mejor conservación. Aparte que a las barricas se las echaba unos productos químicos mejor preparados que garantizaban que el vino no se "picara", -manera en que popularmente se decía cuando se avinagraba el vino-, y además le proporcionaban un sabor más agradable al paladar. Como era lógico, para envasar el vino se necesitaba disponer de una considerable cantidad de botellas. Eran los bares de Sahagún normalmente quien se las proporcionaba a los "vinateros", aunque éstos tenían que abonar de una peseta, o dos, por cada botella vacía. Se solían envasar una cantidad considerable con el fin de que el vino pudiera llegar hasta la próxima elaboración. Al estar conservado dentro de las botellas cerradas con un tapón de corcho introducido a presión, no se corría riesgo alguno de que las altas temperaturas lo avinagrara como acostumbraba a hacerlo cuando se hallaba dentro de las barricas. Recuerdo que había algún que otro que no le hacía ascos a aquella "vinagreta" (popularmente así se nombraba) y se echaba sus buenos tragos para refrescar el gaznate. Aunque este tipo de "echaos pa lante" había muy pocos.
Por cierto, aquel montón de residuos de la uva, conocido como orujo, y que se hallaba apilado dentro del lagar, una vez que se había estrujado al máximo, se cargaba dentro del carro y se lo llevaba a esa destilería, o alambique, que la mayoría de vosotros conocéis y cuyo nombre es "El Truébano". Una vez que se llegaba a la destilería con el carro, se pesaba la carga que transportaba con el fin de saber los litros de aguardiente que te correspondían a cambio del orujo que les entregabas. Los litros que te correspondían no era costumbre traerlos todos de una vez. Lo normal era ir a por ellos con una garrafina al El Truébano dos o tres días al año: por la fiesta del patrón, al comienzo del verano y por las navidades. La cuestión era de que los litros de aguardiente que disponías te duraran la mayor parte del año. Era costumbre convidar con una copa del mismo a quien fuera a tu casa por algún motivo en especial y también tradición era el beberse un copazo de aguardiente en plena madrugada cuando se iba en verano a acarrear la mies. Está claro que aquellos antiguos labradores, recios y curtidos por el cierzo y la solana, como la tierra árida de Mozos de Cea, eran los únicos capaces de echarse un tragazo de aguardiente en plena madrugada, y además medio en ayunas. Bien es sabido que por su alta graduación etílica esta bebida alcohólica te abrasa hasta las entrañas. Aquí ese refrán que dice " lo que no te mata, te hace más fuerte", acierta de pleno.
A mi juicio, creo que más o menos todo lo más relevante sobre este asunto de la vendimia aquí se queda escrito. Para no aburrir ni cansar, tampoco es cuestión de extenderme con más detalles o anécdotas. Sólo me queda decir que es una lástima el que la tradicional vendimia en Mozos de Cea se haya extinguido. Pero es lo que hay y el progreso y su implacable evolución así lo ha impuesto. Y toca acatar sin rechistar. Aunque recordar con cierta nostalgia el antiguo y tradicional arte de elaborar el vino nadie ni nada nos lo podrá impedir. Por hoy termino, en otra ocasión más y mejor.
Saludos a todas y a todos.
Rafael
Al atardecer, una vez que se llegaba al pueblo, aquella uva que se había recolectado durante toda la jornada y que se hallaba almacenada en el carro, había que descargarla con una horca y depositarla dentro en una lagar que estaba situada en el interior de la bodega. Unos días antes de la vendimia se acondicionaba y lavaba a conciencia el lagar para este fin. Días tras día se repetía la misma tarea del descargue hasta que finalizaba la recolección de la uva. Una vez que estaban todas uvas depositadas dentro del lagar, era el momento de comenzar con la tradicional pisada de las uvas. Se solía hacerlo normalmente descalzos y durante unas cuantas horas se pisaba todo aquel revoltijo de uvas con el fin de extraer todo el jugo de ellas. La lagar tenía un orificio a ras del suelo y por él salía el jugo de las uvas que caía sobre un foso bastante profundo y estrecho al que se conocía con el nombre de pila. Dentro de la pila aquel jugo convertido en mosto seguía su proceso de fermentación. Se trataba de una tóxica fermentación que iba liberando unos gases asfixiantes y en poco tiempo la falta de oxígeno podía matar a quienes se encontraran dentro de la bodega. De ahí la precaución y el estar siempre prevenidos contra este riesgo mortal. Aún corriendo riesgos, tenías que estar necesariamente al pie del cañón sacando con el caldero aquel mosto de la pila, una vez que ésta se llenaba, para depositarlo en el interior de las barricas. Por suerte no se dio en Mozos de Cea ningún caso de fallecimiento a cuenta de esta fatídica circunstancia, y eso que prácticamente todos los vecinos del pueblo elaboraban en su propia lagar el vino. Y bien, una vez que ya se acababa la tarea del pisado de uvas, se solía amontonar dentro de la lagar todos sus residuos: hollejos, pepitas, rabos, etc. A falta de una prensa para estrujar estos residuos, se colocaba normalmente encima de aquel montón la zarcilla que se utilizaba para el carro, y sobre este artilugio de madera, se ponían unas cuantas peñas que dieran la utilidad de una prensa con el fin de conseguir estrujar lo más posible aquella aglomeración de residuos.
( En esta otra imagen aparece el tradicional pisado de la uva. Como la anterior también pertenece esta fotografía a aquellos años de blanco y negro del siglo pasado. Aquí se puede apreciar a tres personas dentro del lagar pisando la uva, aunque estén posé fotográfico. Pero es evidente que están en plena faena del pisado de la uva. Tal como se hacía por entonces en nuestro pueblo y el lagar donde lo pisan es muy similar a los que había por entonces en las rústicas y sencillas bodegas de Mozos de Cea)
Por otra parte, el mosto fermentado de la pila ya estaba depositado en el interior de las correspondientes barricas. Se dejaba abierto el orificio por donde se llenaban las barricas durante unos días para que siguiera fermentando el mosto y liberara todas sus impurezas. Una vez transcurrido el tiempo conveniente y cesado la fermentación, se solía echar dentro de las barricas unos polvos químicos los cuales supuestamente servían para que no se avinagrara el vino. Aunque la verdad sea dicha, no resultaban muy prácticos aquellos polvos. Raro era que el vino que contenía alguno de aquellos recipientes no se avinagrara. Sobre todo cuando comenzaba la temporada del calor. Y eso que se cerraban a conciencia los orificios de las barricas para que no "respirara" por resquicio alguno, con el fin de que allí dentro aquel caldo autóctono reposara en perfecta simbiosis con la madera hasta su elaboración y consumo. Cuando ya se creía que el vino estaba listo para beberlo, se colocaba una espita en la barrica correspondiente para extraer el vino a través de ella. Esta acción de sacar el vino por vez primera de aquel recipiente se conocía popularmente como "espitar". Y una vez espitado, el trasiego de idas y venidas a la bodega con el jarro o el porrón era una constante. La verdad es que aquel "caldo de los viñedos de Mozos de Cea" te podías beber perfectamente un litro casi del tirón y para nada te ponías "piripi". Yo creo que esto se debía a los pocos grados de alcohol que tenía. Cierto que su sabor dejaba mucho que desear al paladar. La mayoría para que tuviera un saborcillo mejor acostumbraba a mezclarlo con aquellas gaseosas sin marca registrada que elaboraba Eliher del Ser en su fábrica de Valdescapa. Lo que está bien claro es que prácticamente todos los hogares del pueblo se autoabastecían con aquel vino de la tierra. Y alguna que otra persona hasta tenía excedente del mismo, razón por la cual vendía garrafones de morapio a quienes andaban faltos de él. Recuerdo que uno de aquellos vendedores era Epifanio Cuesta Rodríguez.
Como todo en la vida va evolucionando, se supone que para mejor, la rudimentaria forma de conservar el vino progresó. Los últimos años antes de que se extinguiera la vendimia en el pueblo, se llevaba a cabo el "embotellamiento del vino" para su mejor conservación. Aparte que a las barricas se las echaba unos productos químicos mejor preparados que garantizaban que el vino no se "picara", -manera en que popularmente se decía cuando se avinagraba el vino-, y además le proporcionaban un sabor más agradable al paladar. Como era lógico, para envasar el vino se necesitaba disponer de una considerable cantidad de botellas. Eran los bares de Sahagún normalmente quien se las proporcionaba a los "vinateros", aunque éstos tenían que abonar de una peseta, o dos, por cada botella vacía. Se solían envasar una cantidad considerable con el fin de que el vino pudiera llegar hasta la próxima elaboración. Al estar conservado dentro de las botellas cerradas con un tapón de corcho introducido a presión, no se corría riesgo alguno de que las altas temperaturas lo avinagrara como acostumbraba a hacerlo cuando se hallaba dentro de las barricas. Recuerdo que había algún que otro que no le hacía ascos a aquella "vinagreta" (popularmente así se nombraba) y se echaba sus buenos tragos para refrescar el gaznate. Aunque este tipo de "echaos pa lante" había muy pocos.
Por cierto, aquel montón de residuos de la uva, conocido como orujo, y que se hallaba apilado dentro del lagar, una vez que se había estrujado al máximo, se cargaba dentro del carro y se lo llevaba a esa destilería, o alambique, que la mayoría de vosotros conocéis y cuyo nombre es "El Truébano". Una vez que se llegaba a la destilería con el carro, se pesaba la carga que transportaba con el fin de saber los litros de aguardiente que te correspondían a cambio del orujo que les entregabas. Los litros que te correspondían no era costumbre traerlos todos de una vez. Lo normal era ir a por ellos con una garrafina al El Truébano dos o tres días al año: por la fiesta del patrón, al comienzo del verano y por las navidades. La cuestión era de que los litros de aguardiente que disponías te duraran la mayor parte del año. Era costumbre convidar con una copa del mismo a quien fuera a tu casa por algún motivo en especial y también tradición era el beberse un copazo de aguardiente en plena madrugada cuando se iba en verano a acarrear la mies. Está claro que aquellos antiguos labradores, recios y curtidos por el cierzo y la solana, como la tierra árida de Mozos de Cea, eran los únicos capaces de echarse un tragazo de aguardiente en plena madrugada, y además medio en ayunas. Bien es sabido que por su alta graduación etílica esta bebida alcohólica te abrasa hasta las entrañas. Aquí ese refrán que dice " lo que no te mata, te hace más fuerte", acierta de pleno.
A mi juicio, creo que más o menos todo lo más relevante sobre este asunto de la vendimia aquí se queda escrito. Para no aburrir ni cansar, tampoco es cuestión de extenderme con más detalles o anécdotas. Sólo me queda decir que es una lástima el que la tradicional vendimia en Mozos de Cea se haya extinguido. Pero es lo que hay y el progreso y su implacable evolución así lo ha impuesto. Y toca acatar sin rechistar. Aunque recordar con cierta nostalgia el antiguo y tradicional arte de elaborar el vino nadie ni nada nos lo podrá impedir. Por hoy termino, en otra ocasión más y mejor.
Saludos a todas y a todos.
Rafael
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