jueves, 11 de diciembre de 2014

PAGAR LA CUARTILLA

Una de las  tradiciones hoy ya desaparecidas y que muchos años atrás estuvo vigente   en Mozos de Cea fue la de "Pagar la cuartilla". Esta tradición consistía en que todo  joven, o mozo como popularmente se les nombra en el pueblo, cuando cumplía la edad de 18 años tenía que convidar   con un garrafón de vino  cuya  capacidad en litros equivalía  a una cuartilla, cinco litros aproximadamente, a todos    los mozos del pueblo que con anterioridad ya  habían  cumplido con  esta tradición. Normalmente el vino con que  el joven obsequiaba al resto de mozos era de la cosecha propia ya que por entonces prácticamente la totalidad de los vecinos del pueblo en sus casas disponían de la correspondiente  lagar y bodega donde elaboraban y conservaban   su propio vino. No se si tenía denominación de origen o no aquel "caldo autóctono", lo que si recuerdo es que aunque las personas  bebían una gran cantidad de ese líquido, difícil resultaba el que alguna de ellas  acabara con una impresionante borrachera, vamos que grados etílicos    los justos para catalogarse como "bebida alcohólica". A lo que íbamos, que el joven les obsequiaba con su cuartilla de vino y como eran unos cuantos mozos los que por entonces vivían de forma permanente en el pueblo, digo yo que a mucho trago "per cápita"  no tocaría.  Aunque seguro que los tragos suficientes para pasarse un agradable rato todos juntos  en parrandera convivencia 
 
El pagar la cuartilla no quedaba meramente  en una tradicional anécdota, o exclusivamente en    pasarse  un   buen rato bebiendo y cantando con el resto de los mozos del pueblo un día determinado, generalmente un domingo a la tarde, sino que el mozo que  había cumplido necesariamente  con la tradición se le concedía  unos derechos establecidos y  también el cumplir con a unas obligaciones que  te imponía el pago de esa  cuartilla. Como por ejemplo, el derecho de poder subir al coro cuando asistía a algún acto religioso que se celebraba en la iglesia, o  el poder ser  uno de los integrantes   que cargaba sobre su hombro las andas que portaban una determinada figura eclesiástica cuando a ésta se la sacaba en procesión. Cuando no habías pagado la cuartilla,  tu puesto en la procesión era el de llevar los faroles,  acompañando a quien portaba la cruz.  Normalmente el portador de esa cruz metálica era el que hacía de mayordomo de la iglesia, el cual  el sacerdote que ejercía por entonces en el pueblo, D.Bernardo Pérez Gil,  había nominado de entre los vecinos del pueblo. Cada uno de enero se renovaba el cargo y era nominaba nuevo vecino. El mayordomo además de portar la cruz en la procesión,  tenía otros cargos  como el de la limpieza de la iglesia y demás eventos relacionados con la misma. A lo que íbamos, aparte de favorecerse con los asuntos  relacionados con la   iglesia, podía estar presente en   cualquier reunión o festejo que organizaban los mozos y además con derecho a opinión. Como ya he comentado tenía sus obligaciones, como por ejemplo el tener que pagar la parte que le correspondía de los  gastos que suponían la contratación de los músicos que amenizaban la fiesta del día de San Pelayo.  Unos gastos que suponía  un notorio sacrificio para la economía en precario que por entonces soportaban casi la totalidad de los hogares del pueblo. Aunque bueno, los mozos siempre se las arreglaban para que al final la contribución personal de cada uno a la causa festiva  fuera menos onerosa. Aparte del dinero   que se embolsaban en la diana musical con fines recaudatorios  y   que acostumbra a  celebrase  el segundo día del patrón yendo casa por casa, unos días antes de San Pelayo todos los mozos iban al monte a cortar la leña de la "suerte" que se les había  reservado con el fin  de que sirviera de  ayuda para   sufragar los gastos de orquesta. Todos los vecinos del pueblo, tal como se hace aún ahora, se les adjudicaba también por entonces un pequeña porción  de monte, denominado "suerte", para que cortaran la leña de roble que les había sido designado. Los mozos una vez cortada la leña, de roble obviamente,  la cargaban en los correspondientes carros- solían ser dos o tres los carros utilizados- y la traían para el pueblo. Luego en una especie de subasta la vendían. Normalmente se quedaban con el corte de leña alguno de los vecinos ya ancianos,  porque  no contaban ni con fuerza física para cortarla ni medios de transporte para traerla a su domicilio.  Los carros cargados con el corte de leña    se acostumbraba a exponerlos  para su venta donde anteriormente estuvo situado el frontón, o el trinquete como popularmente  el pueblo se le nombraba . Hoy ese espacio donde estuvo  ubicado en su día ese trinquete se llama calle Cascajera.

Como ya comento al principio, esta tradición ya ha desaparecido.  En la actualidad  es imposible que pudiera volver a repetirse tal circunstancia   porque  en Mozos de Cea no queda ya joven alguno residiendo de forma permanente  que pudiera dar  continuidad a esta curiosa tradición.  Creo, aunque no con toda seguridad, que los tres últimos jóvenes en pagar la cuartilla fueron: José Luis, Santiago y mi hermano Tasio  ( los tres quintos nacidos en 1952). Y esto sucedió si no me equivoco al comenzar la década de los setenta del siglo pasado. También es de recibo reconocer que si no se pudo mantener la continuidad de esta  tradición en parte fue porque  los jóvenes que precedían a los tres nombres citados, ya  no residían de continuo en Mozos de Cea,  porque por una u otra circunstancia se vieron en la obligación de marcharse del pueblo.  Esto fue motivo suficiente para que de forma inevitable tuviera que ponerse fin a la tradición de que todos los  mozos al cumplir los 18 años tuvieran que  pagar la cuartilla . Y es una pena que esto ya desaparecido, la verdad. Porque las tradiciones, además de formar parte del acervo cultural de un pueblo, es la esencia y la identidad del mismo. De ahí lo importante y esencial que resulta siempre recuperarlas aquellas que por una u otra razón han desaparecido.
 
Para dar credibilidad  de que en su momento existió esta antigua tradición en Mozos de Cea, he tenido que recurrir  a la memoria con en fin de contárosla  desde mi particular punto de vista.  Desconozco si este hecho de rememorarla y narrárosla puede suscitaros interés alguno.   Quizá al dejarla escrita en   este  espacio sólo he pretendido que  al menos en el recuerdo continúe subsistiendo y con ello intentar de alguna manera  que no desaparezca del todo. Al margen del concepto o pensamiento  que cada uno tenga sobre este tema, espero   que os haya resultado amena la lectura de esta especie de "ejercicio de nostalgia" que aquí dejo escrito.

Saludos a todas y a todos.

Rafael 

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