viernes, 20 de febrero de 2015

EXPOSICIONES

De nuevo  el recuerdo vuelve a tomar protagonismo en  este espacio virtual con el fin de poder  hablaros en esta ocasión  de las exposiciones que hace unos cuantos años, 15 concretamente,   organizamos varias personas en Mozos de Cea. Aunque bueno, quienes más implicados estuvimos en este evento cultural-popular, y a su vez coordinamos e ideamos el  tipo de exposición que se iba a llevar a cabo anualmente, fuimos dos personas: Tina Conde Pacho (Tinina como popularmente se la conoce en el pueblo)  y yo . Es de recibo reconocer que las  otras personas, también  involucradas con  el evento,  colaboraron y nos ayudaron mucho para poder llevar a cabo la exposición, la cual durante una semana permanecía abierta al público  para que pudiera ser visitada.    Durante cuatro años seguidos, desde 1997 hasta el 2000,  organizamos a mediados de agosto este evento  incluido dentro  de la denominada  "Semana Cultural"  y que formaba parte de  los diversos  actos culturales que por entonces llevaba a cabo la asociación cultural y deportiva "Montes de Río Camba" de Mozos de Cea. La finalidad de organizar la citada  exposición anual estaba hecha con la idea de rememorar el pasado  para que  las nuevas generaciones de niños y jóvenes que no conocían aquellos  objetos o utensilios  vinculados a la identidad y la  esencia del pueblo que allí se exponían se familiarizasen con ellos y ya de paso   conocieran directamente la utilidad de cada uno de ellos cuando  necesariamente en su momento tuvieron que ser empleados  para  desarrollar la función que le correspondía. Fueron muy   emotivos y entrañables, sin duda, aquellos días en que las personas visitaban la exposición y por unos momentos volvían a reencontrarse con su pasado muchas de ellas. A identificarse claramente con los enseres de cocina, aperos de labranza, vestimenta antigua, etc. etc.  y que   prácticamente la totalidad de ellos estaban arrinconados en el olvido,   pero que en algún momento del pasado las familias campestres  se sirvieron de ellos como una necesidad básica para subsistir. También resultó gratificante para quienes organizamos el evento, la curiosidad e interés  de los niños; así como sus constantes   preguntas sobre la utilidad de cuanto allí permanecía expuesto.  Y también la nostalgia que invadía a las personas mayores recordando parte de su infancia y de su juventud que estaba vinculada intrínsecamente a todos aquellos objetos que formaron parte de las correspondientes exposiciones.


Tres fueron los locales que se utilizaron para poder llevar a cabo este evento cultural. El primer año de la exposición, 1997, se hizo en  la escuela, un año antes de ser tristemente derribado este edificio. Parte de los utensilios que formaron parte de la educación docente de innumerables generaciones de niños que asistieron a las clases de aquella escuela  allí se exhibían con su correspondiente e inevitable  deterioro a causa del transcurrir del tiempo: mapas, libros, tinteros, las populares  "Enciclopedias Alvarez"  (la  Wikipedia por entonces) pupitres, etc.  Sin duda alguna  aquel antiguo material escolar que otrora se empleó para la enseñanza didáctica  de lo niños del pueblo que asistieron a   aquella escuela mixta,  (Por cierto se llamaba oficialmente "Escuela mixta San Benito de Mozos de Cea") , durante la exposición  sirvió exclusivamente  para que se dieran cita los recuerdos de nuestra etapa escolar y de alguna manera, muchos de nosotros  pudimos reencontrarnos con nuestra niñez e identificarnos plenamente con aquel emotivo material escolar. En aquella ocasión junto a los objetos escolares citados, también se expuso fotografía antigua. De forma generosa y desinteresadamente muchas fueron las personas que prestaron sus fotografías para este acontecimiento. Aunque alguna hubo en color, prácticamente la totalidad de ellas fueron en blanco y negro. En mi opinión, aquellas fotografías resultaban  auténticos documentos históricos conexos al pueblo en su vertiente humana. Muchas de aquellas fotografías nunca las había visto con anterioridad y realmente me causaron una gratísima  impresión. Sólo en situaciones como ésta uno tiene la gran suerte y oportunidad de poder contemplarlas. Lo que también pude comprobar es que al observar detenidamente aquellas fotografías antiguas uno se da cuenta de  la forma constante e implacable en que el transcurrir del tiempo nos impone su ley a la vez que nos va dejando ausencias mientras caminamos por el   itinerario de la vida hasta convertirnos nosotros también en ausencia para quienes nos preceden. 


Estas dos fotografías formaron parte de la 1ª Exposición, año 1997.
  (Material escolar y foto antigua)
 

Desconozco el año que pudo haber sido sacada esta fotografía. Supongo que a principios del siglo pasado porque algunos de los niños que están presentes en la fotografía y que aún viven, tienen aproximadamente 90 años, y alguno sobrepasan esa edad como Eustaquia Conde. (segunda de pie en la primera fila contando de derecha a izquierda) Creo que sin mucho margen de error, hoy en día de los niños que aparecen en la fotografía, tan sólo viven siete: Eustaquia, Dolores, Cirina, Saturnina ,Exuperancia, Aniana y Porfiria. Curiosamente todas mujeres. Es evidente que la longevidad de la mujer en esta fotografía queda patente. 




Esta fotografía también estuvo presente en la exposición. Fue sacada en 1966. Es obvio que se trata de la formación de un equipo de futbol, aunque no estén conjuntados con el mismo uniforme. Alguno de ellos llevan la típica visera que por entonces la mayoría de los hombres llevaban para proteger las partes de su  cabeza del frío. Atados sobre su brazo portan un brazalete blanco que era para diferenciarse con los jugadores del otro equipo. Este equipo está formado por: De pie: Tomás, Maxi de Lucas, Pedro Revuelta, Paco, Valentín Y Pedro  Fernández. También está Mario que ejercía de árbitro. Agachados: Jesús Pacho, Epifanio Morán, Fonsi, Gerardo Fernández, Javier y Talín.



El siguiente año, 1998, se organizó una  exposición de   antiguos enseres de cocina, los cuales     en su momento fueron utilizados por   nuestras abuelas y alguna que otra  bisabuela,  para realizar  sus tareas domésticas y para cocinar los alimentos, éstos siempre preparados en aquellos pucheros de cerámica, "pucheros de barro" como se les nombraba,  o las cazuelas,  conocidas como "cazuelas de Pereruela"  que posaban sobre las  trébedes al calor del fuego o las brasas que ardían en las   popularmente "hornachas" hasta que se convertían en "cernada" (Ésta se solía esparcir como fertilizante sobre los terrenos plantados de ajos)   . Y siempre con el típico fuelle en la mano avivando el fuego. Por cierto, para freír los alimentos, se utilizaba un tipo de sartén semejante  a un trípode porque ésta también  tenía tres patas. Así que por entonces, nada de vitroceramica, ni de  inducción, ni ninguna otra innovadora o moderna cocina  por el estilo. Leña de roble y rudimentarios cacharros de cocina para preparar las viandas de turno. (El cocido de garbanzos en un puchero con sus correspondientes tropiezos casi a diario para la comida del mediodía; y a la mañana de desayuno,  las sopas de ajo y el torrezno, también a diario, por supuesto.)   Como ya os comenté, la escuela a finales de 1997 fue derribada, por lo tanto al quedarnos  sin éste  local del pueblo, tuvimos que buscarnos otro local alternativo con el fin de  poder  realizar esta segunda exposición.  Para ello contamos con la colaboración generosa y desinteresada  de David y Sunci que nos prestaron  por unos días su garaje. Y en ese local durante una semana  pudimos  exponer allí todos aquellos  antiguos utensilios domésticos ya en desuso que muchas personas conservaban, y supongo, y espero,  que aún seguirán conservando por diferentes motivos. Uno de esos motivos  imagino estará relacionado principalmente  con el valor sentimental que sus dueños les hayan  querido otorgar. Desde luego   que   este valor  conseguirá ser un factor determinante para que   logren  salir victoriosos del  permanente  "acoso y derribo"  que en estos casos ejercen  los  anticuarios por su ansia de adquirirlos a toda costa para luego mercadear con ellos.  (¿Verdad Matías?)

Estas dos fotografías formaron parte de  la  2ª Exposición, año 1998
( Utensilios de cocina y labores domésticas)








En estas dos fotografías podéis observar parte de aquellos antiguos enseres utilizados en la cocina. A través de esta imagen podéis observar la mencionada hornacha, dentro de ella, una cazuela de Pereruela sobre las trébedes, y al lado el puchero, con su típica tapadera. Están en la misma antigua posición dispuestos a cocer sus viandas, tal como os lo he narrado. Obviamente en aquella ocasión ni se encendió el fuego, ni se coció el tradicional garbanzo con su morcilla, chorizo, tocino...y demás ingredientes de aquellos que provenían  del  cerdo que  casi todos los vecinos del pueblo criaban bien cebados  en las pocilgas para su matanza.



El año 1999 en el mismo local que el año anterior, se montó la  exposición, tercera cronológicamente,  y en esta ocasión estuvo relacionada con la   ropa antigua. Se mostró todo tipo de  atuendos que en tiempos lejanos vistieron nuestros mayores en los momentos que la ocasión  lo  requería. Se diferenciaban claramente   los que  se ponían  para las tareas agrícolas, algunos con unos cuantos   remiendos,  y para los actos festivos o religiosos. Entre la variedad de atuendos  mostrados, estaban  aquellas  anguarinas, que tanto usaron los labradores para protegerse del agua y del frío invernal que por allí tanto acontece. Si este atuendo protegía a los varones de las rigurosas inclemencias del tiempo, las mujeres buscaban idéntica protección  con  el típico mantón negro con flecos, y allí estaban presentes varias de estas prendas . Claro está, también se expusieron otro tipo de mantones más elegantes como    resultan ser los mantones de manila, con ese colorido y toque  tan especial  y  de fantasía que les caracteriza,   los cuales   obviamente  por entonces los vestían cuando acudían a algún acto festivo. La verdad es que me sorprendió gratamente  comprobar como aún seguían conservando muchas de  aquellas antiguas  prendas de vestir sus dueños  en tan buen estado, después de los muchísimos  años que por ellas habían transcurrido. Se ve que habían sabido resistir con firmeza  los estragos que acostumbran a ocasionar en este caso las  despiadadas polillas.  Está claro que la exposición sirvió  también para que la mayoría de aquel atuendo en desuso  volviera a tomar contacto con el aire y así poder ventilarse.  Por cierto, coincidiendo con aquellas fechas, un día festivo a la mañana, (15 de agosto)  Martiniano vestido con capa autóctona y sombrero al uso, y  Begoña, Sunci y Nori, vestidas con el  típico  manteo  que   usaban antiguamente  las mujeres del pueblo en ocasiones para proteger sus piernas mientras realizaban tareas en el campo, y un elegante matón de manila, recorrieron las calles  del pueblo acompañados  de otras personas al son de los dulzaineros que tocaban  la popular diana mientras que, como es habitual, se va solicitando de puerta en puerta ayuda económica para sufragar gastos. Porque aparte de la exposición se organizaba Baile Vermut y algún que otro evento cultural y festivo.


Estas dos fotografías formaron parte de la 3ª Exposición, año 1999
(Ropa antigua)
 
 
 






Desde luego que estética y colorido no les falta a estas dos fotografías que pertenecen a la 3ª exposición celebrada en 1999, tal como ya os he indicado. No faltó en este evento la antigua cama de metal que por entonces había en las habitaciones de todos los hogares. En esta ocasión la cama luce una elegante colcha con las típicas y decorativas puntillas. Y para adornar aún si cabe más la escena, cuadros e imágenes religiosas de notoria antigüedad. También colgadas se hallan las boinas que usaban nuestros abuelos y los velos negros con que  las mujeres mayores y jóvenes, y también las niñas, se tenían que cubrir obligatoriamente la cabeza cuando entraba en la iglesia para asistir al correspondiente actor religioso que en ella se celebraba. En la otra imagen, tal como ya os conté, podéis ver a Sunci, Begoña y Nori, elegantemente ataviadas con el tradicional manteo y mantón de manila. La fotografía está sacada en medio de la calle Mayor, justo enfrente de la casa de alcalde,(Jesús Mª Pacho Pacho alcalde pedáneo por entonces,). Fue sacada en el momento justo de finalizar la diana matinal y los dulzaineros entonan una jota leonesa. Y ahí están las tres mujeres citadas, junto a mi hermana Mª Jesús y Dora, bailando todas ellas la jota leonesa tal como el cuerpo les pedía en aquellos momentos.



Y llegamos al 2000, último año en que se montó una exposición en el pueblo. En esta ocasión la última exposición que se realizó fue en el local del teleclub, obviamente antes de ser restaurado. El amplio espacio que ocupa actualmente el aula  de cultura, fue el que se empleó para la exposición de aquel año, la cual  estaba relacionada con los antiguos  artilugios  y herramientas   que los labradores de antaño  utilizaron en su momento para las faenas agrícolas. Aquellos remotos años en que brillaban por sus ausencia los sofisticados y potentes tractores con que cuentan hoy en día los labradores para desempeñar sus faenas agrícolas y era la tracción del ganado mular y vacuno quienes desempeñaban aquel fatigoso  trabajo  en el campo. De ahí el motivo por el que en la exposición se mostrara una gran variedad de aparejos vinculados  a estos animales, tales como: cornales, cabezadas, collarines, bozales, sobeos, yugos, alforjas, etc. También un número considerable de herramientas de madera y de hierro; así  como medidas de capacidad agraria tales como la medifanega y el celemín     se exhibieron en aquella ocasión. Prácticamente la totalidad de todos estos últimos  utensilios    eran  los que se  empleaban durante el verano, justamente cuando  se hacía la cosecha   de los cereales  y éstos se recolectaban una vez que  habían pasado su proceso de siega, trilla y aventarlos. Ya que he sacado a colación la palabra trilla, aquel año formó parte de la exposición un viejo trillo. Como de costumbre, y en todas las exposiciones, los vecinos del pueblo nos  prestaron desinteresadamente todos los objetos que formaron parte cada año de ese evento, así como su colaboración o ayuda en lo que hacia falta. Cuando se clausuraba la exposición nos encargamos de devolver a sus dueños  lo prestado. Que yo recuerde nunca surgió problema alguno en el momento de la devolución de objetos prestados. Todo por suerte fue correcto. 



Estas dos fotografías formaron parte de la 4ª Exposición, año 2000
(Aparejos y herramientas antiguas)














Estas dos fotografías acreditan la veracidad de que se organizó una cuarta exposición en el año 2000 y que estuvo relacionada con las herramientas que utilizaron en tiempos remotos nuestros mayores para faenar en el campo y también con los antiguos aparejos vinculados al ganado vacuno o mular. Y para muestra de esto un botón, por todos esos yugos y cornales que muestra la imagen. El yugo quien más quien menos  conoce su utilidad, pero seguro que la palabra "cornales" les sonará a chino. ¿verdad?. Para los inexpertos,  diré que se trataba de una especie de tiras rectangulares finas de considerable largura   y fabricadas en  cuero. La utilidad de éstas era para amarrar al yugo la cabeza y cuernos de las vacas. Aparte de este aparejo, ahí están los escriños, cribas, costal, zarcilla,  alforjas, una gran variedad de antiguas herramientas, mayormente de madera, las cuales  se utilizaban en tiempo de  la cosecha. También está presente y  dejándose ver con gran claridad, el viejo trillo del que os hablé. Con sus "cagaderos" incluidos. (Latas idénticas como las que salen en la imagen eran las que se empleaban por entonces  de cagadero. Había que ir con prisa a poner la lata debajo del culo de las vacas o mulos cuando cagaban para que se vertiera dentro de ella y no se callera sobre la "trilla porque al pasar el trillo por encima de la cagada se preparaban una montonera de órdago)




Se habló de montar una quinta Exposición.  Relacionada con    "Las edades del hombre". Esta se había pensado llevarla a cabo en la iglesia. Pienso que de haberla hecho posible hubiera resultado pero que muy interesante porque material dentro de este edificio hay en cantidades industriales y de gran interés humano e histórico; pero todo quedó en "agua de borrajas".  O sea que no se llevó a cabo. Aunque ahora que lo pienso, me entran serias  dudas si hubiera sido  posible haber montado esa 5ª exposición  dentro de este edificio. Estoy seguro que los organizadores hubieran topado con el hándicap del sacerdote que ejercía las funciones eclesiásticas en el pueblo, D. Tomás. Una persona bastante reacia a la hora de  dar   permiso para poder  utilizar este edificio   con el fin de llevar a cabo eventos que estuvieran al margen de lo puramente  eclesiástico. Nunca sabremos si pudo haber  negativa o no a la hora de conceder el permiso  por parte de ese sacerdote porque la exposición no se realizó. Pero como ya os he comentado las anteriores si se montaron, con un considerable éxito de visitantes y de colaboración vecinal. No se si cuando pasen unos cuantos años más  otras personas se organicen y vuelvan a repetir esta misma experiencia tan gratificante y nostálgica como a mí me resultó. Aunque dudo si aún podrán mostrarse en el mismo estado de tan buena  conservación parte de todos aquellos objetos utilizados. Pero bueno, eso ya es cuestión de futuro. De momento quedémonos con las que si fueron posible organizar y recordémoslas como si de un    ejercicio de nostalgia se trataran el cual  nos sirvió en su momento para conocer muy de cerca el origen de nuestra identidad.

Espero os haya resultado amena esta lectura.

Saludos a todas y a todos

Rafael.

 
 
 
 
 

viernes, 6 de febrero de 2015

HISTORIAS DE LA NIEVE EN MOZOS DE CEA

A raíz de las constantes nevadas que en estos días han caído sobre muchas partes del país, entre ellas  Mozos de Cea claro está, he recordado aquellas copiosas nevadas que in situ presencié caer en el pueblo hace ya muchísimo tiempo. Y es que durante  los 17 años  que viví de continuo en el pueblo, fueron muchos los inviernos en que  la nieve hizo su acto de presencia. No creo equivocarme si digo que por entonces nevaba con más asiduidad y más abundante  que ahora. Tampoco  conozco directamente los centímetros de espesor que puede llegar a tener esa capa de nieve que en la actualidad cubre   el suelo  para poder cuantificar la forma de nevar de  ahora y la de aquellos lejanos años. Estoy hablando entre mediados de la década de los sesenta y la de los setenta, claro está del siglo XX. Pero por las imágenes o las fotografías que he visto y las cuales  muestran  las nevadas caídas en   estos últimos años, pienso que no son  en nada  comparable en   abundancia   la de aquellos remotos años con la de la actualidad . Y es natural y lógico. El supuesto cambio climático y calentamiento de la atmosfera han sido factores determinantes para reducir su copiosidad. Pero bueno, es sumamente importante que siga la nieve haciendo su acto de presencia en el pueblo cada año, porque a parte de darle más autenticidad al invierno, resulta altamente beneficiosa para la futura cosecha por el simple hecho de  que cuando se va derritiendo, lentamente  ésta se va  filtrando a través del  suelo. Con este proceso se consigue el que se mantenga   por más tiempo la humedad en el interior de la tierra. Además ya lo dice el refrán: "año de nieves, año de bienes".
 
Como os iba diciendo, en aquellos años nevaba con copiosidad, y además   resultaba  muy extraño el que algún invierno no lo hiciera. Recuerdo que  en alguna ocasión subía a la torre y desde el campanario  a través de toda  la visión que podía abarcar mis ojos,  observaba  la extensión del paisaje de Mozos, y el de otros pueblos limítrofes, que estaba cubierto por una espesa capa de nieve. Aquella extensión tan blanca y tan simétrica parecía infinita. Los árboles apenas  si se  podían distinguir en la lejanía  ya que sus  desnudas ramas también estaban cubiertas por la nieve. También recuerdo que con este panorama tan nevado los coches ni podían entrar en el pueblo. ¿Cómo lo iban a poder hacer si el camino que llega desde la carretera hasta el pueblo aún no estaba asfaltado? (Aunque estuvo aprobado comenzar su obra de asfaltado a mediados de los setenta, se tuvo que posponer una y otra vez su inicio. El comienzo se fue demorando año tras año debido a la gran polémica  que surgió entre los  vecinos por desacuerdo en asfaltar uno de los dos caminos que llegan hasta la carretera "Las Arridondas" . Al final el llamado "Camino Villacerán" se asfaltó   a principios de los ochenta)  pues eso, que al no estar asfaltado, se hacía logicamente intransitable. Y por entonces ni había máquina quitanieves ni nada parecido. Las únicas maquinas para quitar la nieve eran los vecinos del pueblo que con pala en mano, abrían pasillos entre esa nieve caída  para poder caminar por las calles. Por entonces daba la impresión de que se trataba de un pueblo situado en la  alta montaña, el que  aparentemente quedaba incomunicado. Los dos arrieros que ya os nombré, Revilla y Narciso, como era lógico les resultaba imposible transitar con sus carros y mulos por aquellos caminos cubiertos de nieve y barro. De intentarlo,  seguro que acabarían "atollándose" las ruedas de sus carros  en algún lugar del camino. Por tanto cada hogar tenía que echar mano de las viandas que guardaban en sus arcones y otros lugares para este mismo uso. Nada de conservarlas en  frigoríficos, por entonces era un electrodoméstico desconocido en los hogares  
 
 
 
 
(Panorámica del parque "La Barrera"  nevado. Fotografía sacada en 2012)
 
 
Cierto que la nieve a veces resulta una incómoda molestia. Sobre todo si le da por caer como lo hizo uno de aquellos años, de noche por cierto,  con un furiosa ventisca que cuando amanecimos, había auténticas "parvas" de nieve apiladas sobre paredes o puertas.  Cuando se abrían las puertas, toda la nieve o bien  te venía encima, o se vertía dentro de portal.  Pero no me dirán ustedes que  al margen de esas molestias, a veces  la nieve resulta la  mar de divertida.  También   una espectacular y decorativa panorámica en cuanto al paisaje para ser fotografiado.  Los momentos divertidos   que tengo con la nieve  claramente están relacionados con los años que viví de seguido en el pueblo. Recuerdo que acostumbraba a hacer  el típico muñeco de nieve. Solía hacerlo donde está la plaza San Pelayo, al lado justo de donde encienden la hoguera la víspera del patrón. Ahí estaba siempre el muñeco. Le colocaba sombrero y manos con unos guantes de goma. Y hasta escoba. Y ahí permanecía, hasta que progresivamente se iba derritiendo y acababa  desapareciendo. Otra experiencia divertida con la nieve que tuve fue cuando  en cierta ocasión, por el deseo que tenía  de sentir  directamente en mi propia carne la sensación de lo que se siente al esquiar,  no tuve otra ocurrencia  que la disparatada idea de prepararme  unos esquís. Como comprobé que la tablas con estaban fabricadas las vasijas, o pipas, como popularmente se conoce a los recipientes de madera para guardar el vino, eran encorvadas,  aparentemente como la punta de los esquís, supuse que harían la misma función  que estos utensilios. Así que sin dudarlo un momento, puse manos a la obra. Acondicioné un poco las tablas y en las mismas   clavé   unas zapatillas viejas, de las que se conoce por allí como de "zapatillas de invierno" para poder meter los pies en ellas. La mar de feliz y contento me sentí cuando pensé que ya me había auto proporcionado los ansiados esquís. Todo ilusionado  me lancé a la aventura de esquiar. Traté de hacerlo bajando por la ladera de la Era el Alto, ya saben, donde está situado el cementerio. Si que en principio me  deslizaba lentamente, pero la nieve siempre acababa pegándose a la base de las tablas, y en vez de deslizarse, lo que iba era adhiriéndose  cada vez  mas nieve en la base de las tablas que al final   me quedaba inmovilizado. Pero no desistía. Quitaba la nieve pegada y vuelta a empezar.  Aún con este problema,  la intención  de esquiar con más enjundia no se me quitó. En mi mente estaba la idea de que cuando nevará un poco más, acercarme hasta la ladera de Tomorisco y deslizarme por allí cuesta abajo. Creo que para salvar mi integridad física, tuve la suerte de que no nevó más y así no pude  de llevar a cabo tal arriesgada e insensata osadía. De haberlo hecho igual me hubiera estrellado contra alguno de los robles que hay al final de esa ladera. Y seguro que la avería física hubiera sido de órdago a la grande. Estaba  seguro que en esta ocasión las tablas se iban a deslizar con menos problemas, ya que tenía la intención de untar su base con grasa. Por cierto, se ve que la idea de prefabricar los esquís con ese par de tablas, le sedujo a otra persona. Javier Morán, cuando se lo conté, de ipso facto él también se preparó con idénticas tablas unos esquís. Creo que se deslizaban algo mejor que los míos, por el mismo lugar que yo lo había intentado hacer, pero al final sufría el mismo problema.

Otro recuerdo que ahora me viene a la memoria en relación con  la nieve, son aquellas gigantescas bolas de nieve que los mozos hacían siempre que nevaba. Nunca faltaron. Las solían hacer en las Eras de Abajo, y también en los Prados de la Herencia. Ya sabéis, los que están frente al bar y aula de cultura. Como esos dos lugares tienen pronunciada pendiente hacia abajo, es  lugar idóneo para hacer rodar las bolas con menos dificultad. Recuerdo que ponían un palo en el suelo de considerable largura y grosor. Lentamente lo iban rodando para que se fuera adhiriéndose la nieve a él. A base de vuelta y vuelta iba cogiendo grosor y consistencia. A la vez que iba  acrecentándose su grosor, también lo hacía la dificultad de hacerla rodar obviamente. Cada vez más mozos se apuntaban a la fatigosa faena de hacerla rodar. Hasta que llegaba a  un punto que se hacia imposible moverla por su gigantesco grosor. Y ahí quedaba inmovilizada para regocijo de quien quisiera mirarla y también para que formara parte de la diversión de los niños que tratábamos de subirnos a ella, y cuando lo conseguíamos con la dificultad añadida, nos deslizábamos con gran jolgorio a través de  ella. Lo normal era que hicieran dos o tres bolas de mismo tamaño. Una vez que  los días transcurrían  y prácticamente el paisaje nevado  con ese transcurrir iba desapareciendo siempre quedaban unos cuantos días más visibles las "ruinas" de esas bolas de nieve, de las que nos servíamos para organizar las últimas batallas a bolazos de nieve. (Mira si éramos un pelín perversos  por entonces los niños, ya que en cuando estábamos enfrascados en esas batallas  para hacer más daño al contrario envolvíamos con la nieve un trozo de "adobe", y se terciaba piedra, y con esa "agresividad" que concierne en estos casos se la lanzábamos al contrario con el ansiado objetivo de dar en el blanco. Si no nos hicimos alguna avería física  grave por entonces, fue seguro porque no estaba escrito dentro del guión del destino) Por cierto, al estar todo el suelo nevado, los gorriones no tenían ni donde ir a buscar comida. Era entonces momento idóneo para atraparlos. En los estercoleros, o molederos como se nombraba popularmente, a los montones de estiércol apilados tanto en el corral de casa o los exteriores del pueblo y  que procedía de la limpieza de las cuadras donde estaba recogido el ganado vacuno o mular, allí sobre el montón de estiércol cubierto de nieve se colocaban las típicas pajareras, bien con un trozo de pan o con un grano de cebada cocida como cebo-trampa. Se la tapaba con el estiércol dejando sólo al descubierto el cebo. Nos escondíamos y con toda la paciencia del mundo esperábamos que hambrientos los gorriones se acercaran a picar el cebo y esa fuerza por arrancarlo hacía que el mecanismo de cierre de la pajarera saltara y quedar atrapado entre las alambres el cuello del pobre gorrión. La verdad es que resultaba divertido ver todo ese proceso que comenzaba con la llegada  del gorrión, los amagos de picar, su forma de esquivar por desconfianza....Algún incauto y hambriento siempre acababa picando. Entonces   salíamos a toda prisa del escondite  gritando de alegría a por el gorrión atrapado.  Y a seguir escondidos y con paciencia esperando la próxima "pieza".  ¡Que tiempos aquellos, la verdad! (Ahora que lo pienso, una imborrable "mancha" va a resultar ser esto  en mi recalcitrante actitud anti cazadores)

Supongo que habrá quedado guardada en el cajón de la memoria alguna que otra anécdota referente a aquel tiempo de esa copiosa nieve que cubrió calles y parajes de nuestro pueblo por aquel tiempo un tanto remoto. Sólo es cuestión de forzarse un poco y abrir el cajón y dejar que fluyan por este espacio.  Pero no va a ser así. Se quedarán ahí dentro, reposando en silencio. Tampoco es cuestión de "empacharos con tanta nieve" por que seguro que a más de uno o una   le agobia o le pone de mal humor ver cubierto el suelo de nieve, y no veas como puede acabar resultándole en empacho. Así que finiquito este tema. Espero que os haya resultado entretenida esta "nívea" lectura.

Saludos a toda y a todos.

Rafael.