domingo, 28 de diciembre de 2014

RECUERDOS DE NAVIDAN EN MOZOS DE CEA

 
Estamos inmersos en las fiestas de Navidad. Es obvio que cada uno tiene su concepto personal acerca de lo que representan estas fechas. Es evidente que  habrá detractores de la Navidad por  el agobio que les supone tanto festejo; en cambio como contraposición estarán  los partidarios que vivirán estas fiestas navideñas con mucha alegría. Supongo que tanto los unos como los  otros tendrán su acertada parte   de razón ya que cada uno siente y vive la navidad según sus convicciones. Pero yo ahora no quiero   entrar a juzgar  cualquier concepto a favor o en contra de estas fechas tan significativa, sobre todo para la religión cristiana, porque que el objetivo de escribir ahora este texto quiero enfocarlo desde otro punto de vista bien distinto como son aquellos distantes  recuerdos que guardo  de la Navidad durante mi época infantil, la cual  pasé en Mozos de Cea. No se vosotros que pensamiento tendréis al respecto, pero yo personalmente pienso que la verdadera esencia y el espíritu de la Navidad se sienten y se viven en su mayor plenitud y naturalidad durante la niñez. Una vez que pasas esa etapa de la vida, creo que se va esfumado tanto su esencia como su espíritu por razones obvias, que supongo todos conoceréis.  Pero lo importante es que siempre nos quede dentro de nosotros, como algo intrínseco,  parte de ese espiritu  navideño de nuestra niñez. 
 
Y ahora vayamos al quid de la cuestión que nos es otro que contaros  algún recuerdo que tengo de mi época infantil, la cual transcurrió íntegramente en Mozos de Cea. Tampoco quiero excederme mucho para no resultar cansino. Estoy  seguro que más de uno pasará  olímpicamente de leer la totalidad del párrafo si la extensión del mismo acaba por aburrirle. La verdad es que por aquellos años de la Navidad de mi niñez vivida en Mozos de Cea no es que acontecieran hechos  espectaculares a los que ahora    poder resaltar. Recuerdo que solía nevar habitualmente todos los años por la época navideña. Y el paisaje navideño nevado resulta muy sugerente, ¿verdad?  Estoy hablando de los años que transcurrieron entre  mediados de la década de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado, claro está (¡Ostras, qué mayor ya es uno!) Que yo recuerde , y creo no equivocarme, únicamente se ponía un nacimiento en el pueblo: Era el que colocábamos en la escuela, con aquellas figuras del Belén de tamaño muy reducido. Los niños solíamos ir a por el musgo donde estuvieron los olmos, o negrillos,  de  Juanito. Allí, en  la popular olmeda, hoy ya desaparecida por haberse secado todos sus frondosos olmos. Y es que la terrible enfermedad  de la grafiosis ha exterminado casi por completo a todos los olmos a nivel planetario.  Me acuerdo del papel de plata y el cristal con que construíamos el río y  el paisaje nevado el cual lo formábamos espolvoreando   la leche en polvo que tomábamos gratuitamente a diario en la escuela.  El  árbol de Navidad que seguramente hoy día en muchos hogares del pueblo esté presente con sus típicos adornos, por aquellos años únicamente Erasmina Barreales  lo ponía todos los años con la decoración  navideña que aquella  señora personalmente  confeccionaba. Me acuerdo que todos los años unos de sus adornos decorativos eran las barras del dulce de membrillo que ella misma tradicionalmente elaboraba. Y allí año tras año íbamos todos los niños y niñas a su casa, que amable nos dejaba entrar para que contempláramos extasiados su árbol. Luego ya cuando fueron pasando los años, en otros hogares del pueblo fueron colocando el árbol de Navidad. A todos nos apuntábamos para ir  a hacerle nuestra particular visita y a  valorarlo  estéticamente.  Cuando estábamos dentro de la casa esa evaluación era más bien de  forma visual,  luego al salir hacíamos  comparaciones de todos  los árboles navideños vistos y comenzábamos ya de palabra a opinar y valorar su estética, hasta elegir a criterio personal cual nos parecía el más bonito.  Otra diversión más que teníamos por entonces. Sin más.
 
Esta claro que la Navidad por entonces, y por ahora, está vinculada casi en su totalidad con la iglesia y con el dogma cristiano. Obviamente todos conocéis los motivos, por tanto huelga cualquier comentario al respecto. Eran varios los actos religiosos relacionados con la Navidad que se desarrollaban en la iglesia, como por ejemplo la adoración del niño que coincidía con  la fiesta de Reyes. Todos iban, o íbamos,  a besar a una figura en forma de niño Jesús dentro de una cuna que portaba el sacerdote junto al altar mayor y que  de vez en cuando pasaba un trapo por toda la figura. Supongo que para limpiar algún residuo labial que iba quedando en cada beso. También ponía una bandeja para que el "besad@r" de turno echara una moneda. Vamos que nada de "besos gratis".  Como es  típico por estas fechas, también por entonces, se cantaban villancicos- los de costumbre- Días antes de las vacaciones escolaresde Navidad los cantábamos frente al Belén en la escuela; luego ya en el portal de la iglesia. Antes de cada acto religioso los niños y niñas esperábamos a que empezara ese acto  todos  sentados en el portal de la iglesia en unos bancos que allí estaban. Las niñas a un lado y los niños a otros. Nos sentábamos uno tras otro siguiendo el orden de edad. El cura presente estaba siempre con sus habituales paseos hacia adelante y hacia atrás  a lo largo del portal. A su vez mientras paseaba, nos iba contando su particular rollo  con temática religiosa y siempre estaba  a la expectativa por si alguien no se comportaba como él ordenaba para aplicarle su particular correctivo. No se si alguno de aquellos niños o niñas que coincidieron conmigo por aquella época se libró de alguno de sus temidos castigos. Como ya he comentado, era   en aquellos momento de estancia en el portal de la iglesia cuando entonábamos los villancicos.  

 A la salida de misa de año nuevo, era costumbre que al sacerdote, D. Bernardo Pérez Gil,   cuatro mozos se lo llevaran a hombros desde la iglesia hasta la puerta de  su casa sentado en un sillón. Creo que el mismo día, a la mañana,  todos los niños y niñas  alegres y ansiosos íbamos a la casa del cura para que éste    nos regalase, digamos que como aguinaldo, una naranja y un puñado de piñones. Todo un tesoro para nosotros resultaban aquellos piñones. Que gran utilidad les dábamos. Obviamente después de comernos parte del puñado, el resto lo guardábamos para jugar al "juego de los piñones".  Marcábamos  un cuadro en cualquier lugar de la calle del pueblo, de tierra por supuesto, allí metíamos un par de piñones cada niño que se apuntaba a jugar, y a tratar de sacar el máximo número de  piñones siguiendo las reglas que desde muchos años atrás habían establecido para este juego. Para sacar los piñones del cuadro se utilizaba un tipo de moneda antiquísima que en su momento estuvieron vigentes: el ochavo y el real grande. Con el ochavo tenías más posibilidades de llevarte el mayor número de piñones. Pero los ochavos escaseaban.  Como es obvio los piñones acababan muy gastados y descoloridos de tanto rodar por el suelo. Por la época otoñal, los fréjoles servían para el mismo  juego y con idénticas reglas que los piñones, ya que éstos últimos  progresivamente habían desaparecido hasta que con el nuevo agüinado del siguiente año volvía a ponerse en circulación su tradicional juego.

 Ya que estoy  hablando de que el cura nos regalaba a los niños ese aguinaldo, aprovecharé para  deciros también, aunque no guarde relación alguna con la Navidad,  que a primeros de noviembre,   D. Bernardo Pérez Gil, sacerdote que oficiaba los actos religiosos en el en el pueblo,  nos regalaba a cada niño el tradicional "picacho". Seguro que más de uno se preguntará   que es eso del picacho.  Os lo aclararé.    Se  trataba de un pedazo de pan grande, el cual correspondía a una de las  hogazas que las mujeres habían llevado a la iglesia  como ofrenda. Supongo que como ofrenda por celebrase la festividad de todo los santos o los difuntos .  Hay que reseñar que unas mujeres llevaban hogazas y otras una lata de trigo con una vela dentro que encendía durante el acto religioso. La vela se la  llevaban luego para casa, y la lata  vacía claro. El trigo como es lógico se lo quedaba el cura para que sirviera de alimento al ganado avícola  que tenía en su corral. Como el cura ni sembraba, ni recogía cosecha, imagino que  aquel trigo le venía de perlas, digo yo. Como eran muchas las hogazas que  recogía  prefería que, antes de quedarse duro el pan y no poder comérselo, trocear las hogazas y regalar un pedazo  a cada niño.    La mar de felices y contentos salíamos de la casa del cura  con aquel picacho que a cada niño obsequiaba.  Oye que hambre, hambre...pues no es que  pasáramos  por entonces, pero satisfacer la necesidades alimenticias las justas. Algunos podían satisfacerlas mejor  que otros, sin duda. Pero por regla general, lo dicho: justitas.



 
 (En esta fotografía están algunos de los niños y niñas que participaron en el juego de los piñones o se comieron su picacho)

 
Mira que dije al principio que no me iba a exceder para no aburrir al personal lector, y me esto dando cuenta que no he cumplido con lo dicho, y aún quedan "los santos inocentes" para hacer alguna referencia sobre este día tan peculiar. Tampoco es que se hicieran, o hiciera yo personalmente, alguna inocentada que pudiera  originar mosqueo seriamente al afectado. Bueno, confieso que una sí que  hice y la cual cabreó bastante a la afectada (ya ha muerto esta persona)   Y es que meter   dentro de una caja de zapatillas, excrementos secos, popularmente denominados cagajones,  de los dos mulos, o machos, que había en mi cuadra,  y hacer un envoltorio tal  como si se tratase de  un paquete enviado por correos, poniendo la dirección del destinatario, sin remite claro está, y por encima de la tapia tirárselo al corral  como si el mismísimo cartero lo había  depositado allí, pues  la verdad,  ahora que lo pienso, sí  que es para cabrearte con razón. Días después una persona, omito su nombre,    me comentó que la receptora del paquete montó en cólera y culpó a otras personas de esa, pongamos que  "broma escatológica", y vamos que soltó por su boca  una cantidad  de maldiciones e insultos     contra esas personas a las que culpabilizó equivocadamente de enviárselo por correo. Y yo al oírlo por entonces, ¿Qué queréis que os diga?,  pues "descojonándome por lo bajini"  sabiendo que el objetivo cumplió con creces su cometido.   Pero por lo general eran  inocentadas ingenuas las que se hacían, que más que con fines de chanza eran  con la finalidad de sacarle un beneficioso provecho. Creo que por entonces por falta de medios para cubrir las necesidades  básicas se ponía en marcha con facilidad  la picaresca en tal fecha, y si terciaba en otras fechas también.  Basta un ejemplo. Ibas a alguna casa. Llamabas  cuando saliera una persona, que preferías fuera la señora de la casa, (si era el señor, -¡cuidadito!-)  le decías: .- Me ha dicho mi madre que me dieras media docena de huevos. (por ejemplo) Si la mujer no se había dado cuenta que era el día de los inocentes, solía  darte esa media docena de huevos sin preguntar. Una vez que tenías en tu poder simplemente le decías: - ¡los santos inocentes se lo pagarán!. Aquella mujer estoy seguro que  la pobre   se quedaba con cara  sorprendida  y a su vez de mala leche   por esa inocentada que la habían colado. Vamos  que  acababa de  entregar media docena de huevos a un  pícaro  y sabía que no se los iba a devolver. Esta picaresca también trataban  alguna vez de llevarla a cabo con  los arrieros, Narciso y Revilla   que con sus carros y mulos iban a vender todo tipo de ultramarinos por entonces en Mozos de Cea, pero no creo que a estos dos les colaran alguna  vez  este tipo de engaño. Pienso que cuando alguien iba con la "inocente" intención de aprovecharse  ellos estaban  ya de vuelta. Como para dársela con inocentadas a estos dos  arrieros,  con los kilómetros de camino que tenían recorrido y horas de "pelea comercial", puerta a puerta,  que tenían a diario con las mujeres.
 
Que no me enrollo más. Algo queda de Reyes y de nochevieja que contaros, pero no creo que tenga mucha relevancia. Y es que los reyes es obvio que generalmente nos traían cosas acorde a los recursos económicos que contaba las familias de cada hogar del pueblo . Y la verdad que la tendencia de esos recursos era más bien a la baja. Cuando había suficiente poder adquisitivo para estos menesteres, siempre que alguno de los padres tuviera la oportunidad de  bajar a comprar a  Sahagún, o pudiera  hacer la compra a esos dos arrieros citados,  era costumbre que nos regalaran algún objeto que sirviera para la escuela: goma de borrar, lápiz, cuaderno, pinturas, etc. También las típicas zapatillas que casi la totalidad de los niños calzábamos por aquella época, su marca era "La Cadena", color habitual azul, tenía una tira para atarlas al pie  abrochadas con un botón. También de vez en cuando a algún niño le regalaban aquellas pelotas de goma de  marca "Gorila" y que eran duras de leches.  Cuando se  jugaba a pelota a mano, normalmente en una pared de la derruida escuela,  te hacía mogollón de daño en la mano. El primer balón de goma que recuerdo trajeron a un niño por estas fechas, y por consiguiente el único del pueblo por entonces para jugar con él, fue a Julián (Morenin).  Cuando la economía familiar tocaba bastante fondo y no había medio alguno para regalos de Reyes en condiciones, hablo de mi casa, mis padres improvisaban regalos caseros para que al despertarnos, siempre madrugábamos para la ocasión, no nos lleváramos la desilusión de no encontrar nada dentro de la zapatilla, la cual   poníamos junto a la ventana para que dentro de ella nos dejaran algo los Reyes. Los regalos caseros consistían en: una perrona, (moneda antigua de 10 céntimos de peseta)  un trozo de chorizo, una naranja, algún caramelo...Simplemente con ver aquellos regalos  dentro de la zapatilla, o junto a ella, aunque resultará algo tan humildes, para nosotros bastaba ya que nos producía  una gran  ilusión  verlos junto a la zapatilla, o dentro de ella,   porque nos imaginábamos que por la noche los Reyes Magos habían pasado por nuestra casa mientras dormíamos. ¿Y de la Nochevieja que puedo deciros? No recuerdo gran cosa de mi niñez asociada a ella.  Mis recuerdos están mas relacionados con la Nochevieja que disfrutaba mi hermano mayor, Talín, en compañía de los otros mozos del pueblo en la cantina de Hortensio. Allí se pasaban esa especial noche cantando y bebiendo los licores de turno. En cierta ocasión hicieron una especie de  concurso que consistía  que,  entre trago y trago, cada mozo tenía que cantar un trozo de una canción, quien por cualquier circunstancia   no lo entonara  debería pagar la botella que estaban bebiendo. Imagino, que a pesar de lo ebrios que se supone estaban por  tanto trago,  intentarían  afinar la garganta lo más posible cada uno, y si no se sabían el trozo de una canción, seguro que lo improvisaban con tal de no pasar por caja.  Lo que sí  recuerdo es algo que cantábamos  mis hermanos y yo    por Nochevieja, no se si alguien más  cantaría lo mismo. Decía esto:

"Esta noche es noche vieja,
noche de cascar piñones
ha parido la estanquera
un celemín de ratones."
 
(Se cantaba a ritmo musical como el típico villancico "Esta noche es noche buena/  y mañana Navidad...")


Sean felices lo que queda de fiestas. Y salud que no falte en el 2015
 
Saludos a todas y a todos.
 

jueves, 11 de diciembre de 2014

PAGAR LA CUARTILLA

Una de las  tradiciones hoy ya desaparecidas y que muchos años atrás estuvo vigente   en Mozos de Cea fue la de "Pagar la cuartilla". Esta tradición consistía en que todo  joven, o mozo como popularmente se les nombra en el pueblo, cuando cumplía la edad de 18 años tenía que convidar   con un garrafón de vino  cuya  capacidad en litros equivalía  a una cuartilla, cinco litros aproximadamente, a todos    los mozos del pueblo que con anterioridad ya  habían  cumplido con  esta tradición. Normalmente el vino con que  el joven obsequiaba al resto de mozos era de la cosecha propia ya que por entonces prácticamente la totalidad de los vecinos del pueblo en sus casas disponían de la correspondiente  lagar y bodega donde elaboraban y conservaban   su propio vino. No se si tenía denominación de origen o no aquel "caldo autóctono", lo que si recuerdo es que aunque las personas  bebían una gran cantidad de ese líquido, difícil resultaba el que alguna de ellas  acabara con una impresionante borrachera, vamos que grados etílicos    los justos para catalogarse como "bebida alcohólica". A lo que íbamos, que el joven les obsequiaba con su cuartilla de vino y como eran unos cuantos mozos los que por entonces vivían de forma permanente en el pueblo, digo yo que a mucho trago "per cápita"  no tocaría.  Aunque seguro que los tragos suficientes para pasarse un agradable rato todos juntos  en parrandera convivencia 
 
El pagar la cuartilla no quedaba meramente  en una tradicional anécdota, o exclusivamente en    pasarse  un   buen rato bebiendo y cantando con el resto de los mozos del pueblo un día determinado, generalmente un domingo a la tarde, sino que el mozo que  había cumplido necesariamente  con la tradición se le concedía  unos derechos establecidos y  también el cumplir con a unas obligaciones que  te imponía el pago de esa  cuartilla. Como por ejemplo, el derecho de poder subir al coro cuando asistía a algún acto religioso que se celebraba en la iglesia, o  el poder ser  uno de los integrantes   que cargaba sobre su hombro las andas que portaban una determinada figura eclesiástica cuando a ésta se la sacaba en procesión. Cuando no habías pagado la cuartilla,  tu puesto en la procesión era el de llevar los faroles,  acompañando a quien portaba la cruz.  Normalmente el portador de esa cruz metálica era el que hacía de mayordomo de la iglesia, el cual  el sacerdote que ejercía por entonces en el pueblo, D.Bernardo Pérez Gil,  había nominado de entre los vecinos del pueblo. Cada uno de enero se renovaba el cargo y era nominaba nuevo vecino. El mayordomo además de portar la cruz en la procesión,  tenía otros cargos  como el de la limpieza de la iglesia y demás eventos relacionados con la misma. A lo que íbamos, aparte de favorecerse con los asuntos  relacionados con la   iglesia, podía estar presente en   cualquier reunión o festejo que organizaban los mozos y además con derecho a opinión. Como ya he comentado tenía sus obligaciones, como por ejemplo el tener que pagar la parte que le correspondía de los  gastos que suponían la contratación de los músicos que amenizaban la fiesta del día de San Pelayo.  Unos gastos que suponía  un notorio sacrificio para la economía en precario que por entonces soportaban casi la totalidad de los hogares del pueblo. Aunque bueno, los mozos siempre se las arreglaban para que al final la contribución personal de cada uno a la causa festiva  fuera menos onerosa. Aparte del dinero   que se embolsaban en la diana musical con fines recaudatorios  y   que acostumbra a  celebrase  el segundo día del patrón yendo casa por casa, unos días antes de San Pelayo todos los mozos iban al monte a cortar la leña de la "suerte" que se les había  reservado con el fin  de que sirviera de  ayuda para   sufragar los gastos de orquesta. Todos los vecinos del pueblo, tal como se hace aún ahora, se les adjudicaba también por entonces un pequeña porción  de monte, denominado "suerte", para que cortaran la leña de roble que les había sido designado. Los mozos una vez cortada la leña, de roble obviamente,  la cargaban en los correspondientes carros- solían ser dos o tres los carros utilizados- y la traían para el pueblo. Luego en una especie de subasta la vendían. Normalmente se quedaban con el corte de leña alguno de los vecinos ya ancianos,  porque  no contaban ni con fuerza física para cortarla ni medios de transporte para traerla a su domicilio.  Los carros cargados con el corte de leña    se acostumbraba a exponerlos  para su venta donde anteriormente estuvo situado el frontón, o el trinquete como popularmente  el pueblo se le nombraba . Hoy ese espacio donde estuvo  ubicado en su día ese trinquete se llama calle Cascajera.

Como ya comento al principio, esta tradición ya ha desaparecido.  En la actualidad  es imposible que pudiera volver a repetirse tal circunstancia   porque  en Mozos de Cea no queda ya joven alguno residiendo de forma permanente  que pudiera dar  continuidad a esta curiosa tradición.  Creo, aunque no con toda seguridad, que los tres últimos jóvenes en pagar la cuartilla fueron: José Luis, Santiago y mi hermano Tasio  ( los tres quintos nacidos en 1952). Y esto sucedió si no me equivoco al comenzar la década de los setenta del siglo pasado. También es de recibo reconocer que si no se pudo mantener la continuidad de esta  tradición en parte fue porque  los jóvenes que precedían a los tres nombres citados, ya  no residían de continuo en Mozos de Cea,  porque por una u otra circunstancia se vieron en la obligación de marcharse del pueblo.  Esto fue motivo suficiente para que de forma inevitable tuviera que ponerse fin a la tradición de que todos los  mozos al cumplir los 18 años tuvieran que  pagar la cuartilla . Y es una pena que esto ya desaparecido, la verdad. Porque las tradiciones, además de formar parte del acervo cultural de un pueblo, es la esencia y la identidad del mismo. De ahí lo importante y esencial que resulta siempre recuperarlas aquellas que por una u otra razón han desaparecido.
 
Para dar credibilidad  de que en su momento existió esta antigua tradición en Mozos de Cea, he tenido que recurrir  a la memoria con en fin de contárosla  desde mi particular punto de vista.  Desconozco si este hecho de rememorarla y narrárosla puede suscitaros interés alguno.   Quizá al dejarla escrita en   este  espacio sólo he pretendido que  al menos en el recuerdo continúe subsistiendo y con ello intentar de alguna manera  que no desaparezca del todo. Al margen del concepto o pensamiento  que cada uno tenga sobre este tema, espero   que os haya resultado amena la lectura de esta especie de "ejercicio de nostalgia" que aquí dejo escrito.

Saludos a todas y a todos.

Rafael