domingo, 15 de julio de 2018

INVITADA

De nuevo haciendo acto de presencia en este espacio para seguir con el capítulo de invitados, aunque en esta ocasión lo políticamente correcto sería decir más bien Invitada por que la autora del párrafo que a continuación voy a publicar es una mujer. Su nombre es Purificación Pacho López "Puri". Se trata de un entrañable párrafo cargado de nostalgia y emotividad y la autora del mismo ha querido compartirlo con todos nosotros.
 

VERANOS EN MOZOS DE CEA (1969-1974)
La aportación que pueda hacer al blog de Rafael es tan escasa en comparación a lo que él nos aporta cada poco sobre la historia de Mozos, que aunque me comprometí a participar en el mismo, muchas veces me he echado hacia atrás.
Los recuerdos que tengo son de hace varios años… Además no pude vivir las costumbres tan de cerca porque ni siquiera me crié en Mozos y tan solo pasé casi cuatro veranos allí. Luego he regresado en contadas ocasiones. Pero lo que sí tengo muy claro en mi memoria son los maravillosos veranos que pasé en Mozos… estaba deseando que se acabara el curso para  regresar.  Así que mi pequeño relato es más bien sentimental, con los ojos  y recuerdos de una chica de 13 a 16 años y que posiblemente tan sólo reflejen eso, las vivencias de una adolescente. Tal vez sea un relato demasiado personalizado. He releído lo escrito.  Se trata de de eso, del día a día de una chavalina y de cómo lo vivió. Pero da pistas para entender cómo se pasaban esos días.
Para los detalles históricos es mejor leer el blog de Rafael, una verdadera joya; a mí se me han olvidado muchos nombres, pero lo esencial siempre queda. Me presentaré: soy la nieta mayor del tío Alejandro y la tía Aquilina. Familiarmente me llaman Puri. Nací en Lima, Perú.  Fui la primera de mi familia en venir a tierras españolas; los inviernos los pasaba en Madrid y en verano…en Mozos. Llegaba justo para celebrar San Pelayo. Y a partir de ahora intentaré ser lo más escueta posible…,                 que lo dudo.
El verano, con toda la vorágine que suponía el trabajo de campo, casi se inauguraba prácticamente con la fiesta de San Pelayo. Me acuerdo mucho de D. Bernardo que siempre venía a comer a casa de mis abuelos por esa fecha; un exquisito plato de arroz con de “todo”… mis tías se encargaban de prepararlo; venía la familia de Zamora, los de León… por supuesto antes habíamos oído misa y cada uno ocupábamos en la iglesia nuestro sitio, si mal no recuerdo. Mi abuela tenía su reclinatorio a la izquierda, las mujeres creo que nos poníamos en los primeros bancos y así sucesivamente hasta llegar a los “mozos” que tenían reservado el coro. Repito, son recuerdos muy lejanos.
Luego se jugaba a los bolos y ya por la tarde la “fiesta popular” propiamente dicha;  por aquellos entonces me enseñó a bailar mi tío Ireneo.  Ya más detalles de cómo se celebraba San Pelayo no me acuerdo.
Me rio porque estos recuerdos me vienen a “trompicazos”.  Después de celebrar las fiesta, empezaban los trabajos: primero a las muelas, luego a arrancar las lentejas, la hierba de Valdavida… a darle vuelta.  Y claro, luego había que guardarla con sal para que al ganado no le faltara comida en invierno. Yo casi no viví la siega con la máquina esa tan grande para mí que era arrastrada por las vacas. Lo que sí recuerdo como un gran avance fue la entrada de la primera cosechadora. Luis y Virgilio junto con mi tío Ireneo se arriesgaron … y ese primer verano se incendió… afortunadamente todo tiene arreglo y la siega tuvo que hacerse al modo tradicional.
A continuación llegaba la época de  las eras. Trillar (que me tocó un montón de veces porque era la más pequeña), amontonar, aventar… Emiliana me ensenó a moverme con la criba, pero como típica adolescente lo que yo quería era  aventar y, claro, el consabido enfado de mi abuelo… “que de lo que se trata es de separar el grano de la paja…” y yo a lo loco. Entrañables momentos, ahora, claro, que por entonces…
Entremedias se hacían otras labores. Las vacas de todos los vecinos había que llevarlas al campo a pastar;  tocaban las campanas después de comer.  Apenas lo recuerdo; creo que había como turnos para cuidarlas. Íbamos a Campofrío… y allí toda la tarde con ellas; se jugaba, hablábamos y reíamos. Supongo que irían a otros sitios… ahora es cuando tenía que decir… Rafael, échame una mano…  Como veréis son pequeños trozos de recuerdos. Ah, nunca pude aprender a ordeñar muy a pesar de mi abuelo; fui una negada. Sin embargo sí que me gustaba enredar en la cuadra con los “jatines” o qué se yo.
Fui una privilegiada porque mi abuelo tenía un precioso huerto con un estanque tan grande como para poder darme como cuatro o cinco brazadas de largo. Él era un gran hortelano y tenía de todo. Árboles frutales, hortalizas, flores y también abejas. Y “las maíces” que cuando las cortaba para las vacas me hacía una carga que me ponía sobre la espalda para que la llevara a la cuadra… y cómo se reía. El estanque servía para regar, para lavar y para divertirse. En esa época era un lugar de encuentro. Lo malo era pasar por las colmenas que estaban a la entrada, sobre todo para aquellos que tenían miedo a las abejas, pero lo cierto es que no recuerdo que a nadie le picaran. Y anécdota fue para mí que en una ocasión que había un par de colmenas buscando sitio, mi abuelo con un par de cantos haciendo ruido las atrajo hacia su colmenar; en mi mente de casi niña- adolescente aquello me parecía mágico.
Eran días de mucho trabajo. Los hombres siempre en el campo, pero las mujeres también lo tenían complicado. No había agua corriente; se lavaba a mano. Algunos teníamos cocina de gas y si no, la lumbre. Había que ir a por leña y se criaban los gochos para el resto del año. Las gallinas, el que tenía conejos, y…. ¿las tiendas? Siempre pendiente del vendedor ambulante de turno (que por cierto en uno de tus capítulos, Rafael, haces mención). Productos frescos, pocos, salvo lo que podía dar el terreno. Y hablando de gochos, jamás se me olvidará el día que fuimos a comprar unos gochines mi tía Satur y yo  a las Ventas… la vuelta fue de cuento. Entre gruñido y gruñido, “caquita”; el olor  insoportable, y cuando llegamos a casa mi abuela había hecho un cocido… es que ni pudimos probarlo.  Cuánto nos reímos.
Y claro, para el descanso de día no podía faltar la radionovela famosa, muy muy famosa de la época. “SIMPLEMENTE MARÍA”,  aquello fue todo un acontecimiento. Ya podías estar lo cansada que pudieras, las faenas pendientes… pero la novela, vamos que no nos la perdíamos…
Los fines de semana, si no había fiesta en los pueblos cercanos, las chicas nos dábamos por la tarde un paseo por la carretera comiendo pipas y luego en casa de Hortensio comiendo más pipas, que no dejaba de ser un portal con una pequeña barra. Yo el teleclub apenas lo pude disfrutar. Y de vez en cuando, íbamos con Vina a pescar cangrejos; cubos y cubos de cangrejos. Creo que era en el nacimiento del río Valderaduey.  Entonces había de todo… Por ejemplo si poníamos veinte reteles, terminabas de poner el último cuando ya en el primero había dos o tres cangrejos, y no de los americanos que no tienen más que pinzas, eran de los autóctonos.
Otra figura entrañable de aquella época era mi tío Valérico, hermano de mi abuelo, y tía Juana, su esposa. Siempre tenía la sonrisa en los labios. Matrimonio entrañable. Tenía un terreno frente a  las eras, más o menos, y empezó a plantar pinos. Desconozco si aquello se habrá convertido en un pinar. Y me  enseñó cómo se hacían los adobes, que  por aquel entonces era la materia básica para levantar muros y paredes. Era todo un experto. La técnica, si ahora me pusiera, la recuerdo perfectamente.
Veranos de madrugones, de acarreos, de eras, de trabajos de casa… , pero siempre había momentos de risas y desahogos. Cada día se aprendía una cosa más; yo aprendí a segar con hoz y con guadaña, y mi abuelo era el que se encargaba de picarla y afilarla … sentado en el corral… ,a ver,  me llevaba los cantos que me encontraba por el camino… y ya por último llegaba la vendimia. Qué pena, me tocaba volver a Madrid. Ese ambiente no pude vivirlo pero sí que me han llegado noticias de las gamberradas que se hacían por esas fechas.
Y en fin, esos fueron mis veranos que recuerdo con todo mi cariño. Me he saltado muchas situaciones  buenas y malas, pero lo esencial creo que lo he podido plasmar. Lamento que en concreto no he alimentado la memoria histórica profunda del  pueblo, pero creo que es una pequeña historia del día a día de una adolescente.
Un saludo para todos.
 
 
 

En esta imagen podéis ver a la autora del texto que como arriba indico se trata de  Purificación Pacho López ("Puri") Nació en Lima (Perú). En la actualidad reside en Madrid.
 
 Los vínculos que unen a esta mujer con Mozos de Cea son paternos. Su padre fue Isaac Pacho Díez. Sus abuelos paternos fueron: Alejandro Pacho y Aquilina Díez.

 
 La fotografía está sacada en Perú. Al fondo se puede ver  el lago Titicaca el cual se encuentra ubicado en el altiplano andino.
 

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domingo, 1 de julio de 2018

MEMORIA HISTORICA II

De nuevo hago acto de presencia con el fin de retomar el pulso al tema anterior, el cual   como sabrán todos aquellos que tuvieron la molestia y gentileza de leer, el asunto va aparentemente sobre memoria histórica vinculada a Mozos de Cea. En el anterior párrafo ya os indiqué que por lo extenso que se hacía publicar toda la información que conozco sobre este asunto en un sólo párrafo,   escribiría otro segundo párrafo con el fin de seguir hablando sobre esta misma cuestión. Y es lo que a continuación voy a hacer. Por tanto al lío.

Otra circunstancia que se dio durante el periodo de la Guerra Civil fueron las requisas y que consistían en apropiarse de la comida de la población rural para alimentar a la tropa militar que combatía en el frente. Por desgracia Mozos de Cea no se libró de este lamentable episodio en que los militares venían al pueblo con sus camiones   y se llevaban todos  los alimentos confiscados. Lo primero que hacían era, con ademán intimidatorio, ordenar a los vecinos del pueblo que sacaran a las eras las vacas y novillos que tenían en sus cuadras. Por el temor que éstos infundían, nadie se negaba a cumplir sus mandatos. Una vez todo el ganado allí reunido seleccionaban los de mayor peso y los subían a un  camión. A más de una  persona les he oído comentar lo siguiente: "El tío Marcelino Cuesta tenía un novillo muy cojonudo y se lo llevaron". Vamos que debió ser un ejemplar bien cebado y que  lamentablemente   al desdichado se lo expoliaron. También me comentaron que con mosquetón en mano   los soldados,  mayormente   "moros", invadían  los hogares   para requisar jamones, perniles y otros alimentos de procedencia porcina. Y sin rechistar. Como para hacerlo teniendo delante aquellos temibles soldados que trajo el Generalísimo de Marruecos para combatir con la tropas del bando nacional, a los cuales les dieron "carta blanca" para asesinar, violar y saquear en los pueblos  y ciudades conquistadas. También acostumbraban a requisarles el trigo. Por este motivo hubo un vecino  del pueblo que para evitar que  se lo requisaran, decidió ocultarlo en un corral de ovejas que tenía en la cota del monte. Pero tuvo la mala suerte el infeliz que los ratones de campo, que por entonces tanto abundaban, le comieran buena parte del trigo escondido.

De lo que tampoco  se libró Mozos de Cea durante aquella época fue   de la Falange:  un partido político de ideología fascista y que tuvo un protagonismo relevante durante la Guerra Civil y posguerra.  Por aquellos años  una persona natural del pueblo  ostentó el cargo de Jefe de Falange de la zona.  Se trataba de Vicente Bartolomé. Según  cuentan  fue muy  autoritario desempeñando su cargo.  Aunque al parecer no era de los que daban la cara. Os comento esto porque en cierta ocasión envió a un par de falangistas del pueblo a Velilla de Valderaduey en busca de una persona de este pueblo   sospechosa de  ser contraria al régimen  para traerla detenida a Mozos. Estos dos falangistas se presentaron ante el alcalde pedáneo  de Velilla con una orden de detención. Y el alcalde les dijo lo siguiente: .- Largaros de aquí y decirle a Vicente que si tiene cojones que venga él a buscarlo. Desde luego que aquellas intimidadoras palabras debieron amedrentarle lo suficiente  porque  no apareció por Velilla en  busca del sospechoso. Comentaros también que los falangistas en el pueblo disponían de un local que acostumbraban a utilizarlo para interrogatorios y detenciones. Se trataba de un cuchitril que tenía una diminuta ventana y  estaba situado dentro del edificio de la escuela. Recuerdo que este oscuro cuchitril durante mis años de escolar  servía para guardar  los trastos viejos e inservibles y también para almacenar la leña de roble que "picábamos"  (cortábamos)  los niños y luego la maestra le daba su correspondiente utilidad.   

Sin en el párrafo anterior hacia alusión a los niños de Mozos de Cea cuya infancia había coincidido con aquellos terribles años de la Guerra Civil, en este también  de voy a mencionarlos para comentaros   que cuando veían aparecer por  el espacio aéreo del pueblo los aviones de guerra  cargados con su  terrorífica munición y que iban con dirección al frente de combate, a los niños del pueblo por el pavor que les causaba su intimidatoria presencia y  su infernal ruido,  rápidos se iban a esconder. Por cierto,  a estos aviones los niños  los habían bautizado con el nombre de "los abuelos".  También  comentaban que en pleno verano mientras  se estaba faenando  en las eras se podía oir  el estruendoso  ruido de las bombas que arrojaban. Otra actividad que desarrollaban estos niños de Mozos de Cea durante aquella terrible época era la instrucción militar a cargo de un falangista con el propósito de aleccionarles el espíritu castrense. Este adiestramiento  solían llevarlo a cabo en el "Campo de María" (Donde se construyó la bolera) . Utilizaban una especie de fusil de madera para la instrucción y en ocasiones el paso era marcado por  los redobles del tabor que tocaba el "Tío Emilio" (Emilio Díaz)  Otra situación que de forma habitual se daba por entonces y que duró aproximadamente hasta casi la mitad de la década de los sesenta fue la de cantar el Himno de la Falange, que no es otro que  el "Cara al sol",  con el brazo derecho extendido igual que un saludo nazi. La cantaban los niños, o cantábamos, en plena calle delante de la puerta de la escuela antes de empezar   las clase.  Y digo cantábamos porque tengo un vago recuerdo de que en alguna ocasión durante mi primeros años de escolar con la maestra Emilia Díaz Rodríguez a mí también por obligación  me tocó  cantarla. Creo  además recordar que siempre había un niño encargado de portar la bandera española mientras se interpretaba.



 
 
(Tal como aparecen en la imagen estos niños con el brazo en alto al estilo  saludo nazi cantando el "Cara el Sol"  delante de la puerta de la escuela y la bandera nacional presidiendo el momento, así de esta forma cantábamos los niños de Mozos de Cea por entonces. Aunque a nosotros nos ponían en fila, no agrupados como los de la imagen.)

 
Quiero comentar también un hecho luctuoso, que si no me equivoco, creo que ocurrió en el periodo de  posguerra y el cual guarda relación con una persona natural de Mozos de Cea. Me estoy refiriendo al joven Doroteo  Pacho Pacho, hijo de Walerico Pacho y Juana Pacho.  Entre otras personas,  era familiar del actual alcalde pedáneo del pueblo y también  del Ayuntamiento,  pues bien  este joven  que cumplía el servicio militar en un cuartel de Santiago de Compostela, el día que se  licenció  al parecer se negó a obedecer una orden dada por un oficial . Según tengo entendido fue la de barrer el cuartel. Tristemente  aquel acto de insubordinación  le costó la muerte por que a bocajarro  un oficial le disparó con su arma y lo mató. Desconozco que condena impusieron al asesino, pero no me cabe la menor duda, de  que al amparo del régimen militar, lo más seguro es que saldría impune.     Según me comentaron,  la primera notificación  que llegó sobre la muerte de este joven, al que enterraron en Galicia,  parece ser que la recibió la autoridad  de un destacamento militar  que por entonces había cerca de Cea.

 En el anterior párrafo hacía mención de Florentino López (El "Tío Flores"), pues bien en este nuevo escrito también haré alusión a esta misma  persona para comentaros que en su día el Tío Flores se había alistado voluntariamente para enrolarse en  la División Azul con el fin de ir a luchar junto al ejercito nazi contra los comunistas en  Rusia. El buen sueldo que prometían pagar  a los voluntarios y alguna prebenda en favor de los familiares, hizo que se alistara. Cuando se estaba tramitando el papeleo  de su alistamiento en el cuartel de la Guardia Civil de Cea por alguna razón que desconozco,   desistió enrolarse. Lo más seguro que fue  por "mieditis" el echarse para atrás.   

Quiero también hablaros sobre un hecho  del que ya lo hice en otra ocasión, pero como guarda estrecha relación con este asunto, aprovecho para comentarlo de nuevo. Me estoy refiriendo a un matrimonio de origen asturiano que por el hecho de que la mujer había bordado una bandera para el bando republicano, fue represaliado por el régimen y condenado al destierro.   Este matrimonio  junto a su hijo mayor, Raúl,  acabó refugiándose en Mozos de Cea. Estuvieron viviendo un tiempo considerable en el pueblo y  habitaron la antigua casa rectoral. El marido, Evencio Serna, trabajó de albañil y su mujer, Ernestina Martínez Taranilla (Tina), se dedicaba a hacer trabajos de costura. En el pueblo nació su segundo y último hijo que pusieron por nombre  Audaz. Cuando abandonaron el pueblo se instalaron en Valladolid. Otra cosa que también os he comentado con anterioridad  guarda relación con la cartilla de racionamiento, la cual fue un elemento característico de la posguerra y que servía para adquirir los productos básicos y alimentos de primera necesidad. Pues bien, era en la cantina de Hilario Díez donde se podían adquirir los productos y alimentos mencionados.

Y hasta aquí este largo recorrido que he hecho a través de la memoria histórica de Mozos de Cea, si es que tiene la condición o el nivel suficiente   para poder  nombrarla como tal. Que la tenga, o no, creo que lo que realmente importa   es haber dejado escrita en estos dos párrafos toda la información que conozco  de  cuanto sucedió en nuestro pueblo durante aquellos dramáticos años de la Guerra Civil de España y su posguerra. Al margen de filias y fobias, considero que  lo escrito ha sido un ejercicio de memoria con el fin de mantener vivo el recuerdo de lo sucedido, porque está claro que el tiempo siempre está constantemente amenazando con borrarlo de su archivo. Y no es muy recomendable hacer que el horror  generado por  ambos bandos enfrentados cayera en el olvido. De suceder así, es muy probable que  este olvido acabe por engendrar monstruos y en esta ocasión con rencor fratricida.

Fue todo.

Placidas noches y largos días a todas y a todos.

Rafael.