lunes, 6 de enero de 2020

D. BERNARDO (II)

Como podéis comprobar   también en el nuevo año 2020, que  recientemente ha comenzado, estamos presente en este espacio virtual para hablaros otra vez más de   todo cuanto atañe a Mozos de Cea, tanto en su vertiente actual, como la de su pasado que a priori es el leit motive de la existencia de este blog. Y una vez dicha estas palabras protocolarias de presentación, vayamos al asunto del que quiero hablar, o más bien escribir. Por tanto voy a  continuar hablando   de D. Bernardo Pérez Gil, sacerdote que ejerció su oficio eclesiástico alrededor de 25 años en el pueblo. Ya os comenté en el anterior párrafo que para que no resultará excesivamente largo  escribiría una segunda parte a fin de   seguir conociendo más detalles sobre la vida y obra de este señor. Y es lo que voy a hacer a continuación: retomar el hilo y seguir hablando sobre  este mismo asunto. Por tanto comencemos.  Como ya os comenté en el anterior texto, allá por el año 1950, siempre aproximadamente, fue cuando tomó posesión Bernardo de la parroquia en Mozos de Cea. Pero cuando llegó al pueblo, aún no se había acabado de construir la nueva casa rectoral para que pudiera hacer   su vida diaria en ella. Por esta razón, tuvo que hospedarse en el domicilio  de una vecina del pueblo, concretamente en casa de Trinidad Antón (hoy esa vivienda pertenece a Sunci y David). En abril del año 1956  la vivienda que ocuparía posteriormente este sacerdote,     fue declarara Casa Rectoral. Por ende,  más o menos  fue este mismo año cuando comenzó a habitarla Bernardo, y creo que en calidad de renta ya que abonaba 300 pesetas anuales al obispado  de León por residir en ella. Siempre recuerdo que era con su hermana Sergia con quien convivía en aquel dolicilio. Aunque también con mucha frecuencia solían pasar largas temporadas con ellos sus sobrinos de Villalebrín: Gloria,  Jandrito, Lourdes, Celia... Algunos de ellos estuvieron escolarizados en Mozos de Cea. ( Desgraciadamente también alguna de estas personas murieron relativamente jóvenes) Por cierto, resultó por aquellos años toda una novedad, y  además levantó  gran expectativa, el que colocara un pluviómetro    en medio del corral de su vivienda.   Imagino que cuando se marchó para la parroquia de Villaverde se llevaría aquel artilugio que servía para medir la lluvia caída.
 
Comentaros que cuando llegó al pueblo a tomar la susodicha pensión, le pusieron los tradicionales mayos delante de la puerta de la casa de Trinidad que a priori era como si se tratara de su propio domicilio. Porque era habitual que los mayos se levantaran delante de la puerta del domicilio,  o muy cercano a él,    del fraile, o sacerdote, que "cantaba misa" (oficiar por vez primera la misa en el pueblo). Creo que en aquella ocasión únicamente  le pusieron un mayo. Era habitual poner dos. Como así fue cuando   se pusieron en honor a Fidel Revuelta González, en su "cantamisas". Si no me equivoco fue a principios de los años 60 este evento litúrgico. fueron los únicos mayos que yo conocí personalmente. Pero al respecto mi recuerdo es confuso porque era muy niño por entonces.  Según mi criterio,  los mayos, los cantamisas y demás parafernalia asociada a este asunto  creo que tiene su enjundia, con lo cual en otro texto os hablaré de todo ello. Interés no se si os suscitará, pero estoy convencido de que toda su parafernalia si  pudiera generar curiosidad.  Por ende, quedamos, o quedo, para otra ocasión hablar sobre el tema.

Otro hecho del que voy a hablaros  es el que una o dos veces al año organizaba una reunión  en su casa, con comida incluida. A esta reunión   acudían los otros sacerdotes que oficiaban  por entonces en los pueblos limítrofes a hablar de sus asuntos: Mariano (Villavelasco); Lucidio (Renedo); Gregorio (Villazanzo).Como era lógico, Bernardo también asistía  a las reunión que en su correspondiente pueblo organizaba unos de los sacerdotes nombrados. Lo normal por entonces era  que estos sacerdotes se desplazasen a los pueblos montados en el popular "coche de San Fernando"; ya saben: un ratito a pie y otro caminado. Bueno alguno como Lucidio estaba más "modernizado" y utilizaba  bicicleta.  
 
 




( Aquí podéis ver en esta imagen que data de 1970 y que coincide con el comienzo de la procesión de San Pelayo de ese mismo año, a  los cuatro sacerdotes que nombro arriba vestidos con sus atuendos religiosos de gala porque la ocasión así lo requería. El que lleva el bonete puesto en su cabeza es Bernardo. Como se pude observar tenía buena planta. Por entonces, lo habitual era  que en la celebración de la misa del patrón de los pueblos pertenecientes al  municipio de Villazanzo de Valderaduey estuvieran presente  los cuatros sacerdotes . Qué tiempos aquellos...cuatro sacerdotes había en el municipio de Villazanzo de Valderaduey, en cambio hoy en día uno, o a lo sumos dos. ¡ Anda que no hay crisis ni nada en lo concerniente a este sector!  


Lo que también recuerdo de Bernardo, es que estaba suscrito al periódico "El Diario de León". Lo recibía en su domicilio todos los días a través del correo postal. El cartero de entonces, Cayo Cuesta, era quien se lo entregaba. Según me han contado, parece ser que aquel maestro de infasuto recuerdo,  "Don Piri",  (de este maestro ya os hablé largo y tendido en otro párrafo)  y Bernardo, aparte de utilizar  parecidos métodos agresivos de castigo, compartían también  la afición por la lectura de la prensa y se reunían casi a diario para discutir y opinar sobre el contenido de los periódicos que ambos leían: Bernardo el que ya os he nombrado; "Don Piri" leía el  periódico "Diario Ya". Este noticiero desapareció en 1996. 

Lo que nunca se me ha olvidado es la forma  de vestir  que tenía a Bernardo:  siempre a la antigua usanza;   con  esa típica  sotana negra que los sacerdotes vestían antaño. También acostumbraba a ponerse el típico sombrero de teja, color negro, con borla colgando muy usado por entonces por el clero católico. Recuerdo que por los inviernos solía  ponerse encima de la sotana un jersey de lana negro, creo que esta prenda  se lo había tejido su hermana Sergia. Otra cosa que no se me ha olvidado de él, era  cuando se desplazaba andando a alguno de los pueblos limítrofes los días de mucho sol y calor. Siempre llevaba un paraguas negro de gran dimensión y  lo utilizaba en forma de sombrilla para protegerse del sol. A principios de la década de los setenta sacó el carnet de conducir y de la misma se compró un coche: un Seat 850 blanco. Algún que otro accidente leve sí que tuvo.  Creo que  de conductor dejaba mucho que desear. Aun así,  mucho recorrido le dio al 850 por entones.  Desconozco que paradero final tuvo aquel coche.  Y volviendo al tema de la vestimenta, a mi me sorprendía extrañamente verle cuando se arremangaba la sotana y dejaba al descubierto los pantalones que vestía debajo de la misma. Era muy poco habitual que se mostrará en público de esta forma. Cuando tenía que desarrollar una actividad física si que  recogía la sotana. Sobre todo a la hora de faenar en el popular "huerto del cura". Vergel que  estuvo, o sigue estando,  situado donde  otrora estuvo la desaparecida fragua y el potro de herrar.  Allí cultivaba Bernardo  sus verduras,  fréjoles, patatas... Por entonces disponía de un amplio manantial bien conservado y  con abundante agua. En aquel huerto también había buenos frutales y exquisitas fresas. Y como las tapias estaban un poco deterioradas,  era fácil saltar al interior y pegarte un atracón, normalmente de ciruelas, o de fresas. Confieso que yo  montones de veces salté aquellas tapias, eso sí  con miedo y precaución, pero una vez dentro,  pues  atracón que me daba. Pero como digo con toda la precaución del mundo, porque como te sorprendiera dentro robando fruta, la que te venía encima era de órdago a la mayor. Por suerte nunca me sorprendió. Creo que no fui yo solo el único que robaba  en el huerto del cura. Pocos de aquellos niños de mi generación, y de las anteriores, están libres de este "pecado". En una ocasión uno de aquellos "ladronzuelos de fruta", comentó que de niños él y otras dos criaturas más,  cierta tarde que  estaban dentro del huerto dándose un atracón de  fruta, Bernardo que entra por la puerta. Parece ser que no les vio porque rápidos se escondieron, creo que entre las matas de los fréjoles. La única esperanza que les quedaba era que se fuera lo antes posible para de la misma  largarse a toda leche de allí. Pero para su desgracia no fue así.  Ya que se arremangó la sotana, se sentó en una silla que  por allí tenía y se puso a leer un libro. Así permaneció hasta la puesta del sol. Aquellos tres desdichados  con el miedo metido en el cuerpo aguantaron escondidos sin hacer el menor ruido horas y horas. Estoy seguro que  aquellas criaturas angustiadas,  inmóviles, calladas, temerosas ...las debieron pasar canutas por todo el miedo que tenían metido en el cuerpo.

Bernardo como radical defensor y protector de la moral y principios cristianos, tenía la costumbre de que cuando   se organizaba de noche algún bailoteo en el  pueblo,  salía a la calle al  atardecer con la única intención de ordenar a todos los niños que se fueran todos  a casa para que no asistieran al baile. Sin rechistar obedecían y a ninguno se le ocurría desobedecer por las serias  consecuencias que esto acarreaba.  Pero siempre acababa enterándose  de quien había desobedecido, creo que por boca de algún, o alguna, correveidile que le daba el chivatazo.  Otra anécdota en referencia a  este  sacerdote guarda relación con una de la antiguas tradiciones que se practicaba en el pueblo. Me estoy refiriendo a que el día de año nuevo, tras la misa matinal, era costumbre  el  que cuatro mozos portasen a hombros un sillón acondicionado para tan especial ocasión porque  sobre este sillón iba sentando Bernardo para hacer el habitual recorrido    que  costaba desde el portal de la iglesia hasta su casa.  Prácticamente todos los fieles que habían asistido a la misa le acompañaban durante  aquel corto   trayecto. Para los niños aquel evento era sinónimo de alegría porque a la finalización del mismo,  nos daba una especie de aguinaldo a cada niño y que consistía en una naranja y un puñado de piñones. ¡Y no veas que provecho sacábamos durante todo el año a aquellos piñones...! Algunos los comíamos obviamente; el resto nos servían para practicar en tradicional juego de los piñones. Ya que os he hablado de aguinaldos, aprovecho para comentaros de que entre los años 1956 y 1963, a la casa rectoral llegaba   el queso de bola amarillo y la mantequilla que los norteamericanos entregaban a España como ayuda social americana (Plan ASA) en los duros años de la posguerra. Bernardo era quien se encargaba de entregar las correspondientes raciones de estos productos a cada vecino del pueblo. Por cierto, también formó parte de  aquella  ayuda social americana la popular leche en polvo. Este producto era entregado al maestro.  Recuerdo que eran  las niñas las encargadas de  prepararla en la cocina de la escuela. Luego dos veces al día, mañana y tarde,  nos la tomábamos. 


Alguna que otra anécdota más, así como  otros detalles relacionados con la vida de este sacerdote  de de quien os he hablado podría escribir  si rebusco en los entresijos de mi memoria. No  hay duda de que un sacerdote que haya ejercido su cargo eclesiástico en la parroquia de un  pueblo aproximadamente durante 25 años, como fue el caso de Bernardo en Mozos de Cea, da para escribir largo y tendido sobre el tema. Pero en mi opinión creo que lo más sustancioso de todo cuanto podía contaros sobre la vida y obra de esta persona que ejerció su cargo eclesiástico   en el pueblo, queda escrito en los dos párrafos que he publicado. Y que bien podían servir ambos de homenaje y recuerdo para este sacerdote, que no dudo que  haya originado fobias y filias,  pero aún así con todas sus sombras y sus luces,  ha dejado una huella imborrable en el Mozos de Cea debido a la larga estancia que permaneció de continuo en nuestro pueblo poniendo en práctica   su ejercicio  sacerdotal.  Espero que todo cuanto ha quedado escrito a cerca de la persona nombrada en este párrafo  os haya suscitado cierto interés; o al menos curiosidad por conocer algunos detalles acerca de  las andanzas  de este señor. Como también  espero  que algunas de  aquellas personas lectoras de este  blog,  que en su día coincidieron  físicamente con Bernardo Pérez Gil  en el pueblo, alguna repentina ráfaga de nostalgia consiga hacerles un emotivo cosquilleo en  el corazón, o   en la memoria. Porque todos nosotros, y vosotras,  por entonces éramos tan niños, tan adolescentes, tan jóvenes...vamos,  que a "pie juntillas" creíamos que la vida era infinita; que no se iba a acabar nunca. Y en nuestro cerebro sólo estaba presente la idea de llevárnosla por delante.   Pero...aquí estamos llenos de dudas, y a quien más o a quien menos, es la propia vida la que está progresivamente llevándonos por delante. No nos pongamos "depres", que hemos comenzado recientemente el año y hay que seguir manteniendo el reto de ser felices hasta donde se pueda. Porque recordad que la felicidad es una forma de resistir.

Saludos a todas y a todos.

Rafael.