domingo, 26 de junio de 2016

DE NUEVO LA FESTIVIDAD DE SAN PELAYO EN EL RECUERDO

Por aquí seguimos otra vez, con más de los mismo; o sea el recuerdo en estado puro para no cambiar. Sin más dilación, vayamos directos al asunto que como de costumbre viene siendo un ejercicio de nostalgia. Obviamente hoy  en    Mozos de Cea se  celebra el día de su patrón San Pelayo. No me cabe la menor  duda de que resulta ser ésta una fecha   muy especial, y muy significativa a su vez,  para la gran mayoría de personas  cuya procedencia es de  Mozos de Cea; como es mi caso. En mi opinión, siempre subjetiva por supuesto,  la fiesta del patrón crea una especie de nexo entre todos los que hemos nacido en este pueblo. Y a mí en particular además me hace rememorar ese pasado vinculado a la fiesta patronal que hoy se celebra. Por esta razón  me apetece acudir  a la memoria con el fin de  escribir   recuerdos   que guarden  estrecha relación con   la antigua celebración festiva y lúdica del día de San Pelayo. Pero resulta que el año anterior por estas mismas fechas, ya os escribí toda aquella  añeja parafernalia  que  rodeaba  a la fiesta del patrón en los remotos años de mi niñez y adolescencia. Por consiguiente, no voy a volver a escribir esas mismas vivencias y anécdotas  de entonces para no resultaros cansino. Si a alguien le apetece volver a releer cuanto escribí al respecto el pasado año, que busque el archivo que corresponde a  junio 2015  y  allí mismo podrá  volver a  reencontrarse con aquellos recuerdos vinculados  a la fiesta patronal de Mozos de Cea que yo, y unas cuantas personas más que siguen este blog, los vivimos in situ por entonces.







(Esta imagen nos muestra una antiquísima  procesión de San Pelayo. Según mis cálculos, por algunas de las personas presentes en la fotografía, deduzco que está sacada en la década de los años cuarenta del siglo pasado. Está tomada la fotografía en el momento que la procesión cruza la Calle Mayor. Como podéis comprobar, los cambios que ha experimentado esta misma calle desde que se sacó esta fotografía hasta la actualidad, son notabilísimos. Es obvio que estéticamente tiene mejor presencia, pero como es lógico, la estética es quien ha ido eliminando progresivamente su genuina  naturalidad. Lo que nadie me podrá negar es que esta fotografía se trata de un emotivo documento visual histórico relacionado con Mozos de Cea)
 
Pero bueno, alguna anécdota más,  o vivencias  relacionadas con el día del patrón por aquellos remotos años, sí que quiero escribir nuevamente, ya que por olvido o por desconocimiento no pude hacer que   constaran en el anterior párrafo. Como por ejemplo, la perversa costumbre que teníamos los niños, y algún que otro mozalbete, de hacerles una especie de  broma de mal gusto  a las mozuelas  del pueblo, o las forasteras que también éstas  venían a disfrutar de la fiesta. Como ya os comenté, lo habitual era que el baile del día de San Pelayo se organizará en los prados que están situados en el termino "El Rio", justo en frente del antiguo, y ya en desuso, transformador de la luz.  Un baile  que  habitualmente era amenizado por la orquesta Hermanos Fernández , naturales de Villahibiera. Pues bien, mientras las jóvenes parejas, y otras no tan jóvenes,  daban rienda suelta a su cuerpo al ritmo melódico que imponía  la orquesta, muchos de nosotros nos dedicábamos  a lanzar a las melenas  de las mozuelas unas   bolas pequeñas que estaban  cubiertas de pinchos. Estas bolitas  a las que popularmente las conocíamos como "gangas" nacían de  en una planta cuyo nombre real  desconozco y que la verdad   cuando las tenías en las manos,  se adherían unas a otras   con gran facilidad y consistencia. Recuerdo que  con ellas  acostumbrábamos a hacer alguna que otra   figura como si de plastilina se tratara. Cuando se adherían a la melena de las mozuelas, la verdad es que las costaba dios y ayuda poder desprenderse de ellas por que se enredaban en su pelo de forma terrible.   Horas antes de que comenzara el baile acopiábamos  el suficiente cargamento de aquellas bolitas para que no faltasen durante el transcurso de la verbena.    Por cierto, esta fechoría siempre acostumbramos a perpetrala durante la noche. Había que aprovechar  la oscuridad para  no ser descubiertos. Es evidente que  mientras  unos,  y unas  por supuesto, aprovechaban  aquella placentera y tentadora oscuridad para lo que todos imagino que sabréis, o sospecháis; los otros se dedicaban, o nos dedicábamos, ha hacer  esta putada a las mozuelas. En fin; una forma puñetera  de diversión  que tocaba por entonces. Sin más.  
 
Y ya que estoy hablando de asuntos musicales, voy a comentaros que cuando se celebraban aquellos bailes del año catapún,    en algún momento de los mismos,  la orquesta  durante unos momentos paraba de tocar, porque  siempre surgía de imprevisto algún  espontáneo con ganas de mostrar sus dotes interpretativas a los presentes   y  pedía a los músicos  que le dejaran el micrófono para   interpretar  a capela alguna canción.  Lo normal era que los músicos accedieran a su petición,  así de paso ellos descansaban un rato antes del horario que les correspondía. Espabilados que eran los tunantes. Confieso que yo fui uno de aquellos espontáneos . Además opino que con mucha querencia al micrófono, porque  si no me equivoco, creo que fue en  tres  ocasiones,- en años distintos- , cuando me dio por cantar... ¿o dar el cante?.  Supongo que esa querencia venía motivada   por la obsesiva ilusión  que tenía  por entonces de ser una estrella de la canción, con lo cual, aprovechaba la coyuntura   con estos intentos melódicos y la cabeza llena de pájaros.     Por cierto, yo no fui  por entonces el único espontáneo con micrófono en mano. Virgilio Pérez,en cierta ocasión nos mostró sus dotes interpretativas   cantando a capela  una canción de Luis Lucena que lleva por título "Borracho". ¿Y la jovial Lola Pacho?..., parece que ahora mismo  estuviera viéndola en ese momento de   interpretar  durante aquel San Pelayo de 1968 aquello de "Yo canto a mi madre/ que dio vida a mi ser.." Ya saben la famosa canción eurovisiva   "La, la, la ..." de Massiel. Esta claro, que espontaneidad, desinhibición y ganas de agradar con nuestro cante al personal allí presente, no debió faltarnos por aquellos remotos años.





(En esta imagen podéis observar uno de esos  momentos que os he comentado y que no es otro que el de darle  rienda suelta a la espontaneidad y ponerme a cantar con el propósito  de deleitar al publico allí presente, aunque dudo que lo consiguiera. La fotografía corresponde al año 1972 y está  sacada  junto a la pared de la escuela; la  que se hallaba frente a la casa de Fermina. Recuerdo que en el momento de sacar la foto estaba tratando de interpretar una especie de monólogo  donde quería parodiar a   un aprendiz de torero. "Arsá y olé", era el título de este monólogo cuyo autor e intérprete del mismo era  un famoso humorista de los años sesenta, cuyo nombre artístico era Manolito Díaz.)



Y siguiendo con el tema anecdótico referente al patrón, según me comentaron algunas personas del pueblo, que el día de san Pelayo era costumbre que la mayoría de los mendigos que por entonces solían pedir limosna puerta por puerta en los   hogares de cada  pueblo  a donde llegaban, se reunían todos ellos frente  al edificio de la escuela, el cual como ya sabéis fue tristemente  derribado, y esperaban pacientes, y supongo que hambrientos, a que las familias y los parientes que les acompañaban,   acabaran de ingerir la copiosa y especial comida del mediodía para ir luego a cada  casa  pidiendo las sobras.   Imagino que por tratarse de un día tan significativo,  estoy convencido que mostrarían un derroche de  generosidad  aquellos hogares,   motivo por el cual se  les obsequiaría con una abundante ración  de suculentas sobras. Como ya os he comentado, hablo sobre este asunto por boca de otras personas, porque yo  no conocí in situ esta circunstancia. En cambio, si que llegué a conocer a algunos de aquellos mendigos que por aquellos remotos años pedían puerta por puerta en los hogares de Mozos de Cea. Lo normal era que se le diera como limosna un pedazo de  hogaza de pan, o una cebolla. Y es que la mayoría de hogares tampoco podía ofrecerles mucha más ayuda que ésta por la precaria situación económica en que se encontraban. Estoy seguro que para los mendigos cualquier tipo de comida que se les entregara era una bendición para ellos por la situación de indigencia total en que se encontraban. De entre aquellos mendigos recuerdo a uno cuyo nombre de pila era Marcial pero le apodaban "Siete cepas". Nunca supe con seguridad el porqué le adjudicaron ese mote. Este señor estaba supuestamente lisiado de una pierna y caminaba apoyado en   una muleta de madera. Digo lo de  supuestamente porque según la rumorología popular, más de una persona le había visto caminar sin problema alguno con la muleta al hombro una vez que él se creía que estaba  fuera del alcance de la vista de cualquier persona . Igual era cierta esa rumorología  y  el granuja representaba el papel de lisiado   con el fin de  generar más compasión para que esto repercutiera en favor de las limosnas a recibir. Seguro que por entonces la picaresca asociada a los mendigos estaba a la orden del día. Por cierto, también hubo por aquellos remotos años una señora dedicada a la mendicidad a la que apodaban "La pega". Yo no la conocí, pero alguien me contó que con esta señora había que estar con "ojo avizor".  Al parecer,  aparte de pedir limosna, se dedicaba también a robar. Al  labrador que se  descuidaba, le birlaba cualquier   aparejo  que utilizaba para enganchar a los animales de tracción; como por ejemplo: las cornales, el sobeo, las maromillas, el estrinque, etc. Una vez que ya se había hecho con    " la pieza", rápido se largaba para otro pueblo por que en él siempre  hallaba el labrador de turno dispuesto a comprarle a bajo precio ese aparejo robado.  ¡Anda que no era astuta  la señora ésta!. Aunque imagino que la malvada razón de verse obligada a  actuar así estaría  condicionada  por   las penurias de la vida que lamentablemente la había tocado sufrir. "El herrero pino"; "Maribego"; "Boriles"; etc. fueron  los   apodos con que popularmente se les nombraba a algunos  otros mendigos que durante  el pasado lejano  recorrieron   nuestro pueblo, y otras localidades colindantes,  practicando la mendicidad. Según tengo entendido, durante  aquel continuo transitar de los indigentes por Mozos de Cea, se dictó una especie  de norma, a la que se llamó "El pan de los pobres" y que consistía en dar obligatoriamente cobijo durante la noche a los mendigos. Cuando  cualquiera de ellos se encontraba de noche en el pueblo, si no quería dormir a la intemperie, necesariamente tenía que ir  a donde el alcalde para que éste le designara la casa que le correspondía  para poder pernotar en ella.   Lo normal es que durmiera en el pajar, o en la cuadra  sobre el  típico jergón (colchón fabricado con paja de cereal o lana de mala calidad) y al cobijo  del  calor que desprendían los animales que  allí se encontraban encerrados.





(Otra procesión bastante antigua de San Pelayo nos muestra  esta imagen. En 1970 fue sacada la fotografía en el momento en que los cuatros sacerdotes que acostumbraban a oficiar la misa del día del patrón, salían de la iglesia para comenzar la procesión. Una fotografía parecida a ésta dejé publicada el pasado año cuando escribí el texto con la misma temática nostálgica que el que hoy he escrito. Aunque la imagen del año anterior está en blanco y negro y ésta en cambio como podéis ver aparece en color. Imagino que ambas fotografías fueron sacadas de forma sucesiva, de ahí que aparezcan las mismas personas en poses idénticos. Aunque bueno, alguno de los aquí presentes no están en la anterior, como por ejemplo Isabel, Erasmina y su hermana Segunda, Maria...En fin; cuestión de ver ambas y hacer comparaciones.)


Bueno,  aquí  han  quedado publicadas nuevas anécdotas con relación a  la festividad de San Pelayo, patrón de nuestro pueblo.  Sin duda que se trata de más  recuerdos que han sido liberados  de la memoria  y de este modo    podrán ser   agregados  a los otros que con anterioridad  escribí en su momento,  y como indico arriba,  siguen permanentes en el archivo correspondiente de este blog . Espero que os haya resultado amena la lectura de estos nuevos recuerdos; como también espero y deseo que quienes estéis  hoy día de la celebración de San Pelayo   en el pueblo, que consigáis disfrutar  en   toda su plenitud la festividad del patrón.

Supongo que nunca está de más volver a leer el himno que se canta en Mozos de Cea en honor a San Pelayo. Por consiguiente, abajo os dejo  el himno escrito;  por si a alguien  en silencio,  o en voz alta, le apetece entonar:
 
HIMNO A SAN PELAYO
 
Con voz de gloria y cariño
cantar queremos tu palma
           que con fuerzas no de niño   } bis
      prendiste fuego en tu alma. }
 
Tu fe predicaste a gritos
venciste del cruel la saña.
Pelayo mártir de Cristo
con gozo te recuerda España.
 
Despreciaste las pompas del mal
de satán al ministro al vencer
y aunque niño supiste luchar  
y aclamaste con gritos tu fe
 
los caminos de Cristo al mirar
saturados de luz y de amor
no dudaste un momento seguir
y por ellos llegaste hasta Dios.
 
 
 
 
Saludos a todas y a todos
 
Rafael

 

jueves, 9 de junio de 2016

PESCANDO RANAS

Es evidente que seguimos, digamos que"persiguiendo recuerdos", con la finalidad de atraparlos y así poder   acercarles al presente. En mi opinión es la forma  de conseguir que  por unos momentos se hagan  presencia cercana y de algún modo reencontrarse de manera emotiva con esas sensaciones que únicamente el pasado tiene la potestad de otorgarnos. Desde luego que por intentar perseguirlos que no quede. Sin más preámbulos vayamos al asunto, nostálgico por supuesto. En esta ocasión voy a hablaros de algo que quizá os resulte un tanto intranscendente como es la  pesca de  ranas, una  práctica que se llevó a cabo en el pueblo en tiempos remotos.   A mi juicio como esta antigua práctica está vinculada estrechamente a las  tradiciones populares  de Mozos de Cea, puede que esta circunstancia haga que  no resulte  insignificante del todo. Es obvio que la antigua pesca de ranas en el pueblo ha desaparecido, principalmente porque hoy en día resultaría ilegal llevarla a cabo   debido a que  la rana se la ha declarado   especie protegida por estar en peligro de extinción. Resulta irrefutable  que por tal  motivo  está prohibido su pesca. También hay que reconocer que actualmente  el lugar donde en aquellos lejanos años se las pescaba, como era la laguna de La Barrera, cuando se hallaba en  su estado original, apenas se puede ver batracio alguno. No se si es debido a las reformas que se han hecho en la laguna, o por que los patos domésticos o salvajes que a lo largo de estos últimos  años la han frecuentado  y se han ido comiendo las crías de las ranas, el caso es que apenas si se oyen esos sonidos tan  chirriantes, y de continuo, que emiten las ranas cuando croan, sobre todo en esas noches calurosas de verano en el pueblo.
 
Por aquellos distantes años, no existía  prohibición alguna que impidiera  su pesca. Por cierto, la temporada de pesca solía comenzar aproximadamente a principios de primavera y finalizaba con la llegada del otoño. Coincidiendo con las temperaturas elevadas porque es cuando las ranas acostumbran a asomar sus cabezas  fuera del agua.  Y bien, os comento que personalmente fueron muchas  las horas que me pasé pescándolas con aquellas rudimentarias cañas que fabricaba para este fin. Que conste en acta que no he sido yo únicamente el que se pasó mogollón  de horas capturándolas. Quizá uno de los más constantes sí que fui.  ¡Que se le va a hacer, era lo que tocaba por entonces! Aunque bueno, ahora que recuerdo, Javier Morán en lo concerniente a las horas que  gastó  pescándolas,  va a la par conmigo,  con el añadido de que él empezó años antes   por ser de mayor edad que yo. Como he comentado, la caña era de lo más rudimentaria. Consistía en un simple palo delgado de  "zalce"  de dos o tres metros aproximadamente al que le atábamos a su punta un hilo negro. Siempre de este color, muy importante. Se trataba de aquel hilo que utilizaban nuestras madres o abuelas para coser; por consiguiente a escondidas  solíamos sisarlas unos cuantos metros del canutillo correspondiente que se hallaba dentro de su  "medester" de costura. De cebo, solíamos poner, bien un trozo pequeño de carne, o un trapo rojo; también algún que otro insecto, como el tábano,  el saltamontes, el grillo...  De todos los cebos utilizados, es incuestionable que el grillo resultaba ser el más eficaz. No se si por su olor o por el sabor de la sustancia que este insecto  muerto desprendía, el caso que las ranas "picaban" de maravilla. Motivo por lo que el pobre animalejo era  víctima propiciatoria der ser utilizado para este fin. Obviamente antes había  capturarlo dentro de la hura donde se escondía (por cierto, cuando no teníamos agua que echar dentro de su agujero, para obligar al grillo a que  saliera al exterior, acostumbrábamos a mear dentro de su hura -ocurrencias de niños, está claro-) Y bien,  una vez que la caña estaba en óptimas condiciones para su uso,   ahí estábamos  nosotros con ese utensilio  en mano y de pie tras   los juncos para  no dejar mucho al descubierto nuestra presencia, no sea que a verla huyeran despavoridas.  Continuamente  de atrás hacia adelante   impulsábamos  la caña  con dirección al agua  y con nuestra particular técnica la movíamos con el fin de que  alguna rana tragara  aquel cebo que flotaba sobre el agua. También acostumbrábamos a imitar su croar  creyendo que así picarían mejor. Y cuando la ilusa tragaba el cebo y comprobamos que ya no lo soltaba, tirábamos hacia fuera la caña y  la rana que seguía apretando el cebo con su boca   salía por los aires  hacia el exterior del agua. Quienes tenían buena maña,  la dirigían hacia su mano y sin problema alguno la atrapaban al vuelo, en cambio los negados para esta pericia, se veían en la obligación  de impulsarla con fuerza hacia atrás. Cuando esto ocurría, se dejaba  en el suelo  la caña y se iba a  toda prisa a atrapar la rana, ya que ésta una vez que tocaba tierra,   de ipso facto soltaba el cebo de su boca  y veloz  se ponía a dar saltar con dirección al agua.  Raudos corríamos tras ella y lo normal era que la echáramos mano antes de  que lograra su ansiado objetivo. Confieso que  en mis comienzos   me tocó hacer muchas  de éstas raudas carreras en pos de ellas; luego con el tiempo acabé logrando la pericia de a atraparlas en el aire  y no veas que tranquilidad y que  descanso resultaba aquello. Y bien,   una vez que la teníamos en nuestras manos, violentamente las lanzábamos contra el suelo para matarlas. Las que cogíamos al vuelo, solíamos   golpearlas contra el palo de la caña hasta que morían.  Desde luego que crueldad con estos animales ejercíamos y mucha. En fin; una vez muertas, lo habitual era coger   un junco e introducírselo por un ojo para que quedara amarradas a él. Y así sucesivamente lo hacíamos con todas las pescadas. Por cierto, a las ranas de un tamaño considerable  se las nombraba popularmente como "padráncanos". Era lógico que por su gran tamaño,  siempre dirigíamos el cebo hacia donde estaba situado alguno de éstos tratando de capturarlos. Pero era difícil hacer que picaran. Supongo que eran ya "perros, o perras,  viejas" y se mostraban indiferentes al engaño. Pues bien,     con el junco repleto de ranas muertas y  ensartadas a través del ojo,  nos íbamos felices y contentos para casa. El grado de felicidad  dependía  mucho del número de piezas pescadas o de los "padráncanos" conseguidos. Una vez cortadas sus ancas y ya peladas,  se las cocinaba a gusto del comensal, bien en tortilla, fritas, o asadas a la brasa. Reconozco  que por entonces resultaba un manjar muy apetecible. Aunque la verdad, si os soy sincero,    en estos momentos sería incapaz de matar  con aquella  brutalidad las ranas y dudo si me decidiera en probar bocado de las mismas.  También quiero comentaros que  no siempre se pescaba para luego degustarlas en la mesa propia. Alguna persona del pueblo al que le apetecía comer ranas, y bien por problemas de salud, o por falta de tiempo o de ganas,  no quería, o no podía ir a pescarlas,  acostumbraba a comprarte las ranas, sí tú querías vendérselas, claro está. Este tema Javier Morán lo conoce sobradamente, y seguro que  lo recuerda bien, porque tenía la costumbre por aquellos años  de que las ranas que pescaba se las vendía a una persona del pueblo que falleció hacen ya un montón de tiempo (48 años para ser exacto) por el módico precio de un cinco pesetas, o un duro,  y unos cuantos tragos de vino del porrón. Supongo que con lo del vino aprovecharía. Aunque tampoco abusaría el pobre, por su corta edad, digo. Cuento esto del colega Javier como  una anécdota relacionada con el tema, sin más.

 


 (Idénticas, en color y estructura corpórea  a la rana que aparece en esta imagen, eran aquellas que pescábamos en la laguna La Barrera. Observándola parece trasladarme a la época de la que os hablo)


Os comento que otra forma de poder capturar ranas  para degustarlas en aquella época, era la  de esperar agazapado tras los juncos y cuando alguna rana  estaba lo bastante cerca de donde se encontraba la persona emboscada, contra ella descargaba el palo con gran virulencia. Si  la acertaba  a dar de lleno,  la rana  quedaba tiesa y espatarrada sobre el agua y pieza al canto. Como podéis ver, otra nueva crueldad añadida   contra aquellos pobres batracios. Pero yo creo que el sumun de la brutalidad ejercida contra ellas surgió a raíz de la aparición de las carabinas de perdigón.  En principio normalmente esta arma era utilizaba para cazar  gorriones, pero a algún desaprensivo se le ocurrió la descabellada idea de utilizarla para matar también a las ranas. ya que  si tenías buena puntería, era presa fácil.   Creo que aquella facilidad con que se las mataba con esta arma en buena medida contribuyó a  que fueran disminuyendo de manera considerable el número de ranas en la laguna  La Barrera. A esto también  hay que añadir que la laguna cada equis años acostumbra a secarse  y me temo que esto  resulta un  contratiempo a tener en cuenta  a la hora de volver a repoblarse su agua de ranas. No quiero omitir una circunstancia al respecto, como fueron aquellos años correspondientes a la década de los ochenta del siglo pasado, cuando  el indefinible e inconfundible Ramón (Ramoncín)  le dio por pescar ranas para luego venderlas.  Dentro de la  laguna se metía con sus botas de goma el bribón y nada de rudimentaria caña, ni carabina para pescarlas, se apañaba perfectamente  para atraparlas  con sus propias manos. No cabe duda de  que por aquellos años se debió  convertir en una especie de  "exterminador de  ranas". Acostumbraba a vendérselas a un restaurante de Sahagún; "El camino de Santiago", se llama, o llamaba, porque desconozco si aún permanece abierto.  Os podéis imaginar la demanda de ranas que precisaría por entonces ese restaurante de marras y el Ramoncín siempre dispuesto a satisfacer la demanda. Está claro que esta circunstancia  debió obligarle, no sólo a atrapar  los batracios en la barrera, sino que   también  tendría que ir en busca de ellos  en cualquier otro  espacio acuático ubicado en  Mozos de Cea o pueblos alrededores. Como por ejemplo en la laguna de Villacerán que está, o estuvo,  situada  enfrente de  la iglesia y  que por entonces según la rumorología popular, creo que veraz,     tenía  abundantes  ranas.  Razón por lo cual acudían con frecuencia a pescarlas personas de otros pueblos.  Lamentablemente en la actualidad debido a su abandono, la maleza que allí crece en abundancia, es la causa de que hoy en día aparentemente no exista aquella laguna.   En fin; casta y figura del Ramocín éste, sin duda.  Por cierto, también en la barrera del pueblo, en ocasiones algún forastero venía a pescar. Recuerdo a uno de ellos que solía venir de vez en cuando y que tenía mucha destreza pescando por la enorme cantidad de ranas  que capturaba. Pues bien, este individuo mostraba una crueldad supina a la hora de matarlas. Por su habilidad,  sin problema alguno las cogia al vuelo. De la misma sacaba las tijeras que llevaba dentro del zurrón, o nasa,  que colgaba sobre su hombro y en vivo  las cortaba las ancas y posteriormente arrojaba al agua el cuerpo. Aquellos cuerpos mutilados aún seguían moviéndose sobre el agua un rato. Sin palabras.

Como ya comenté al principio, el tema escrito en esta ocasión en apariencia puede resultar insignificante por el simple hecho de que hasta yo mismo pongo en duda si habrá  algún lector  que considere mínimamente interesante  aquella forma  de cómo pescábamos  las ranas en Mozos de Cea en el pasado, por mucho que   a mi juicio estime que forma parte consustancial de sus tradiciones.  La verdad,  ahora viendo esa forma de  parque   en que se le ha dado a la laguna, quien no  vivió in situ aquella situación, dudo mucho que se convenza  de que  esa antigua práctica pudo llevarse a cabo en ese mismo lugar  por la inexistencia de ranas hoy en día. Aunque a muchos de vosotros os pueda  parecer inverosímil, fue muy cierto  que se llevó a cabo en ese mismo lugar la práctica de pescarlas.  Dejo constancia veraz de ello con todos los recuerdos que en referencia a este asunto  aquí he narrado, al margen de la transcendencia o el interés de todo cuanto al respecto queda escrito os pueda  suscitar.

Saludos a todas y a todos

Rafael