miércoles, 13 de abril de 2016

VIVENCIAS DEL PASADO

Estamos de vuelta de nuevo otra vez por este espacio donde el recuerdo es quien acostumbra a ser protagonista principal del mismo. Esta circunstancia aparentemente parece indicar que este es un sitio  creado en exclusividad para los nostálgicos. Puede que en parte esto sea cierto ya que  los textos que aquí quedan publicados de forma metafórica beben de las fuentes de la nostalgia. Una vez  dicha ya la protocolaria presentación habitual, comenzaré   a escribir el tema que  en esta ocasión concierne. Comentaros que esta vez el texto que voy a escribir  no va a centrase  en un sólo tema, sino que va a ser una especie de reminiscente miscelánea, la cual está vinculada a ese pasado que personalmente viví  in situ  en Mozos de Cea, donde las ocurrencias anécdotas, creencias, etc. estarán muy presentes. Y dicho esto, comencemos.
 
 
Besar la mano del sacerdote. Por aquella época lejana, siempre que nos encontrábamos o veíamos al sacerdote andando por la calle, en este caso Bernardo Pérez Gil, era costumbre que todos los niños nos acercásemos corriendo hacia él y nos poníamos en fila para  besarle el dorso de la mano. En alguna ocasión teníamos suerte y nos obsequiaba con un caramelo a cambio de cada beso. Ya que estoy haciendo alusiones al sacerdote transitando por la calle, comentaros que por aquellos remotos años,  era habitual que Bernardo Pérez Gil,  vestido con los atuendos eclesiásticos que utilizaba para la celebración de la misa, llevara la comunión al domicilio de los enfermos que no podían desplazarse a la iglesia. Lo acompañaba  un monaguillo que iba tocando una esquila durante el recorrido para anunciar su paso. Las personas que se encontraban en plena calle al sacerdote llevando la comunión en un cáliz, unos acostumbraban a arrodillarse; otros en cambio se santiguaban.  






(Aquí os dejo esta imagen o fotografía sacada en 1962 donde se puede observar al sacerdote que nombro arriba y a varios niñas y niños de Mozos de Cea, también hay  alguna que otra mozuela adolescente.  Presente  también está en la fotografía  Emilia Díaz, la cual  durante unos años impartió clases docentes en la escuela del pueblo.   La fotografía obviamente está sacada delante de la antigua puerta de la iglesia porque  como se puede apreciar aún era de madera. En la actualidad  como sabéis es de metal y su estructura tiene una especie de barrotes. Otros detalle que se percibe en esta antigua fotografía, concretamente a su derecha, es esa parte de tapia con sus tejas y que pertenecía al antiguo cementerio. Yo aún recuerdo las cruces, las placas de identificación de los difuntos y demás artilugios que dentro de aquel antiguo cementerio había . Los niños solíamos jugar con todos  aquellos objetos funerarios porque se encontraba en estado de  semiabandono  o desperdigados  por el suelo. Años después de sacar esta fotografía escavaron todas aquellas viejas   tumbas que en él se encontraban y los huesos sacados de ellas fueron llevados al actual cementerio y allí dentro los enterraron en una fosa común. Por cierto, según la rumorología popular, se comentaba que en aquel viejo cementerio se hallaba enterrada una santa. Y no veas la expectación que creó esta leyenda urbana aquellos días en que los jóvenes  a pico y pala iban excavando las tumbas y extrayendo los huesos. Ansiosas e inquietas se acercaban  algunas personas del pueblo donde faenaban estos jóvenes  a ver si aparecía el cuerpo incorrupto de esa supuesta santa. Nada de esto sucedió. Sólo se trataba de "un rumore, rumore"...  Lo que también se percibe en la imagen son los velos que llevan puestos algunas niñas y mozuelas sobre sus cabezas. Y es que por entonces era una obligatoriedad que cubrieran sus cabezas con ellos dentro de la iglesia cuando asistían a un evento religioso que allí se celebrara. Lo que también tenían totalmente prohibido las mujeres era entrar en la iglesia con manga corta. Nada de mostrar su "libidinosa" carne. ¡Qué tiempos tan pacatos, austeros, reprimidos... la verdad! )



 
El avión común. Este era un pájaro  cuya presencia era habitual observarla planear   a diario  por el    espacio aéreo del pueblo . Hoy lamentablemente parece haberse extinguido esta  ave en Mozos de Cea porque apenas se la puede ver. Esta circunstancia hace que  brillen por su ausencia los  nidos de barro en forma de copa cerrada que construían habitualmente  en los alfeizares o alerones de las casas.   Os contaré que inocentemente los niños queríamos cazarlos de una forma ingeniosa, o más bien  imposible. Veréis. Recortábamos un papel de forma redonda, algo así como el típico donuts, con agujero en medio. Cogíamos un pedazo pequeño de teja poníamos el papel sobre   ella y lo lanzábamos hacia arriba con la intención de que en el momento de planear uno de estos pájaros de forma accidental se metieran dentro del papel  y de esta  manera quedasen bloqueadas sus alas. Inocentemente creíamos que al quedar bloqueadas   caería el avión desplomado al suelo. Pero nunca conseguimos que el objetivo se cumpliera. Desde luego que por tejas y papeles lanzados al aire no fue culpa porque en cantidades industriales los arrojábamos .  Por cierto, este método de "ingenuosa caza" no fue idea nuestra, lo aprendimos de   generaciones anteriores. Y ya que hablamos de ingenuidades, creo que son cazas paralelas a ésta la que en tiempos remotos llevaban a cabo algunos mozos en el pueblo. Se trataba de la caza de otro pájaro conocido como  alondra. Su caza transcurría por la noche y os cuento de que iba el tema.   Varios mozos cargados con  escriños,- utensilios de mimbre que se utilizaba antiguamente para depositar  dentro los cereales- , faroles y palos, iban a un determinado lugar dentro del paraje del pueblo donde intuían que estaban ubicados por la noche estos pájaros.  Uno de ellos esperaba con el farol y el escriño y los otros más alejados daban golpes con los palos para que las alondras al oír tanto ruido asustadas y aturdidas acabaran yendo    hacia la luz que irradiaba el farol y cuando éstas se acercaban cazarlas con el escriño.  Pero creo que este método resultó tan fallido como el del papel y la  teja. Lo normal. Pero bueno, divertirse estoy seguro que  lo hicieron en cantidad.

La rana de San Antonio. Imagino que la mayoría de vosotros habréis visto en algún momento a este pequeño anfibio de color verde brillante cuyo canto se asemeja al siseo  de las culebras, de ahí el que algunas veces se les cofunda sus sonidos. Pues bien, allá por los remotos años de mi infancia vivida en toda su plenitud en Mozos de Cea cuando los niños veíamos a esta rana, normalmente en las barreras,  procurábamos no hacerla daño alguno porque teníamos el convencimiento de  que si matábamos una de ellas se nos moría una vaca. Creo que esta superstición también alcanzaba a las golondrinas en el mismo caso de matarlas. Y la verdad estas creencias populares con cierto carácter sagrado las cumplíamos a raja tabla, bien por ingenuidad o por el temor a que se hiciera realidad  tal calamitosa desgracia como era el que se nos muriera un animal tan necesario    como resultaba ser por aquellos lejanos años la vaca por la función  transcendental que ésta desempeñaba  con relación a las faenas agrícolas. A parte también   cada año proveía a su dueño de un ternero, o jato como se le conocía popularmente. Lo normal era que el jato  se le vendiera  cuando ya había alcanzado un peso considerable. Cuando  se trataba de una hembra, obviamente jata,  no se la vendía, sino que se la criaba  con perspectivas de futuro. Cuando ya por vejez o cualquier otro imponderable  alguna una de las dos vacas adultas  no podía cumplir   con su cometido,  la novilla a la que previamente se la había preparado para este menester, era quien  la suplía para encargarse de  esa función agrícola. Esta circunstancia  privaba al dueño de hacer un costoso desembolso económico  en el caso de verse en la necesidad de comprar una nueva vaca en óptimas condiciones para cumplir con su cometido.  Por cierto, cuando el jato, o jata,  ya se habían saciado y dejaban de mamar, se ordeñaba   la leche sobrante de la vaca y una parte de la misma se destinaba a su venta y con la otra  se hacían quesos.  Yo conocí directamente todo el proceso de la elaboración de aquellos quesos porque mi madre los fabricaba en casa. Y ya que he hecho referencias sobre la muerte de una vaca, aprovecho para comentaros que si se daba la  nefasta casualidad de que accidentalmente se moría uno de estos animales de tracción, se llevaba a cabo en el pueblo una especie de acto solidario con el vecino que había sufrido tal desgracia. Una vez que el veterinario había analizado la carne de ese animal muerto debido a un accidente, nunca por enfermedad, y éste indicara que era apta para su consumo, el dueño de la vaca ayudado por varias personas  la descuartizaban y entonces prácticamente todos vecinos del pueblo, normalmente la mujeres,  iban con su plato para que en él depositaran un  trozo de aquella  carne , a cambio   cada mujer  aportaba una cantidad de dinero. No recuerdo exactamente ahora si era voluntaria o convenida. Lo que estaba claro es que la finalidad de recaudar aquel dinero era simplemente para ayudar económicamente a aquel vecino del pueblo que tuvo la desgracia de que se le muriera   su vaca para que pudiera comprar otra con el menor esfuerzo o sacrificio  posible. No tengo la menor duda de que este hecho durante aquellos remotos años resultó ser toda una lección de solidaridad y empatía vecinal.  



 
 
(Por si alguno anda despistado y no sabe o se le ha olvidado como es la rana de San Antonio. Aquí os dejo esta imagen con su presencia para que os refresquéis la memoria)
 
 
 
 
 
El manantial. Otra de las anécdotas que quiero comentaros guarda relación con la forma en que aplacábamos nuestra sed los niños de Mozos de Cea bebiendo el agua que manaba en alguno de las diversas fuentes naturales y saludables que por entonces había en el pueblo. Veréis. Cuando desconfiábamos si pudiera ser potable o no el agua del manantial  acostumbrábamos a escupir dentro de él. Cuando el escupitajo quedaba inmóvil sobre el agua sin poderse extender,  nos indicaba  que ese agua no era saludable, por lo cual nadie se atrevía a beber  En cambio cuando el esputo se expandía y acababa saliendo toda aquella espumosa baba diluida por donde correr el agua hacia el exterior, nos decíamos a corro: "Agua corriente no mata a la gente./ Agua detenida mala bebida". Una vez dicho esta especie de refrán que tanta confianza  otorgaba,  decididos nos predisponíamos a beber. Acostumbrábamos a hacerlo de la forma que  lo hace el perro o cualquier otro animal al uso, "de bruces" con la tripa pegada al suelo, y cuando no de rodillas.   Recuerdo que el manantial que normalmente frecuentábamos para llevar  a cabo este ritual era  "La Pocica", una  fuente natural que había, bueno aún existe, en las afueras del casco urbano de Mozos de Cea. Justo enfrente de la casa de Virgilio Pérez. Pues bien, por entonces aquella fuente estaba muy bien conservada con su  estructura cuadricular de hormigón y un agua limpia y salubre. Los vecinos cercanos a este manantial utilizaban para uso domestico aquel agua y también creo que ocasionalmente servía como abrevadero para el ganado. Os comento que hacia mucho tiempo que no había vuelto a ver esa fuente y este verano pasado se me ocurrió la idea de acercarme a ella para  comprobar en que estado se hallaba en la actualidad.  La verdad que la visión que ofrece hoy en día esta fuente resulta deprimente y lamentable. Ni un atisbo de su antigua estructura queda. Ahora sólo   se puede percibir un hoyo  entre una abundante maleza que está casi cegado por piedras y lodo. También se entrevé un agua sucio y pestilente dentro de ella. En mi opinión es una lástima y una pena el que haya llegado a tal punto de abandono y de deterioro ese manantial tan emblemático como resultó ser en su día la popular "Pocica".   

Es evidente que vivencias y anécdotas relacionadas con el pasado de Mozos de Cea, las cuales como arriba indico  yo viví in situ, existen innumerables de ellas, pero en mi opinión,  las cuatro que aquí dejo escritas de forma detallada  son suficientes con el fin de  no cansar ni aburrir al personal que transita por este blog. Cuando llegue la ocasión, seguro que habrás más.  Estoy seguro que muchos de vosotros lectores, tal como dice el refrán: "A la cama hoy no te irás sin saber una cosa más".

Saludos a todas y a todos.

Rafael