viernes, 1 de mayo de 2020

DÍAS DE ESCUELA (2ª Parte)



De nuevo hacemos acto de presencia en este espacio virtual a fin de retomar el asunto del que escribí en el anterior texto y que como sabéis estaba relacionado con mi etapa escolar  en  Mozos de Cea. Por tanto, lo que a continuación voy a escribir  será su  segunda parte que quedó aplazada y que ya os indiqué publicaría en el próximo párrafo; o sea este que ahora escribo.   Y bien,  quizá en esta ocasión para comenzar con el tema,  sería conveniente hablar, pongamos que lo más resumido posible, de como era el interior de aquella  aula escolar; o en que situación se hallaba. Digamos que por entonces aquella aula me parecía un espacio de    amplias dimensiones; en cambio muchos años después cuando volví a estar en su interior, ese mismo espacio  lo percibí  de reducidas dimensiones. Supongo que será esa forma distinta  de ver y calcular la amplitud real de las cosas, de  como se ven  cuando eres  niño,  a como se las  percibe cuando  eres ya un adulto, aunque sea el mismo espacio. Cosa lógica y natural que se muestre esa diferencia por simple evolución personal. Recuerdo que había dos filas de pupitres. Todos iguales, a excepción de dos de ellos que se hallaban en la fila donde nos situábamos los niños. Su diferencia  era que sus  asientos se podían subir y bajar, cosa que el resto no. Desde luego que eran más cómodos. Estos pupitres eran ocupados por  los alumnos de mayor edad.  Lo que también recuerdo es que en la tapa de  algunos de esos pupitres estaban gravados, con algún  objeto punzante, el nombre de  antiguos alumnos que habían pasado por la escuela.  Como ya os comenté anteriormente en todos ellos había unos agujeros que atravesaban su tapa  y servían para colocar los tinteros. Por cierto, cuando se derribó la escuela, alguno de estos pupitres quedaron guardados en un compartimiento que había en el portal de la iglesia. Cuando se tuvo que reformar el susodicho portal,  eliminaron el espacio donde estaban almacenados. Creo que en la actualidad alguno de esos pupitres se encuentran en el garaje de Jesús María Pacho. Supongo que se encontrarán un tanto deteriorados por el paso del tiempo.   Pero aún así,  me alegra de que se sigan conservando porque son una señal inequívoca que afirman realmente existió el edificio de la escuela en Mozos de Cea. Aparte de los pupitres, en las paredes había colgados los típicos mapas que había por entonces en todas las escuelas; creo que eran tres.  También había un antiguo reloj de pared, que en principio funcionaba y avisaba las horas puntuales con sus típicas campanadas. No se por qué razón un día dejó de funcionar. Parado  permaneció hasta  que salí de la escuela. Desconozco que fue del aquel artilugio.  Un cuadro en cuyo interior estaba  la imagen del dictador Franco y presidía la pared de frente a la entrada. Y junto al mismo, la bandera de España.  Recuerdo que  durante mis primeros años de asistencia escolar,  antes de entrar en clase, delante de  la puerta de la escuela, nos agrupábamos en dos filas, los niños en una y las niñas en la otra,  y cantábamos mano alzada, típico saludo nazi,  aquello de:  "Cara al sol con la camisa nueva...", y todo eso,  mientras un alumno en posición firme portaba la susodicha bandera. Había otros objetos dentro  de aquella vieja aula, como un par de encerados de diferente tamaño. Un mueble, o armario,  con su estantería llena de libros que servían para la lectura colectiva, una caja que contenía un rompecabezas y que nos sirvió para pasar horas y horas completando los mismos mapas de siempre.  Un sillón muy peculiar  de madera donde asentaba sus posaderas la maestra, junto a una mesa amplia y cuyo formato tenía su toque artesanal.   También una estufa de carbón, aunque más bien de leña,  por que era  el único  material  que se empleaba para su encendido. Lo normal era que aparte de dar calor escaso,  se originara un humareda de tres pares de narices. Este hecho suponía el tener que abrir puertas o ventanas, por consiguiente el  poco calor que daba aquella sencilla  estufa, una gran parte  del mismo   se iba para la calle acompañando al humo. Circunstancia que originaba  que allí dentro hiciera un frío de la leche. Por tanto,   durante el crudo invierno, para no acabar congelados,  había que llevarse un rudimentario brasero de casa. Aquel brasero    consistía en una lata de conservas de kilo con su agarradera y   en cuyo interior colocábamos unas cuantas   brasas que agenciábamos de la hornacha de casa.  Encima del  brasero poníamos los pies a fin de mantener  el cuerpo lo mas templado posible. A veces ocurría que al estar tanto tiempo con los pies sobre el brasero, las suelas del calzado se quemaban y solo te percataba de ello cuando alguien decía que olía a quemado. Y risa colectiva al canto, claro está. Pienso que, para no aburriros,  tampoco es cuestión de enumerar todos los cachivaches  que había dentro de la escuela a fin de  ser utilizados como material escolar.  Por tanto, en mi modesta opinión creo  que los objetos  con más enjundia que allí dentro se hallaban, todos quedan nombrados.
 
 
 

 
 ( En esta imagen podéis ver la portada y una pagina de la cartilla escolar que todos los alumnos de Mozos de Cea teníamos a título personal. En ella se anotaban  las valuaciones de cada trimestre,  la calificación obtenida en el examen de final de curso y  también el  comportamiento en la  clase de cada  alumno. La cartilla de la imagen es original. Perteneció a un alumno de Mozos de Cea, cuyo último año de su asistencia escolar fue en 1965. Esto es  lo que consta en la cartilla.)  
 
Como he hecho alusión a la leña que empleaba para el encendido de la estufa, comentaros que todos los años al vecino que le correspondía por mandato de la junta vecinal,  traía un carro de leña para el   consumo de la escuela.  Aquella leña de roble éramos  los niños  quienes nos encargábamos de cortarla con el oncejo que cada uno llevábamos de nuestra casa  y  almacenarla dentro del edificio de la escuela .Normalmente esta tarea la realizábamos por la tarde, con lo cual por unas horas nos librábamos de las clases lectivas.  Una tarea colectiva que resultaba bastante amena, por cierto. Aparte de cortar la leña, aprovechábamos también para elaborar los populares "picojos". Una especie de zancos, pero muy rudimentarios por que estaban  elaborados exclusivamente   a base de cortes y arreglos con el oncejo. Cuando finalizábamos  la tarea del corte de leña y su almacenamiento, comenzábamos nuestros particular divertimento   con los zancos.  Recuerdo que la leña se almacenaba dentro de un cuchitril de reducidísimas dimensiones que había dentro del edificio escolar.   Tenía una ventana minúscula y por tanto siempre estaba medio a oscuras. Tampoco importaba que no hubiera mucha claridad allí dentro porque  sólo se almacenaba la leña y algún que   trasto escolar deteriorado, o en desuso.  Creo que ya os comenté en otra ocasión, que durante los primeros años de la posguerra, este cuchitril fue ocupado por la Falange para   convertido en su "sede oficial". No era para menos, cuando por entonces vivía en el pueblo uno de los jefes falangistas de la comarca.    Y por cierto,  si nosotros los niños éramos quienes nos encargábamos de la tarea citada, las niñas también tenían en exclusividad otra tarea como era el barrer la escuela. Todos los viernes a la tarde dos niñas se encargaban de este cometido. Normalmente para esta tarea empleaban  unas  escobas de fabricación caseras y que se conocían popularmente como "escobas de heno" porque estaban elaboradas con este tipo de hierba gramínea. Por entonces en todas las casas era una costumbre utilizar la susodicha escoba.



 
( En la imagen aparece la portada del cuestionario, o examen, que en junio de  1966 tuve que realizar para pasar a cuarto curso. Constaba de varias pruebas de diferentes asignaturas este examen que  todos  los alumnos de tercer grado hicimos aquel año. En la página  final del cuestionario, quedaba constatada la puntuación final obtenida y calificación escolar. En esta hoja donde consta mi calificación personal, por cierto notable, aparece la firma de la maestra que aquel año nos puso el examen. Se trata de Micaela  Martínez, que era, o sigue siendo porque no ha fallecido, de Santa María del Río )

Por aquellos remotos años otra función que llevaban a cabo en la escuela  también en exclusividad las niñas era la de elaborar, o cocinar, la leche en polvo para todos los niños que asistíamos a clase. Aquella leche en polvo formaba parte del   "Plan ASA" (Ayuda social americana).  Los estadounidenses entre los años 1953-1965, aproximadamente,  enviaron  a España como ayuda alimenticia:   leche en polvo, mantequilla y queso. La leche en polvo  es la que solíamos tomar cada   mañana a hora del recreo y también por la tarde a la salida de clase. Cada día era dos niñas quienes se  encargaban de prepararla. Lo hacían dentro de la cocina que había en el edificio de la escuela y que disponía de un fogón de carbón,   o "cocina económica" como popularmente se conocía en el pueblo a ese tipo de cocina. Obviamente se utilizaba leña para su encendido porque el carbón brillaba por su ausencia. Parte de esa  leña que cortábamos los niños y que arriba comenté, se utilizaba para este cometido. Y bien,  ese par de niñas haciendo sus pinitos de cocineras como mejor sabían,  preparaban la ración de leche necesaria para toda la clase. Su elaboración la llevaban a cabo dentro de las   típicas ollas grandes  de porcelana de color granate y  que por entonces se utilizaban a menudo dentro de la mayoría de los hogares del pueblo. Hoy prácticamente su uso ha desaparecido. Algunas veces si no la removían lo suficiente la leche se formaban los típico brumos y esto  indicaba que no se había elaborado correctamente. Había quienes  para incordiarlas en plan malicioso, se lo echaban en cara.  Pero el caso es  que con grumos o sin ellos,   de mañana y tarde nos bebíamos aquella leche templada y que aderezábamos con la azúcar que llevábamos de casa, o cuando se podía, también  con   el cacao de elaboración casera.  Además,  era muy habitual el llevarse las sobras de la tarde para casa y bebérnoslas  a la hora de cenar.  Con lo cual, toda esa abundante  leche tomada nos proporcionaba el  aporte nutritivo y calórico que necesitábamos los escolares.    





( La imagen de arriba muestra dos hojas, o páginas, de uno de los cuadernos que utilicé en las clases escolares durante el curso 1969-1970. Curso que    fue impartido por la maestra Honorina López. Normalmente los alumnos  utilizábamos un par de cuadernos de este tipo para todo el curso.) 


Bueno, a mi juicio, creo que todo cuanto puede tener de relevante, o sustancial, en relación  con   mi época escolar ha quedado expuesto en estos dos párrafos que he escrito y obviamente publicado. Porque tampoco es cuestión de seguir  rebuscando entre la memoria más detalles  que estén vinculados a este  mismo  tema. Seguro que excudriñándola a conciencia aparecerían más momentos y situaciones afines a lo narrado.  Pero claro está, puede que de tanto "estirar el chicle"  se corra  el riesgo de que el texto  se haga excesivo ,  y tal como dije la otra vez, acabe por aparecer el tedio y aburrir a María Santísima y algún familiar de la misma. Por tanto, daremos por finalizado este asunto que habla, o más bien habló, de manera nostálgica, y no menos emotiva,   sobre el derruido edificio de  la escuela del pueblo:   "Escuela mixta San Benito de Mozos de Cea"; por si a alguno había olvidado, o no tenía la menor idea de que este fue el nombre oficial del centro escolar de Mozos de Cea,  a donde   yo  también fui a EGB, esa época que marcó a varias  generaciones de españoles.






( Supongo que habrá quien no se crea que la cartera que aparece bastante deteriorada en la imagen es la que utilicé  durante los curos de 1969-1970 y 1970-1971 en la escuela de Mozos de Cea. Pues créanselo porque es realmente cierto que es la que utilicé personalmente durante los cursos, o años, que indico para llevar mis bártulos escolares a clase. Por entonces, a la cartera escolar los niños acostumbrábamos a nombrarla como "El maleto")



Y sigo empeñado en desearos que intentéis ser felices a pesar de que, por causa de este "monstruo invisible",  pero letal, de Covid-19,  aún continuemos viviendo, o más bien sufriendo,   una situación difícil y complica, no exenta de miedo generalizado. Pero por suerte, y en beneficio de nuestra salud y vida,  parece que progresivamente la pesadilla tiende a ir desapareciendo. Ya se ve una perceptible luz al final del túnel y hacia su esperanzador resplandor nos encaminamos. Mañana al fin  nos darán la posibilidad de tomarnos un pequeño y controlado "respiro de libertad" fuera de nuestros hogares. Es hora de que entre todos, y de forma gradual,  empecemos  a poner   en marcha la normalidad con  su santa y tediosa rutina. Pero seguro que tendremos que seguir con la paciencia, el coraje, la actitud de resistir y la parte de responsabilidad que atañe a cada uno,  como hasta ahora para hacerlo posible. Conquistar la normalidad, será un camino duro y complicado para todos los que hemos sobrevivido a esta pesadilla. Y en eso estamos.

Saludos a toda y a todos.  

Rafael