jueves, 2 de noviembre de 2017

NOVIEMBRE

 
 
Regresamos a este espacio. Con más de lo mismo; o sea, otra breve dosis de recuerdo para consumo de los nostálgicos. Por que yo creo que nostálgicos, como las meigas, "habelos,  hailos". ¿No os parece?
 
Pongámonos en marcha. Es evidente que  ha comenzado el mes de noviembre el cual está vinculado estrechamente con los muertos . Un   claro ejemplo de ello es que  hoy día 2 de noviembre se celebra el "Día de los difuntos". Tanto ayer como hoy a lo largo y ancho del país, y allende nuestras fronteras,  el trajín  de entrar y salir de  los cementerios  está siendo una constante. Como es lógico en el  pequeño y solitario cementerio de Mozos de Cea ubicado en el término  de la "Era el alto",  también habrá  habido su particular ajetreo de entradas y salidas: sin duda,  otra cita anual  de rezos por los fieles difuntos  y de flores  depositadas sobre los nichos y tumbas  con el fin de recordar y conmemorar a los seres queridos  de nuestro pueblo que físicamente dejaron su vida terrenal.   

Cementerio vecinal de Mozos de Cea.





( En estas dos imágenes podréis observar el exterior y parte del interior del cementerio vecinal de Mozos de Cea. Su construcción data del año 1955 cuando era presidente de la Junta vecinal de Mozos de Cea, Epifanio Cuesta Rodríguez. Su reforma y ampliación finalizó en el año 2003. Por esta fecha el cargo de presidente de la Junta vecinal correspondió a  Jesús María Pacho Pacho. Como dato anecdótico comentaros que la primera persona que enterraron en este cementerio fue la señora Gregoria Gago, es de suponer que  en el año de su construcción)

Con referencia a  este mortuorio asunto del que os hablo,  voy a comentaros   una tradición litúrgica que durante mi lejana niñez  todos los años  se llevaba a cabo en Mozos de Cea por estas fechas.  Aunque ahora que lo recuerdo, lo que a continuación voy a comentaros creo que ya lo  escribí con anterioridad tiempo atrás.  Seguro que disperso  por algún archivo o entrada  se hallará publicado. Pero bueno, tampoco vendrá mal volver a recordarlo. Os comento. Por aquellos remotos años  durante los días 1 y 2 de noviembre era costumbre que las mujeres del pueblo como ofrenda para honrar a los difuntos y a los santos,  llevaran a la iglesia una hogaza de pan, normalmente  amasadas por ellas mismas  en sus particulares hornos, o  también un escriño lleno de trigo. Quienes no disponían de este recipiente fabricado con paja, acostumbraban a llevar una lata grande donde en su  día se conservó el escabeche,   llena con el mismo cereal claro está.   A  la hogaza  solían acoplarla en el centro una vela y  sobre el trigo que había en el interior de  los  recipientes introducían otro cirio. Todas ellas permanecían encendidas hasta la finalización del acto religioso   que se celebraba para la ocasión.  Una vez apagadas las velas,   el sacerdote que oficiaba aquel acto religioso, Bernardo Pérez Gil, (¿y quién iba a ser si no?) se dirigía hasta  donde se hallaban  situadas todas  aquellas mujeres arrodilladas, la mayoría de ellas en su particular reclinatorio y  con sus ofrendas al lado,   y a cada un de ellas les  iba rezando un responso  en latín.  Al acabar  aquellos monótonos e idénticos  rezos, cuyo soniquete  parecía un cansino mantra por el  repetitivo final del  "Domine Deus noster. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen",    los monaguillos éramos quienes nos  encargábamos  de recoger  el trigo y las hogazas y almacenarlo todo ello  en el trastero de la iglesia. Luego,  el cereal se lo llevaba a  su  panera el sacerdote para alimentar a los conejos y gallinas  que tenía  en su corral.  Con alguna de las  hogazas lo normal era que se  quedara  para su particular consumo; en cambio  el resto acostumbraba a cortarlas en pequeños  trozos. Un día o dos después de la festividad de los difuntos,   todos los niños del pueblo una vez  que terminaba la misa matinal, íbamos la mar de contentos   a su casa  para que nos diera a cada uno de nosotros  un trozo de aquel pan que con gran apetito nos comíamos. Esto se conocía popularmente como "ir  a casa del cura  a por el  picacho".  




  
(En esta imagen se puede apreciar en primer lugar el escriño del que  os hablo y que es semejante a los que por entonces se utilizaban en Mozos de Cea para la ofrenda que arriba cito. En segundo lugar aparece una hogaza que es idéntica a las que amasaban por aquel tiempo en los rudimentarios hornos del pueblo. Por tanto, esta misma hogaza sin problema alguno hubiera servido  para proporcionarnos el recordado picacho.)

 Otra de las costumbres que por entonces se llevaba a la práctica  durante el mes de noviembre era el "Tocar a las ánimas".  El objetivo  de aquel toque era la  de rogar por las almas del purgatorio según los preceptos de la religión cristiana .  Este toque de campana siempre se practicaba  por la noche.  A pesar de que han transcurrido más de cincuenta años desde la última vez que escuché este singular tañido, aún tengo retenido en mi memoria aquel   sonido de las campanas  tocando a las ánimas.   Recuerdo aquellos momentos    en torno  familiar  porque estábamos  todos recogidos en nuestra rudimentaria cocina  al calor de la lumbre que ardía detrás  de la "hornacha" durante aquellas fría noches de noviembre. Con frecuencia los allí presentes daban su opinión  acerca de    si tocaba con destreza o no   el   campanero de turno.  La verdad es que   aquel toque de campana  al practicarse de noche y  con aquella misión    tan   esotérica  que tenía, resultaba un tanto  estremecedor.  Yo se  de una persona que le producía auténtico pavor oírlo. Si por casualidad se encontraba en la calle en el momento de sonar la primera campanada, se iba disparado   para su casa. Me temo que ésta será otra tradición más que ya ha pasado a  formar  parte del pasado. ¿ Acaso queda alguien  en el pueblo dispuesto a retomar esa costumbre? A pesar de que habrá más de una persona que no tendría problema alguno en ponerla nuevamente  en práctica por conocer perfectamente como se toca,  estoy plenamente convencido de que ya nunca más se oirá en Mozos de Cea durante las frías  noches de Noviembre ese misterioso y fúnebre tañido de las campanas tocando a ánimas.

 


(Aquí os dejo esta imagen donde podéis ver las actuales campanas de la torre de Mozos de Cea. Las mismas que en el pasado durante el mes de noviembre al anochecer  tocaron a ánimas.)


Aprovecharé la coyuntura para daros alguna información acerca de estas campanas. Os comento.    En cada una de ellas   hay una inscripción  grabada para indicarnos el nombre que corresponde a la campana y   el año de su construcción. También en esa inscripción aparecen los nombres del alcalde pedáneo y  del sacerdote de la parroquia que ostentaban sus cargos en el año que fueron colocadas  en la torre, que obviamente corresponde al año de su fabricación. Sobre la campana de la izquierda que se muestra en esta imagen y  que es  la de mayor tamaño, aunque no se aprecie con mucha claridad, su nombre corresponde   al   de "Sagrado Corazón de Jesús".  El año que consta de su construcción es  1960.  El nombre que aparece como  alcalde pedáneo es el de  Don Epifáneo Cuesta Rodríguez y  del párroco Don Bernardo Pérez Gil. Sobre la campana que está a la derecha de la imagen aparecen los mismos datos inscritos  que en la anterior, aunque con una salvedad ya que  el nombre de esta campana es el de "Corazón de María". Curiosamente sus nombres son los mismos que las dos antiguas cofradías religiosas que hay, o más bien  hubo, en su día en Mozos de Cea porque dudo si aún seguirán vigentes. Es de suponer que ambos nombres fueron puestos en honor a ambas  cofradías. Por otra parte, lo que se puede  apreciar con escasa visibilidad  es el badajo de  la campana izquierda del que  cuelga un trozo de cadena. La punta del final de la misma    llega hasta donde se encuentra el recinto de la iglesia conocido como "El bautisterio".  Desde ese lugar, se tira    con fuerza de esta misma cadena- por experiencia propia lo se- para  dar las  campanadas que llamen a los files para que acudan  al correspondiente acto religioso a celebrar en la iglesia. Quiero comentaros también que las antiguas campanas que hubo en la torre, supongo que serían  las primeras, debido a  su antigüedad y funcionamiento acabaron deteriorándose.  Esta circunstancia  hizo que tuvieran que ser remplazadas por otras nuevas.   Las deterioradas campanas fueron   llevadas a una fundición de Saldaña y de este modo se consiguió   el suficiente  bronce y otros metales  necesarios para  fabricar en esta misma localidad palentina las actuales campanas que hoy tan "señoriales" se las puede observar  asentadas en  sus correspondientes troneras en la torre de Mozos de Cea, aunque lamentablemente estén más silenciosas que en épocas pasadas.  

Y colorín colorado este texto se ha acabado. A pesar de que haya muchas referencias mortuorias escritas en él,  aún así, espero que os haya resultado grata experiencia su lectura.

Largos días y plácidas noches a todas y a todos.

Rafael

 

Prueba

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