jueves, 1 de marzo de 2018

NOVIAZGOS


 Con  las mismas intenciones de siempre vuelvo  a este sitio  con mi rutina habitual.  Una vez dicho este  comentario que sirve de introducción al nuevo párrafo, vayamos al asunto que no es otro que hablar de ciertas costumbres que en un pasado muy lejano se llevaban a la práctica en Mozos de Cea.  Costumbres que  lamentablemente ya han desaparecido por no darse  las circunstancias propicias para seguir manteniéndolas   en activo.  El tema del que voy a hablaros en esta ocasión está relacionado con las bodas y noviazgos. Como viene siendo habitual  tiro de memoria para escribir sobre cualquier asunto, por tanto  no es de extrañar que   algunas veces me equivoque. Espero que lo menos posible en esta ocasión.  Algunas de las  cosas que cuento aquí las he vivido yo  in situ; otras en cambio ha sido posible el narrarlas    merced a la  información que he recogido a través de   las personas mayores del pueblo por haberlas  vivido ellos personalmente.  Por esta razón  considero que  son fuentes de información muy fidedignas. Empecemos.
 
Cuando se celebraba una boda en el pueblo, cosa que allá por los años de la polca se hacia con  frecuencia debido a que  había muchos jóvenes de ambos sexos residiendo de forma permanente en Mozos de Cea, el padrino y la madrina tenían sus obligaciones. El padrino debía encargarse de  dar una cantidad de dinero a todos los mozos de pueblo. La madrina en cambio a todas las mozas  tenía que darlas   el capillo.  Para quien no sepa de que va esto  del capillo,  les diré que era algo así    como una especie de cucurucho lleno de almendras. En referencia  al dinero que les entregaba el padrino a  los mozos voy a comentaros algo anecdótico. Por aquellos años que se practicaba la mencionada tradición, había en el pueblo dos bandos de mozos  distanciados. A un bando le llamaban "Los moranes".  Llevaban este nombre, o mote, porque en este grupo predominaban los mozos con el apellido Morán. En el otro bando más minoritario  se agrupaban el resto de mozos.  El dinero entregado por el padrino se lo repartía la mitad cada grupo.  Siempre había polémica y discusiones a la hora de repartirlo   porque los moranes exigían más cantidad de dinero por ser el grupo mayor. Lo normal era que sus exigencias siempre quedaran en nada. Cada grupo gastaba el dinero recibido en la cantina que frecuentaban asiduamente: los moranes en la de Abundio Bueno Fernández; el otro grupo en cambio lo hacía en la de "Cayo Telares".

En el supuesto de llegar a celebrarse en la actualidad  una boda en el pueblo, circunstancia    improbable por razones obvias,   en nada se parecería a aquellas celebradas  en tiempos remotos.  No tengo la menor duda de que  hoy en día  en la celebración de un evento de este tipo en el pueblo   predominaría toda esa ostentación que  es habitual  mostrar actualmente en las bodas  y que viene obligado  por seguir el guión que la sociedad de consumo impone y también por las apariencias, no nos  engañemos. Que distinto a  entonces por que  los enlaces matrimoniales  se hacían dentro de  la más estricta  humildad. Carentes de cualquier exceso.  Está claro   que  por entonces el guión lo imponía las penurias que se vivían, o en su defecto, se sufrían.  Por esta razón  el banquete de bodas lo   normal era que se hiciera  en  casa  de la novia.  Las viandas para el convite  la mayoría de ellas procedían de los  productos  de cultivo propio y de   animales mejor cebados   que se criaban en el hogar de las familias de los contrayentes.  Lo mismo ocurría con la repostería ya  que  ésta resultaba ser de  elaboración casera. Por supuesto que el vino a consumir  también era de aquel  que se elaboraba artesanalmente en las lagares del pueblo.   También corría durante el banquete el orujo del Truébano, así como algún que otro licor de los que se vendía por entonces a granel.   Lo que  no  faltaba  nunca era la tradicional canción que   le cantaba  a la novia  alguno de los presentes en el convite.    Otra costumbre que había por entonces era   que  parte de los invitados volvían al día siguiente a la misma casa para comerse las sobras del día anterior. Este hecho se conocía como  "retornabodas". Los recién desposados lo normal era que no disfrutaran de   luna de miel, ni nada por el estilo. Es más, si la boda se celebraba en verano,  época de recolectar la cosecha, al día siguiente  no les quedaba más remedio que   ir  a faenar al  campo. Supongo que con el "regusto"  de su primer noche de bodas (¿o no?) Por cierto, también era una costumbre que el día de la boda al atardecer   se organizara un gran bailoteo en plena calle y siempre   delante de la puerta de la casa de la novia. Duraba el bailoteo hasta bien entrada la noche y a él solían acudir también algunos mozos y mozas de los pueblos limítrofes.



 
 
Otra de las tradiciones  que se practicaba por aquella época con relación al  tema del que  hablo, era  cuando un joven de otro pueblo, pongamos por ejemplo de Velilla de Valderaduey,  quería ennoviarse con alguna de las mozuelas de Mozos de Cea,  el cortejador tenía la obligación de pagar la cuartilla si no quería tener serios problemas con los mozos del pueblo. Máxime cuando les molestaba hasta la ofensa el que un mozo forastero viniera a  cortejar o bailar  con  las mozas de su pueblo. Con referencia a este asunto voy a comentaros que por aquellos remotos años  los mozos de nuestro pueblo y los de Valdavida se llevaban a matar.  Y para agravar más la situación, debido a que el popular "Cayo Telares" se había ennoviado con una mozuela de Valdavida (la que  luego sería  su esposa),  los mozos de nuestro pueblo  aprovechaban la coyuntura para   entrar por la cara al salón de baile del pueblo mencionado. Sin duda, una fanfarronada que  encorajinaba a los mozos de Valdavida. Este hecho    provocaba a menudo enfrentamientos verbales entre ambos pueblos  hasta que al  final   se desafiaron para darse de ostias  en Velilla de Valderaduey el día de San Martín.  Parece ser que  los mozos de Valdavida no se presentaron, por tanto se evitó  una lamentable gresca colectiva. Siguiendo el  hilo de este asunto, quiero comentaros otra de las obligaciones que tenía que cumplir el novio. Se trataba de obsequiar  con un cigarrillo a cada mozo del pueblo  una vez que se  había leído la primera velación  que anunciaba su próximo enlace matrimonial. Al parecer hubo por entonces  un novio que se puso en plan chulesco y en principio se negó   cumplir con la obligación tradicional  de entregar el cigarrillo y el dinero.  Os cuento.  La persona  a la que me refiero ya ha  fallecido por tanto omitiré su nombre. Lo único que os puedo decir es  que era  natural de Santa María del Río  y que  contrajo matrimonio con una mozuela del pueblo, fallecida también.  Pues bien,   según me comentaron este casamiento se llevó a cabo en Sahagún  para que nadie se enterase del día  del casorio.  Pero ya se sabe que  al final por activa o por pasiva   de todos uno acaba enterándose. Y es lo que ocurrió. Por tanto,  cuando los recién casados venían hacia el pueblo montados en   un carro  por el antiguo camino de Villacerán, actualmente  conocido como  camino vecinal,  los mozos del pueblo con cencerro en mano  salieron a su encuentro con la intención de darles la cencerrada para  que cumpliera con la tradición. Y esto es lo que hicieron durante el  recorrido: agitar estruendosamente los cencerros   hasta que los recién casados llegaron a su casa.  Pero el novio ni se inmutó con el aquel ensordecedor ruido.    Seguía  en su negativa. Como los mozos tampoco estaban dispuesto a ceder,    un día tras otro  cencerrada delante de su puerta con las mismos requerimientos. Un familiar del afectado  no  le quedó más remedio  que denunciar este molesto episodio  en el cuartel de la Guardia Civil de Cea.   Cuando  en cuartel le preguntaron  al denunciante  a que se debía toda esa escandalera, al  comentarles lo sucedido, la Guardia Civil le dijo si la tradición así lo ordenaba, debe cumplirse. No hay más que hablar.  Al final desconozco si la cumplió o no el afectado. Supongo que lo haría para poner fin a aquel molesto alboroto delante de su casa.  

Todo cuanto conocía sobre las tradiciones relacionados con el noviazgo y el casorio, aquí se queda publicado. Al menos mientras continúen en este espacio escritas permanecerán  al margen del olvido que es  sin duda  donde suele acabar la mayoría de veces todo cuanto está vinculado a  las tradiciones populares.   Cuando no se tiene el más mínimo interés de  hacerlas   un sitio en la memoria, por mucho que pasen a formar parte de acervo popular,  el olvido acabará por borrarlo todo.  



Largos días y plácidas noches a todas y a todos

Rafael

 
 
 

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