domingo, 8 de abril de 2018

PREGONEROS


Aquí estamos de nuevo  haciendo acto de presencia   con el propósito de continuar sumando    más momentos de memoria a este espacio. Esto obviamente significa retrotraerse  al pasado  con el fin de  rememorar  antiguas  costumbres,  como por ejemplo aquella en que los niños  de Mozos de Cea, cuando venían a vender  al pueblo los pescaderos y carniceros, nos encargábamos de pregonar la  mercancía que traían por las calles del pueblo. Aquellos vendedores  solían tener  una única  parada, la cual    estaba situada  en la denominada  "Plaza del pueblo. Para quien desconoce la ubicación de la susodicha plaza decirles que está  justo  enfrente del consultorio médico, aunque por aquellos remotos años era el edificio derruido de la antigua escuela quien allí se encontraba situado.   Generalmente aquellos  pescadores y carniceros,   venían con su Citroën, conocido popularmente también como "Dos caballos,  o   "Cirila".   Como aún no tenían instalado un equipo de megafonía  en sus coches,  para anunciar el género que traían teníamos que ser los niños quienes nos encargábamos de ese cometido.  Recuerdo que casi sin darle tiempo a que  parase    el coche el vendedor de turno  ya    estábamos todos  arremolinados  ansiosos e impacientes  delante de la ventanilla   y con gran barullo le pedíamos  que nos eligiera para ir a pregonar porque esto suponía ganarnos unas pesetillas, o un duro si alguno de estos vendedores era muy espléndido.  Normalmente íbamos en pareja pregonando por las calles del pueblo el género que vendía con este soniquete: ¡Se vende pescado en la plaza!. ( o carne ) ! Y así una y otra vez gritando la misma cantinela durante todo el recorrido.  Algunas mujeres al oírnos solían salir a la puerta para preguntarnos que pescado traía.  La respuesta era decirlas  el nombre del mismo pescado que antes de comenzar a pregonar nos  había indicado  que traía el pescadero. Una cosa que conocíamos    de sobra era quien de aquellos  pescaderos pagaba más  por pregonar.   Por  esta razón sabíamos a cual de ellos    había que   ponerle   más  empeño e insistencia  para que nos eligiera   como pregoneros. Uno de aquellos buenos pagadores era un señor de Santa María del Río  al que le apodaban "El perrillos de Santamar", que por cierto,  venía con una moto y sobre él dentro de una caja de madera traía la pesca.  Si  se daba la casualidad de que estos vendedores llegaban al pueblo y los niños nos encontrábamos dentro de la escuela recibiendo las correspondientes clases lectivas, no les quedaba más remedio que llamar  a la puerta de la escuela y  pedir a la maestra que le hiciera el favor de dejarle  dos niños para ir a pregonar. La maestra normalmente correspondía el favor y los niños   seguíamos un orden de turno para este cometido con el fin de que todos tuviéramos la misma oportunidad de ganarnos las pesetillas correspondientes. 
 
 Por aquellos años de la polca, además del pescadero arriba mencionado,  venían a vender al pueblo otros del mismo gremio. Uno de aquellos era natural Villazanzo de Valderaduey y de  nombre Ángel. Se le conocía popularmente como "El hijo del tuerto de Villazanzo". El pescado lo  traía  en una vieja furgoneta DKW de color  verde. Más o menos por aquellos años  también veía otro pescadero a vender al pueblo   al que familiarmente se le llamaba Gilio.  Trasportaba el género en una    "Cirila´" y su manera de ser era muy   dicharachera.  Recuerdo que  cuando instaló el  equipo de megafonía en su coche  más que utilizarlo  para anunciar el pescado que traía,  lo empleaba para cantar canciones, mayormente  de Manolo Escobar.  Por esta forma  de ser tan juerguista adquirió el popular mote de " El Cantamañanas". Las últimas noticias que conozco sobre ésta persona es que la  patológica  adicción que tenía al juego de las cartas fue su perdición.   Siguiendo con  este asunto,   por aquellos remotos años  era una costumbre el que las mujeres del pueblo cuando iban  a comprar pescado fueran con  el típico plato de porcelana  para llevarse  dentro del recipiente su compra. Como por entonces no había básculas digitalizadas, ni nada por el estilo,  los pescadores pesaban la compra con las  antiguas  romanas. Muchas mujeres  no se fiaban del pesaje y por eso era normal que   sospechasen que algunos gramos  les "tangaba" el vendedor de turno a la hora de  pesar con aquel artilugio.   

 


(Aquí podéis ver en esta imagen el coche Cirila del que hablo arriba y a su derecha aparece una de aquellas  romanas   utilizaban para pesar los antiguos vendedores que iban a Mozos de Cea)

 
Respecto a los carniceros que venían  a vender al  pueblo  por  aquella época,  uno de ellos era natural de Las Grañeras.  Se  llamaba Gaudencio y también era de los que conducía una Cirila para transportar su mercancía, en este caso  cárnica.   Contaré algo anecdótico al respecto. Hubo una temporada por entonces que a varias personas del pueblo les dio por consumir las típicas manos de cerdo, o patos de cerdo como popularmente se les conoce por el lugar.  Como este señor no traía los suficientes para abastecer a todos los consumidores, alguna  de estas personas en ocasiones impacientes salían a  esperarle   mucho antes de que   entrara con su Cirila al pueblo para  no quedarse sin las ansiadas piezas del cerdo. ¡Anda que no generó polémica y conflictos  los patos de marras  entre los  habituales consumidores! Por cierto, como el  tal Gaudencio    también era  de los que   hacían  la única  parada en la plaza del pueblo,  necesitaba a los tradicionales pregoneros para que anunciaran su mercancía. Otros de los carniceros que venían al pueblo a vender era Natalio: natural de Villazanzo de Valderaduey y  tenía cierta cojera. Era de lo más rudimentario porque  venía con un caballo negro a vender. El jamelgo sobre su lomo     transportaba la carne que iba dentro de unos serones de mimbre. Recuerdo que reiteradamente  expresaba la misma frase y soniquete como despedida cada  vez que terminaba de vender la carne  a  una vecina y se encaminaba hacia  la puerta de  otra  con el mismo propósito. Esta era la frase con la que se despedía: ¡Vamos con la música a otra parte!  Creo que falleció ya hace unos cuantos años, pero tengo entendido que a una edad muy longeva. Y eso que el recuerdo que  de él tengo por aquella época es el de una persona que vestía  chaleco y pantalón de pana negro y del mismo color  era su boina. Vestimenta que era  de uso habitual entre las personas mayores.   








(En esta imagen aparece un burro que lleva sobre su lomo un serón de mimbre. Idéntico al de la imagen  era aquel  serón que  llevaba sobre su lomos el caballo de Natalio)




 ¿Sabéis que aproximadamente a  mediados de la década de los sesenta y comienzos de los setenta, de siglo pasado claro está, Laudelino Villafañe (Laude para los amigos y conocidos) también anduvo vendiendo carne en Mozos de Cea?  Efectivamente es el Laude que sobradamente conocemos la mayoría y que es natural de Villamartín de Don Sancho. Todo un "pipiolo" era por entonces cuando venía al pueblo con su Cirila a ejercer su profesión de carnicero.   Normalmente era carne de oveja o cordero la que vendía. A pesar de que fue una ocupación  temporal que dejó hace ya un montón de años,  continua aún teniendo la habilidad y el saber que requiere este oficio porque cuando las circunstancias lo requieren así lo demuestra.  Ya lo dice el refrán: quien tuvo, retuvo. Por cierto, como con la bocina de su Cirila se bastaba para avisar a las vecinas de su  presencia en el pueblo, no necesitaba a los tradicionales pregonaros para anunciar la venta de su carne.  Estaba claro que  el equipo de megafonía y las estridentes bocinas de los automóviles, acabarían "matando" a los pregoneros. Sin duda fue una muerte anunciada. 

 Hasta aquí este, pongamos viaje, a través de la memoria y que ha servido para hablaros acerca de las costumbres y anécdotas  asociadas a los  antiguos pescadores y carniceros que iban a vender a Mozos de Cea. En la actualidad, por suerte, aún lo siguen haciendo,  pero en mi opinión  bastante diferente a la manera en que se  realizaba por entonces esta venta ambulante.  En principio el medio de transporte de los vendedores está  mejor  acondicionado que antes  para  conservar en perfectas  condiciones el género que comercializan   y por supuesto  que el pesaje está digitalizado, con lo cual se evita seguir con las antiguas  sospechas de que te vayan a tangar unos cuantos gramos en el peso con las anticuadas romanas.



Largos días y plácidas noches para todas y todos

Rafael.

 
prueba

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