miércoles, 17 de octubre de 2018

INVITADO

 
De nuevo retomamos el capítulo de invitados . En esta ocasión traigo a este espacio un emotivo y nostálgico texto cuyo autor del mismo es, Irineo Conde Morán, y en él nos deja plasmados los recuerdos de sus andanzas y vivencias escolares. En definitiva, sus personales experiencias de niño vividas durante su  remota etapa escolar en Mozos de Cea. Que según mis cálculos, o deducciones, tomado como referencia  los años que en la actualidad tiene el susodicho  autor,  estos recuerdos escolares aproximadamente datan  de mediados de la década de los cuarenta y principios de la década de los cincuenta; estoy hablando del siglo pasado claro está. Sin más dilación os dejo el  texto del que os hablo.
 
 
 
 
(Me ha parecido oportuno como introducción al texto, ya que guarda relación con el mismo, por la  antigüedad de ambos,  es ilustrar su entrada con la publicación de esta fotografía donde aparecen posando en ella un grupo escolar de niños y niñas de Mozos de Cea con su maestra. El autor del texto no aparece en ella. Es lógico porque aún no había nacido.  Es muy probable, y con un elevando tanto por ciento de seguridad, esta fotografía puede estar tomada de entre los años 1932 a 1935. En la actualidad, de todos los que aparecen en esta imagen, que yo sepa, sólo viven cuatro personas, todas mujeres,  y  sobrepasan la edad de 90 años. Una de ellas, Eustaquia Conde Taranilla,  acaba de cumplir 97 años el mes pasado. )
 
 
 
LA ESCUELA DE MI PUEBLO

Aureliano, si no me equivoco, era el maestro del pueblo. Tenía fama de muy duro y de utilizar el castigo  físico de forma regular. Se contaban historias muy feas. La realidad y de utilizar el castigo físico de forma regular. La realidad es que yo nunca vi ninguna escena de castigo físico. Los mayores de la escuela se llevaban muy bien con él y corrían al frontón, cada recreo, para jugar pelota en su compañía También era cierto que los jóvenes del pueblo recibían clases en las noches en forma gratuita, claro está.
 
Aureliano me enseñó a leer y a escribir. Eso es mucho decir y de no olvidar. Pero mi primer día de escuela fue angustioso por decir lo menos. El salón tenía una sola puerta en la parte de atrás. Por dentro, el carpintero le puso dos listones cruzados que, para mí, significaron, en los primeros momentos, que estaba preso, encerrado, trancado…. Lloré mucho, lo recuerdo bien. Pero sólo el primer día. Porque ir a la escuela era el ritual por el que pasabas a pertenecer al grupo de chiguitos del pueblo. A partir de ese día, las tardes ya eran más libres para hacer de todo.
 
Un día a la   semana, no recuerdo cuál, con brazo levantado y mirando a la bandera, cantábamos una canción que me gustaba: “¡Salve, bandera de mi patria, salve”! También aprendíamos aquella otra que decía “Cara al sol con la camisa nueva….” Eran los tiempos.
 
Aureliano se fue. Y en un par de años pasaron por la escuela un buen número de maestras jóvenes y guapas. Las queríamos mucho porque ellas también se hacían querer. Las esperábamos en el camino a Villeza cuando llegaban en el coche de línea.  En general se portaron muy bien y creo ponían en práctica la pedagogía recién aprendida en la Normal. Hubo una de ellas, que dibuja y pintaba maravillosamente. Recuerdo las láminas de cada  domingo que nos traía el taco, con las que llenaba el pizarrón grande. La reemplazó un mozo del pueblo que paraba en Madrid, creo. Me refiero a Isaac Pacho. Su estilo de enseñanza nos sorprendió a todos. Hablaba de puntos ganados, de premios a los que más se esforzaban…y qué buen trato. Luego supe que había sido Marista en su juventud…

Pero Isaac también cayó en la equivocación de la maestra y, junto con mi compañero y amigo, Máximo Pacho, nos bebimos una copa, bueno, mejor es decir probamos una copa de aceite en vez de licor. ¿Qué pasó? La maestra había cumplido años y una chiquilla residente en Madrid y que pasaba una temporada en el pueblo, organizó un pequeño agasajo a la profesora. Claro, había que contribuir con una cuota que mi padre no me proporcionó porque no tenía dinero para cosas así. Tampoco Máximo pudo cumplir con aquella decisión…no se me olvida el detalle de la profesora que no soportó la ausencia de dos alumnos y que, seguramente, comprendió el motivo. Nos llevó a la casa a los tres y nos invitó a unas galletas y a una copa de licor. La pobre se equivocó de botella y las llenó de aceite. Ni mi compañero  ni yo, nos atrevimos a decir nada. Fue Isaac quien, nada más tocar sus labios el líquido, se lo hizo notar de una forma agradable y risueña. Pobre maestra. No sabía cómo disculparse. Por supuesto que nos la cambió por el verdadero licor. Ese detalle de llamarnos no se me olvida. En la maestra había una persona de verdad y no podía dejar en el olvido a ninguno de sus alumnos.

Los recuerdos, hasta este momento, son agradables. Me iba bien en la escuela. Todos éramos amigos. Como era mixta, el trato con las chicas era bueno y normal. Con el tiempo se comenzó a jugar a mayores y se hablaba hasta de novias…¡Que goce!

Había en la escuela un juego de libros de lectura cuyos caracteres estaban impresos como en letra manuscrita. Me encantaba cuando nos llevaban, alrededor de la gran mesa de la maestra, a practicar la lectura a los que ya podíamos hacerlo con soltura. ¡Qué historias tan interesantes!

También tenía la escuela una serie de cartelones que representaban la Historia Sagrada. Estaban, si mal no recuerdo, colgados de las paredes. En ellos, una veces guiados otras personalmente, repasábamos la historia graficada  y resumida que podemos encontrar en la Biblia. Los recuerdos son muchos, pero no quiero cansar. Seguiré en otro momento.
 
 
                                                      
 

El que aparece en la imagen es el autor del texto publicado, Irineo Conde Morán. Nació en Mozos de Cea, aunque actualmente tiene su residencia en la ciudad de Catacocha (Ecuador). Pertenece a la comunidad de los Hermanos Maristas de ese país latinoamericano.

Como no temo a equivocarme, me tomo la licencia de afirmar  que sus orígenes de Mozos de Cea son ancestrales. Sus padres, naturales ambos  de Mozos de Cea,  fueron Dionisio  Conde y Consolación Morán.

Espero que halláis encontrado interesante el texto publicado y os haya proporcionado un  rato ameno su lectura. Antes de finalizar, os  animo a que compartáis en este blog algún escrito que tengáis, o escribáis próximamente, y que  guarde relación con nuestro pueblo. Si os animáis a participar, estoy seguro que resultará emotiva y grata su lectura.

Saludos a todas y a todas.

Rafael 
valdemar_5@telefonica.net


 
 E
 

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