viernes, 2 de noviembre de 2018

DÍA DE LOS DIFUNTOS

 
Retomo de nuevo la palabra escrita para volver ha dejaros publicado otro texto más y así continuar con esta labor nostálgica, de la cual se va nutriendo especialmente el blog. El asunto del que en esta ocasión os voy a hablar guarda relación con los muertos. Ya se que hablar sobre este tema da cierta grima, pero como hoy es día dos de noviembre, fecha donde se conmemora  a los difuntos, que mejor ocasión para hablaros de cómo era  aquella antigua costumbre de  enterrar  a los muertos en Mozos de Cea. Hablaros sobre esta costumbre, a mi juicio,  no deja de ser una forma de rescatarla del olvido y a su vez honrar a los muertos del pueblo. Y una vez expresadas  las correspondientes palabras protocolarias, comenzaré diciendo  lo siguiente.  Hace ya muchos años    cuando una persona moriría en Mozos de Cea no se la llevaba  al tanatorio de Sahagún tal como se hace ahora,     se la amortajaba  y velaba su cadáver  en el propio domicilio del difunto. Y  en el domicilio   permanecía  durante  las 48 horas que, según tengo entendido,  son   obligatorias antes de ser enterrado.  Mientras duraba este  tiempo de velatorio, el tañido fúnebre de las campanas tocando a posas durante el día era una constante. También era costumbre que las personas adultas y jóvenes  del pueblo visitaran al difunto como señal de duelo y como deferencia a la familia del fallecido. Por supuesto que a los niños también nos dejaban ver el cadáver. Lo habitual es que fuéramos en grupo. Y allí estábamos, en silencio delante del aquel cuerpo inerte, cuya presencia a mí en particular me resultaba  sobrecogedora.   Por entonces me impresionaba  y aterrorizaba  verlo tumbado sobre la cama con los ojos cerrados, manos sobre el pecho, a veces con un pañuelo atado en la cabeza para que se le abriera la boca; luego   con ese pálido color  amoratado y  macilento ,  que  en realidad es el color que  un cadáver nos muestra ante la muerte.  ¡Qué  congoja verlo así,  la verdad!  Máxime cuando  aquel fúnebre silencio,   de vez en cuando, se rompía  por el lamento o lloro angustioso de algún familiar del finado.  También quiero comentaros que de niño, aquel   hecho de ver los cadáveres   en condición "rigor mortis"  tumbados sobre la cama   me suponía el tener que pasar auténtico canguelo los posteriores  días de la visita. Ocurría  a la noche cuando me acostaba. En la cama tenía que cubrirme la cabeza con la manta y la sabana hasta quedarme dormido para así "protegerme" del inquietante visión del cadáver. Y bien,   una vez transcurridos los dos días necesarios de la obligatoria espera según el ritual cristiano, el   muerto  era  introducido dentro de su correspondiente féretro y a hombros era portado sobre unas andas negras   desde el lugar del velatorio hasta el interior de la iglesia. Mientras esto sucedía,   el tañido de las campanas tocando a posas era incesante.    Dentro del templo como es lógico se oficiaba la habitual liturgia para estos casos.  Mis primeros  recuerdos que tengo sobre  esta ceremonia litúrgica  es que se  cantaba en latín, con lo cual esta circunstancia de canturrearla  en esa lengua antigua  le daba un airé más fúnebre y sobrecogedora a la ceremonia.  Como fui monaguillo, viví muy cercano y directo este ceremonial de difuntos oficiado por el sacerdote Bernardo Pérez Gil. Aunque bueno, también era una costumbre el  que lo acompañaran  en los funerales algunos de los sacerdotes que por entonces oficiaban en los pueblos limítrofes que pertenecen  al Ayuntamiento de Villazando de Valderaduey.  Les recuerdo salir de la sacristía y comenzar a cantar aquello de: "Dies iræ, dies illa, Solvet sæclum in favilla Teste David cum Sibylla!..( Por cierto, al respecto, los niños teníamos nuestra propia versión del "Dies iroe, dies illa...", pero eso sí, lo  canturreábamos en castellano con un tono similar y  en plan irreverente y guasón, claro está. Así decíamos:  "diesila, diesila, el que es tonto no espabila". Cosa de niños.)
 
 
 
 
 
( En esta imagen se puede ver la placa que está colocada dentro del cementerio. En ella podéis ver, o leer, en su inscripción el nombre y apellidos de la persona   que hacía la función de alcalde pedáneo en el pueblo el año en que fue construido este cementerio y también los mismos datos del alcalde que hacía esa misma función el año en que concluyó la reforma y ampliación del cementerio vecinal de Mozos de Cea)
 
 
 
 

( En esta imagen aparece parte del cementerio y su puerta antigua, así como el tejado de un pequeño cuchitril que hay dentro del recito. Sobre la pared de la entrada de este cuchitril, al lado mismo de su puerta, está colocada la placa que aparece en la imagen de arriba.  Por cierto, el cuartucho al que me refiero, siempre oí que fue construido para realizar autopsias. No se si será cierto el que fue construido para darle esa utilidad, o es otra leyenda urbana más. Lo que está claro es que desde que tengo uso de razón jamás he visto que se realizara autopsia alguna. Es más, la única vez, que yo sepa, que se llevó a cabo este procedimiento médico en el pueblo fue en el año 1989 y se hizo en el antiguo y derribado edificio de la escuela)
 
  
 
Una vez que toda aquella parafernalia litúrgica en honor al difunto   finalizaba dentro del templo, de nuevo el féretro era portado por cuatro personas para llevarlo a hombros al cementerio y darle  allí la correspondiente sepultura, por entonces exclusivamente bajo tierra. El féretro como es lógico  iba acompañado de una comitiva de familiares y vecinos del pueblo. Una vez que la comitiva y el ataúd se hallaban dentro del cementerio, Bernardo Pérez Gil volvía a canturrearnos  salmos y  oraciones fúnebres, por supuesto en latín, y  cuando   pronunciaba  la expresión "Réquiem Cantim Pace", a la vez que esparcía agua bendita con el hisopo sobre la  fosa vacía,  daba por finalizado tan solemne  protocolo y a continuación   se depositaba el ataúd dentro de la tumba. Era costumbre por entonces  el que, antes de echar las primeras paladas de tierra sobre  el ataúd, algunos de los asistentes al entierro, en especial los niños, cogíamos un  trozo de tierra dura, popularmente conocido como cabón,  para besarlo   y  después arrojarlo dentro de la fosa.  Aún recuerdo aquel sonido profundo y estremecedor de las primeras paladas de tierra cayendo sobre el ataúd y también el lloro y lamento angustioso de los familiares del difunto mientras el féretro  lo iban cubriendo de tierra. Por cierto, respecto a los ataúdes, comentaros que  en tiempos remotos los cuales yo no conocí, al parecer era  el carpintero de Sahelices del Río  quien los fabricaba por encargo. Según tengo entendido los hacía de dos  piezas: la caja y la tapa. Los pudientes tenían la posibilidad de adquirir el féretro con ambas piezas. Por desgracia había quienes no tenían posibilidad alguna  y únicamente podían comprarse la caja. Estos últimos,  a la hora de enterrarlos, para que la tierra no fuera directamente a la cara del difunto,  se la cubrían con una de aquellas bulas papales que se adquirían previo pago  para tener derecho a comer carne durante la cuaresma. También con relación al asunto del que hablo en el texto, comentaros que la tradición mandaba y obligaba que los familiares del difunto, una vez sepultado,  guardaran luto riguroso durante un año, y a veces con propina. Las mujeres vestían completamente de negro durante este tiempo y los hombres solían ponerse un brazalete negro en la mangas de la chaqueta, jersey, camisa, etc. Durante este largo proceso de duelo se autoimponían la prohibición de participar y divertirse con cualquier festejo, ni tan siquiera con los que estaban  relacionados con la fiesta del patrón del pueblo.    A mi juicio, pienso que muchas de estas auto imposiciones prohibitivas venían precedidas más por   el ¿¡Qué dirán?! que por convicciones personales.

Como podréis comprobar, la forma actual de enterrar a los muertos, así como todo el protocolo anterior al funeral, dista mucho de parecerse a cómo se hacía en el pueblo aquellos tiempos remotos, de lo cuales  aquí os hablo. Ya de entrada prácticamente ha desaparecido la costumbre de  darles sepultura bajo tierra en el cementerio de Mozos de Cea. Ahora son enterrados en los correspondientes nichos y panteones que  construyeron años atrás en este camposanto. La Funeraria, o Tanatorios,  ubicados en   Sahagún y Almanza son los encargados de amortajar al difunto y  de organizar su velatorio . Y hasta en ocasiones son  las compañías de seguros por defunción   quienes se ocupan de todo el  protocolo y exequias. Está claro que el progreso y su imparable evolución han hecho que todo  se transforme. Para mejor o peor, eso depende siempre  de la forma como se quiera orientarlo. Aunque a mí personalmente no me queda la menor duda de que esa evolución y transformación ha hecho que desaparezca toda esa mística y fúnebre aureola   tan  intrínsecamente arraigado en las costumbres primigenias  de cómo enterraba años atrás  a sus muertos el pueblo de Mozos de Cea.  





 



 



( En estas dos imágenes podéis observar  los nichos, panteones y cruces que se encuentran en el interior del cementerio vecinal de Mozos de Cea y sobre sus lápidas están escritos  los nombres y apellidos, así como el año y la edad del fallecido.  Estos datos  que constan en las inscripciones de las correspondientes lápidas, todos ellos   están recogidos en la lista que abajo he publicado.  Son los siguientes:  




.- Félix Bueno, 8/5/ 1960. (67 años)                                               

.- Filomena Bueno Cuesta, 12/ 1/ 1964. (39)
                    
.- Apolinar Cuesta Rodríguez, 19/ 2/ 1965. (56)

.- Antonino González Cuevas, 30/ 11/ 1965. (51)

.- Lucio Pacho,  17/ 1/ 1965.  (66)

.- Neófito Cuesta Fernández, 23/ 12/ 1966. (¿.?)

.- Luciana Cuesta Herrero, 30/ 3/ 1968. (30).

.- Emeterio Cuesta Rodríguez, 11/ 5/ 1969. (53)

 .- José Fernández Martínez, 25/ 7/ 1970. (63)

.- Adolfo Pacho Fernández, 3/ 2/ 1971. (53) .

.- Úrsula Díaz Antón, 18/ 7/ 1971. (55)

 .- Rafael Díaz Antón, 4/ 12/ 1972. (88)
 
.- Mariano Cuesta Pérez, 21/ 2/  1973. (69)

.- Bonifacio González Morán, 19/ 12/ 1974. (26)

.- Alejandro Pacho, 6/12/ 1974. (80)
 
.- Emilio Rodríguez, 5/ 1/ 1975. (76)
 
.- Eusebio Lazo, 6/ 1/ 1975. (67)

.- Argimira Rodríguez, 13/ 8/ 1977. (75)

.- Fernando Fernández, 11/ 11/ 1977. (81)

.- Áureo Modino Conde, 27/ 1/ 1978. (75)

.- Caya Bueno, 13/ 10/ 1978. (47)

.- Guillermo Revuelta Gutiérrez, 4/ 1980 (¿.?)

.- Aquilina Díez, 15/ 4/ 1980. (85)

 .- Abilio Antón Herrero, 26/ 3/ 1982. (66)
 
.- Eradio García, 19/ 8/ 1982. (81)

.- Bonifacia Bueno Fernández, 29/ 7/ 1984. (69)

.- Hortensio García, 3/ 5/ 1984. (57)

.- Paulino de Lucas Pérez, 3/ 8/ 1984. (85)

.- Olegaria Revuelta González, 18/ 8/ 1985. (73)

.- Maximiano Cuesta Monje, 4/ 1/ 1986. (56)

.- Vicenta Fernández Conde, 20/ 11/ 1986. (82)

.- Laurentino García Vallejo, 23/12/ 1987. (58)

.- María del Rosario Modino, 2/ 11/ 1988. (79)

.- Pilar Díaz Rodríguez, 27/ 4/ 1989. (66)

.- Pedro Revuelta González, 28/ 6/ 1989. (55)

.- Dionisio Conde Morán, 26/ 7/ 1989. (74)

.- Eleuterio Castellanos, 2/ 1/ 1990. (79)
 
.- Juliana Rodríguez, 1/ 5/ 1990. (85)

.- Anastasia Herrero Fernández, 22/ 9/ 1990. (89)
 
.- Pedro Pacho Pacho. 15/ 11/ 1990. (66)

.- Julián Rodríguez, 3/ 4/ 1991. (55)

.- Teodora Rebanal Valdés, 6/ 1/ 1991. (67)

.- Epifanio Cuesta Rodríguez, 15/ 1/ 1992. (87)

.- Macrina Revuelta González, 10/10/ 1992. (¿.?)

.- Fidela Fernández, 14 / 3/ 1995. (92)
 
.- Gerardo Fernánde Fernández, 3/ 1/ 1996. (71)

.- Camila Pérez, 18/ 5/ 1996.  (87)

.- Antolina Fernández, 16/ 3/ 1997. (77)

.- Lucía Antón, 24/ 4/ 1997. (83)

.- Erasmina Barreales Novoa, 17/ 7/ 1997. (74)

.- Fidel Revuelta Pacho, 18/ 8/ 1997. (35)
 
.- Antonio Pacho Díez, 18/ 9/ 1997.  (¿.?)

.- Ascensión Pacho Fernández, 17/12/ 1998. (90)

.- Froilana Modino Morán, 11/ 10/ 2000. (85)

.- Dionisio Pacho Fernández, 22/ 12/ 2000 (80)
 
.- Froilana Morán Fernández, 18/1/ 2001. (83)

.- Crescencio Morán Fenández, 15/ 8/ 2001. (78)

.- Pilar Pacho Fernández, 17/ 1/ 2002. (91)

.- Lorenzo Caballero Cuesta, 10/ 7/ 2002. (78)
 
.- Gaudencia Novoa Lazo, 12/ 8/ 2002. (87)

.- Julio de Lucas Gago, 17/ 11/ 2002. (91)

.- Margarita Cuesta Modino, 6/ 7/ 2003. / (67)

.- Silvio Morán Fernández, 20/ 6/ 2003. (83)

.- Irineo Pacho Díez, 24/ 9/ 2003. (69)

.- Felipa Conde Taranilla, 13/ 12/ 2003

.- Antonia Cuesta Gago, 12/ 2003. (98)

.- Carmen Pérez Rodríguez, 12/ 12/ 2004. (59)

.- Faustina Pacho Rodríguez, 10/ 4/  2005. (91)

.- Marta Morán Cuesta, 5/ 2/ 2006. (34)
 
.- María Bartolomé Díaz, 7/ 3 /2006. (94)

.- Ezequiela del Blanco Bueno, 2/ 6/ 2006. (77)

.- Lorenzo Díaz Rodríguez, 9/ 6/ 2006. (81)

.- Juan Rodríguez Antón, 5/ 12/ 2006. (84)

.- Avelina Cuesta Fernández, 15/ 10/ 2008. (76)

.- José Luis Pacho Rodríguez, 9/ 2/ 2010. (70)

.- Epifanio Morán Fernández, 28/ 5/ 2010.  (87)

.- Lidia Morán Fernández, 3/ 12/ 2010. (84)

.- Dionisia Pacho Rodríguez, 10/ 7/ 2013. (86)

.- Aníbal Morán Fernández, 15/ 4/ 2014. (83)

.- Exuperancia Pacho Taranilla, 21/5/ 2015. (¿.?)

 
.- Vicente Díaz Rodríguez, 5/ 7/ 2015. (79)
 
.- Dalmacia del Blanco Bueno, 31/ 1/ 2017. (91)
 
.- Hipólita Cuesta Modino, 8/ 5/ 2017. (87)
 
.- Serapio Lazo Fernández, 5/ 7/ 2017. (81)
 
 
 
Quizá os pueda llegar un tanto triste el mensaje de este  párrafo por el asunto del que trata, aún así, espero que su lectura al final os haya resultado amena y a su vez, cuanto queda escrito, nos sirva para recordar y conmemorar a todas aquellas personas del pueblo   que ya no están entre nosotros.
 

Largos días y plácidas noches a todas y a todos

Rafael






 
 










 
 

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