miércoles, 1 de mayo de 2019

TARDES DE COSTURA


 Y aquí seguimos, con un poco más de lo mismo, aunque bueno, mismo, mismo...pues  yo diría que no, porque  que cada vez que aparezco de nuevo es para escribiros un tema diferente. Como lo voy hacer en esta ocasión que comenzaré diciendo que era costumbre allá por "los años de la polca" en Mozos de Cea el que varias  mujeres se juntaran en plena calle para coser o remendar la ropa de vestir y a su vez charlar animosamente. Lo normal era que  fuera en primavera ,o el otoño, cuando las tardes aún  son cálidas  el momento adecuado de la reunión para poner en marcha aquella antigua  costumbre de coser y remendar la ropa de vestir en plena calle. Era habitual el que  todas ellas llevaran  sus taburetes o sillas,  y también  su "medester" (canastillo de mimbre) donde guardaban los utensilios de costura.  Lo que no solía faltar dentro de aquel  mendester era una cajita, o bolsa de tela,  llena de botones de diferentes formas y tamaños. Cuando las prendas quedaban inservibles, a éstas se las arrancaban los botones y se les guardaba para ser utilizados cuando la ocasión lo requería, que era bastante a menudo. Y bueno, una vez   acomodadas en sus correspondientes asientos  en plena calle,  con la pericia que les caracterizaba a  aquella mujeres, que no fueron otras que  nuestras abuelas y madres,  le daban a la aguja con la destreza que  sólo ellas podía tener.  Eran auténticas artistas cosiendo o  remendando todo tipo de prendas de vestir. No había agujero en pantalones, camisas, chaquetas, faldas, etc. que se les resistiera. En ocasiones  zurcían remiendo sobre remiendo, perfectamente se podría considerar toda una obra de arte del cosido, la verdad. En especial los pantalones de pana marrón, los cuales era habitual que la mayoría de  los hombres mayores  por entonces vistieran.   Era muy  raro ver alguno  que no tuviera su remiendo.   Hoy en día cuando veo a toda  esta juventud , y no tan juventud, que por imperativo de la estúpida moda, visten andrajosamente  pantalones rotos o con agujeros, me acuerdo de aquellas mujeres que se afanaban por remendar los pantalones. Por supuesto que también zurcían los "tomates" de los calcetines. Como veis,  por entonces  los calcetines tampoco se libraban de los remiendos  ¿ Y las medias que utilizan las mujeres?   Cuando se formaban  las típicas carreras, las zurcían. Y mira que es complicado, o difícil,  por el tipo de tela tan sutil con la que están confeccionadas. No importaba, se las apañaban perfectamente para darlas el cosido oportuno a aquellas roturas . Recuerdo que para este menester se ayudaban de una bombilla fundida grande o un vaso. También solían utilizar estos objetos en  ocasiones  para remendar los calcetines.  Y así día tras día cada tarde aquellas anegadas mujeres, auténticas artistas del remiendo,   charlaban y cosían plácidamente en plena calle las prendas de vestir y cualquier otra variedad de tejido, porque era una costumbre y a su vez una necesidad imperiosa por el simple hecho de que los limitados recursos económicos que se disponía no permitían comprar nuevas prendas de vestir cuando se deterioraban. Comentaros que lo normal era que las cosedoras durante su faena,  siempre llevaban  puesto su dedal  correspondiente, si por casualidad u olvido alguna mujer que cosía no lo llevaba puesto, le caía encima ese refrán sobradamente conocido y que no es otro que: "Costurera sin dedal, cose poco y todo mal".   Quiero también  deciros que no solo  remendaban o cosían las prendas que por entonces se vestían exteriormente,   sino que también  también se las aplicaba el mismo remedio a  la ropa interior : calzoncillos (nada de Calvin Klein ni exquisiteces de este estilo, sino  el típico "gallumbo" blanco  de toda la vida, y alguno de pata larga, a los que  popularmente nombraban como "calzoncillos de celpa", los cuales era una costumbre que nuestros mayores vistieran en invierno)  Por supuesto que tampoco se libraban de pasar por la aguja para su correspondiente reparación,  las prendas interiores de las señoras cuando la ocasión así lo requería.  A raíz de las estrecheces económicas a las que me refiero,  me viene a la memoria una especie de copla que escuché en alguna ocasión cuando era niño y que guarda cierta relación con lo que os comento. Decía lo siguiente:
 
"Estoy loco de contento
porque mi madre me hace
unos pantalones nuevos
de otros viejos de mi padre".
 
Obviamente escucharlo cantado , como yo lo oí en su momento, sería lo ideal. Pero como no puede ser, pues queda escrito y seguro que os haréis una idea la situación de miseria que vive ese desdichado que se cree va a conseguir unos pantalones nuevos. Bueno, tampoco resulta muy disparatado el mensaje de la copla si lo extrapolamos a  una remota anécdota que yo recuerdo se dio en Mozos de Ca. Os cuento.  Es bien cierto que no conozco yo casos en el pueblo que una madre confeccionara a su hijo un pantalón en estas condiciones, pero si recuerdo que   en cierta  ocasión cuando acabábamos de entrar a la escuela, la maestra le preguntó a una de las alumnas .-  ¿ por qué no ha venido hoy tu hermano a la escuela?  Y ella tristemente la contestó: .-  no puede venir porque mi madre le ha lavado los pantalones. Podéis deducir por la  respuesta en que situación de penurias se podría encontrar aquel infeliz  cuando sólo disponía de un único  pantalón . Muy triste y penoso, la verdad. En fin;    que debido a la anécdota comentada, muchas veces las prendas de  pasaban de hermano a hermano. Sobre todo el abrigo, prenda de confección recia que aguantaba carros y carretas. Era evidente que el hermano mayor era quien lo estrenaba, cuando crecía y la prenda quedaba pequeña,  pasaba al segundo, y así sucesivamente hasta el último. Y lo mismo que el abrigo, los pantalones, jersey, camisas...No se tiraba nada hasta que casi de puro harapo quedaba  inservible.  Pero hasta que se deteriora por completo,  pues aguja, hilo y retales de tela  hasta que aguantara. Por desgracia es lo que tocaba por entonces. Por cierto, recuerdo que durante mi niñez era habitual que uno de los lugares en plena calle  donde se juntaban las costureras del " Barrio de Arriba" era frente a la casa hoy en propiedad  de Ángeles Pacho Rodríguez, situada en la  Calle La Barrera. Recuerdo que por aquellos remotos año este antiguo edificio  hacia la función de pajar y cuadra para encerrar las vacas. Su propietario era Cayo Cuesta.




( La verdad es que viendo esta imagen me recuerda aquellos momentos de los que os hablo. Y a su vez es como si viera a aquellas mujeres de Mozos de Cea sentadas en sus sillas en plena calle  cosiendo y parloteando alegremente. Tal como están sentadas en círculo sobre sus sillas, así se situaban más o menos las mujeres del pueblo haciendo la misma faena y con el medester a su lado ( el canastillo que aparece junto a los pies de alguna de esta mujeres) ¡Que recuerdos y que emotiva añoranza me transmite esta imagen porque a través de ella puedo ver a  aquellas mujeres de Mozos de Cea desempeñando idéntica labor de costura que la mujeres que aparecen en esta imagen.  Mujeres que tristemente todas ellas han fallecido. Ley de vida por nuestra condición de ser mortales.)

 
 
 Cambiando de tema, aunque en su desarrollo final un pelín relacionado   con lo que os he comentado, voy a hablaros sobre la lana y el uso textil y demás utilidades que se le daba. En un texto escrito en el blog con anterioridad, os hable de los rebaños de ovejas que hubo en Mozos de Cea. Y también os comenté que prácticamente todos los vecinos del pueblo tenían en sus casas alguna oveja. Esta circunstancia les facilitaba el que todos ellos pudieran disponer de una considerable cantidad de la lana que produce este animal. Por tanto cuando llegaba el momento de esquilarlas, a principios del verano, echaban mano de las "tijeras de esquilar" y con paciencia y buen saber pelaban a sus ovejas. Creo que algún kilo de esa lana sí que llegaban a vender a los laneros que entonces venían en su compra, pero la mayoría de esa lana se la quedaban para darle la utilidad propicia. Como era lógico, en principio había que lavarla a conciencia porque era obvio que estaba completamente mugrienta, Una vez que se consideraba que la lana se la había eliminado toda la suciedad, y ya seca, había que cardarla de la forma tradicional y artesanalmente. Para este objetivo utilizaban una especie de cepillo con mano y cuyas púas eran de acero. Este artilugio se le conocía popularmente como "carda". Y con la pericia y el aguante que les caracterizaba a aquellas mujeres del cardado tradicional, después de separar y estirarla con las cardas,  conseguían transformar la lana en fibra. A continuación utilizaban el huso y la rueca, artilugios de madera normalmente elaborados de manera artesanal en el pueblo, para hilar toda aquella lana con el fin de que  pudiera ser empleada para tejer. Normalmente eran calcetines los que tejían, prendas para los pies que a cuenta de los gélidos inviernos que durante aquellos remotos años acaecían en el pueblo, resultaban gloria bendita para abrigar a los pies. Además nadie podrá negar que estaban confeccionados con lana pura de oveja, y a demás autóctona. Ahí es nada.


 



( La mujer que aparece en esta imagen si es, o era, natural de Mozos de Cea, se trata de Dionisia Pacho Rodríguez, fallecida en el año 2013. Esta fotografía que fue sacada el 15 de agosto de 1999, el día que se inauguró la exposición celebrada ese mismo año y que trataba sobre ropa antigua, nos muestra en forma de exhibición  como se hilaba la lana antiguamente con el huso y la rueca. El huso es el palo  de abajo donde se va envolviendo la lana y la rueca que está la parte de arriba es que sostiene el mechón de lana ayudada por el brazo de la mujer, claro está. También podéis observar a la izquierda de la imagen, una silla y un medester.  Estos dos utensilios son idénticos a los que utilizaban antiguamente las mujeres que se juntaban para coser y parlotear en plena calle)


Pero no era exclusivamente para tejer calcetines y alguna que otra prenda en empleo que se daba a aquella lana, también era utilizada para   el relleno de colchones y todo tipo de almohadas. Por entonces no existían, al menos en el pueblo, esos  colchones "súper guay del Paraguay"   como pueden ser los  Pikolín, los Flex, y otros símiles. Prácticamente todos los   colchones que había estaban rellenos de pura lana virgen tal como indico, ideales para las frías y nada apacibles noches de invierno.  Y para las de verano,  nada incómodas porque   al parecer la lana tiene unas fibras que aíslan tanto del frío como del calor.   Por cierto, la lana de peor  calidad  a la que popularmente se la nombra como "borra", -solía tener un color oscuro- se la utilizaba para rellenar los típico "jergones".  Una especie de colchón, el cual algunas veces también se le rellenaba con la  paja de los cereales  o con  hojas secas  de las maíces. Normalmente no se hallaba dentro de los dormitorios, sino guardados en cuadras, pajares y símiles y exclusivamente eran utilizados en casos puntuales y por pura necesidad. Como era lógico, la lana de los colchones de tanto dormir sobre ella se acababa apelmazando, por tanto no resultaba nada agradable  dormir sobre él.  Por esta razón, era costumbre   descoser una parte del colchón y extraer del interior toda la lana. Luego se depositaba  aquella lana al aire libre   sobre aquellos bastos y coloridos cobertores que había en todas casas, a los cuales se les daba multitud de usos. Sobre ese cobertor   se  dejaba que se orease casi todo el día, a la vez que se la vareaba, habitualmente con el típico varal. Otro palo que tenía una función multiusos, la verdad.  Y después que sobre aquella lana se le había descargado con ganas un sin fin de "varalazos"  para desempelmazarla, y a su vez quitarla el polvo acumulado,  se volvía a introducir en el interior del colchón. Al que había que volver a coser, claro está. Una vez terminado todo el proceso de limpieza y vareado, aquel colchón quedaba como recién estrenado.  Nada que envidiar a los Pikolines y símiles. A las almohadas se hacia con ellas más de lo mismo. Recuerdo que uno de un lugar muy habitual para  el vareo de la lana eran los alrededores de la antigua barrera, por  hallarse rodeados de zona verde y también por que estaba el agua cercano por si la ocasión requería su utilidad. Aunque bueno, en los patios, nombrase  corrales,  de las casas también era costumbre llevar a cabo esta antigua tradición de varear la lana.


Tal como lo viví en su momento,  os lo cuento. Obviamente lo que aquí queda escrito es ya pasado. Un pasado intrínsecamente vinculado a los rasgos y caracteres de un pueblo, en este caso Mozos de Cea. Pero supongo que como nuestro pueblo, todos los otros que están colindantes a él, sus vecinas y vecinos, -el paisanaje en general de todos ellos- vivirían por entonces, en mayor o menor medida,  situaciones o costumbres  parecidas por esa cercana proximidad que tienen   todos ellos y  que hace el  que  la cotidianidad del día a día y las formas esenciales de ser y de proceder de todos esos pueblos sigan el mismo guión, aunque está claro que con alguna que otra variable. Digo yo, no sé tú. No se vosotros.  Dicho queda. Pues nada, que os haya resultado entretenida la lectura. Para que pediros más.


Largos días y plácidas noches  para todas y todos. Y a continuar tratando de ser felices que es una forma de resistir.


Rafael. 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario